Revista Libros
SINOPSIS:
“Son una voz sin rostro, la sensación de que hay alguien donde no hay nadie.
Son algo atrapado entre nuestro mundo y el siguiente.
Esperan agazapadas al otro lado, oliéndonos, sintiéndonos.
No suba esas escaleras, Vanessa ya no es lo que usted recuerda.
No debe mirarla, no debe buscarla, no debe tocarla…
Está advertido.”
Barcelona, 1904. A través de la ventana del tranvía Gabriel cree ver a un fantasma. Pero Vanessa desapareció, murió, eso le dijeron al volver de la guerra, sin embargo…
Una de las últimas anotaciones en su diario habla de un lugar, un teatro, pero cuando Gabriel cruce sus puertas la realidad comenzará a disolverse poco a poco. Allí, la magia parece a un latido de existir, personajes desconcertantes le invitan a creer de nuevo en la vida o a desconfiar de las sombras. Si insiste en adentrarse en ellas podría hallar incluso… monstruos.
Esta novela tiene algo especial. Quizás es su olor a la antigua Barcelona de principios de siglo XX, una Barcelona vertebrada con raíles de tranvía, con sonido a cascos de caballo y limpiabotas en las esquinas. Quizás es su portada, bella, sugerente e inquietante.
Con una extensión media, de 315 páginas, está dividida en 10 capítulos y su trama es gótico-fantástica con elementos de ese terror oscuro de las cosas cotidianas, ese terror de la vida y de la muerte, terror al paso del tiempo y de lo que está al otro lado.
Nada más iniciar la lectura de El viejo teatro de la noche me topé con un lenguaje cuidado al extremo, unas descripciones impecables y unas imágenes vívidas en blanco y negro que me llevaron de la mano y con acierto a adentrarme en su trama. Y fue ese lenguaje impecable con metáforas perfectas lo que provocó que deseara saber algo más de su autor, pues no es común ver esa excelencia en muchos lectores actuales y, en algunos casos, en autores autopublicados. Me encontré con que Juan Manuel fue residente de la fundación Antonio Gala en su primera promoción, por lo que ya me dio una pista de ese buen manejo de los recursos literarios.
En algún lugar de esa Barcelona antigua donde te encontrarás con el mítico restaurante Siete Puertas o el café literario Els Quatre Gats, vas a encontrarte también con Gabriel Escudero, un teniente del ejército español que regresa de la guerra de Cuba y cree ver desde la ventana de un tranvía el fantasma de la bella Vanessa. Le dijeron que había muerto... ¿Es ella, o no lo es? Los fantasmas existen, más aún si han sido amados alguna vez...
Pero Gabriel no es el personaje principal, pues en esta novela lo es un viejo teatro, un lugar con entidad propia, extraño, como de telaraña, como de otro mundo en éste y repleto de personajes originales, tiernos y siniestros a la vez. Es un lugar inquietante como el soniquete de una caja de música, como un baúl lleno de marionetas rotas.
El viejo teatro de la noche es una novela bella y horrible a la vez: tiene luz y tiene oscuridad. Sus personajes, de nombres diferentes y bellos (Vekania, Noviembre, Mara, Unhombre, entre otros) van bailando ante tí en una danza extraña que se va desgranando como un ovillo desmadejado, porque en la sinopsis ya se desvela que hay sombras, que hay monstruos, y tu inquietud crece mientras lees, mientras esperas encontrártelos en tu hombro, tras de tí, o tras ese espejo en la habitación donde te encuentras, mirándote sin que los veas.
En boca de uno de los personajes, Vekania, todos buscamos algo, todos esperamos ese pequeño instante de magia que irrumpa en nuestras vidas, y en el viejo teatro se encuentra mucho de esa magia; se encuentran talentos especiales y miedos, y lágrimas, y terrores. Y sangre. Sangre negra y un final redondo.
Si quieres disfrutar de buena calidad literaria con una ficción gótica de lo más original, esta es una lectura imprescindible.
«Ni la muerte, ni la fatalidad, ni la ansiedad, pueden producir la insoportable desesperación que resulta de perder la propia identidad».H.P. Lovecraft