Revista Cultura y Ocio

El Viejo Oeste y la fiebre por el póquer

Por Yorga @javieramosantos

El salvaje y viejo Oeste fue una pieza clave de la experiencia histórica de Estados Unidos desde el nacimiento de la república. Sin embargo, durante las décadas que siguieron a la Guerra Civil (1861-1865) fue consagrado por la mitología nacionalista como el escenario de la gran épica estadounidense y hogar del robusto e independiente cowboy.
Tanto el mito como la más prosaica realidad presentan versiones distintas de la violenta apropiación de los vastos territorios entre el Misisipi y las montañas Rocosas.

El juego de naipes con el que pistoleros y demás personajes de aquella época ya jugaban en los saloones dio pie a la afición cada vez mayor del público por el juego.
Tenemos que remontarnos muchas décadas para llegar al origen del póquer. Hay quien asocia este juego a otro que fue inventado en la China de 900. También se cree que el póquer viene del juego persa as nas, aunque otra teoría apunta a que su origen estaría en la palabra francesa 'poque' y que fueron precisamente los franceses quienes lo llevaron a Nueva Orleans.
Ahora, no hace falta moverse de casa para empezar a apostar; basta con tener acceso a Internet. No hace mucho que esto era algo impensable, y mucho más si vamos siglos atrás.

El origen de las tragaperras

Poco se ha hablado del curioso origen de las máquinas tragaperras actuales. Su creador fue Charles Fey, un mecánico de coches afincado en San Francisco, que en 1895 tuvo la brillante idea de añadir una ranura para monedas en las máquinas de juego que ya existían. La llamó Liberty Bell, y actualmente puede visitarse en el salón Liberty Belle en Reno (Nevada).
La Liberty Bell ya contaba con tres carretes en los que se intercalaban un total de 10 símbolos (campanas, herraduras, corazones...). Esta máquina de hierro estaba decorada con piedras y dibujos para llamar la atención, y 130 años después, se sigue usando el mismo concepto para atraer a jugadores. Hoy, el predominio lo tienen las tragaperras online, con casinos en línea que ofrecen una amplia variedad de juegos, como en www.slots.info.
Antes de la invención de la Liberty Bell, ya existían otro tipo de máquinas tragaperras. Llegaron no mucho antes de la creación de Fey, pues en 1891, el también norteamericano H.S. Mills ideó una máquina a la que llamó kalamazoo. Pero en seguida se dio cuenta de que el ingenio de Fey valía más la pena y terminó comprándola para The Mills Novelty Company.

El Viejo Oeste y la fiebre por el póquer
Después de la Guerra de Secesión comenzó la verdadera conquista del Oeste.

La fiebre del póquer y otros juegos de apuestas

También en 1932, la revista Fortune publicaba un artículo titulado "Ciruelas, cerezas y asesinatos", en el que se exponía la gran popularidad que habían alcanzado las tragaperras. Pero no es el único juego que ha conseguido despertar un alto interés en la sociedad estadounidense. El póquer le sucedió en cuanto a atracción por el público.
Se cree que, desde Nueva Orleans, el póquer se fue expandiendo por los ríos Misisipi y Ohio a mediados del siglo XIX. Fue el juego ideal para el Viejo Oeste, y también tuvo que pelear mucho para convertirse en legal.
El Texas Hold'em es una de las modalidades de póquer más conocidas, aunque sus orígenes no lo son tanto. Nació en el siglo XX en el estado sureño, pero no se popularizó hasta que llegó a Las Vegas en 1967. Gustó especialmente que fuera un juego de estrategia y no tanto de suerte.
Más allá del póquer, otros juegos de apuestas tienen un origen desconocido para la mayoría. Hablamos, por ejemplo, de la Quiniela, uno de los juegos de azar más populares en España.
Nació en 1929 de la mano de Manuel González Lavín, un santanderino aficionado al fútbol que decidió trasladar el mundo de las apuestas de peleas de gallos al del balompié. En aquel entonces, solo se disputaban cinco partidos, pero su reglamento dio la base al de hoy, conocido como el 1X2.

El Viejo Oeste y la fiebre por el póquer

Soy periodista y experto universitario en protocolo. He trabajado en diferentes medios de comunicación como 20 minutos, Las Provincias o Diario 16. Ahora ejerzo labores de community manager, colaboro en blogs y publicaciones digitales. Autor del libro 'Eso no estaba en mi libro de Historia de Roma'.


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