El huracán Sandy se ha llevado por delante parte de la costa este de Estados Unidos y la campaña de Mitt Romney. La piedra angular de su campaña, desdeñar la fuerza organizadora del Estado frente a la iniciativa individual, ha quedado vacía de contenido ante la fuerza de la naturaleza. Lo que en un principio parecía un exceso de celo de la Administración Obama estuvo totalmente justificado ante las dimensiones de la tormenta. El Presidente abandonó inmediatamente la campaña para actuar como líder en un momento de crisis, mientras que el candidato del GOP nunca dejó de hacer campaña. Lo disfrazó de programa de recogida de alimentos y se parapetó tras la Cruz Roja, pero esos actos de beneficencia nunca dejaron de ser actos electorales, mientras que el presidente desapareció dos días de escena y dejó ese trabajo a su Vicepresidente.Una vez pasada la tempestad, los movimientos de la campaña del Presidente evidenciaron la fragilidad del candidato republicano como líder unificador. Frente a los ataques partidistas de Romney, Obama llamó a la unidad. Y para colmo, el Presidente compartió la imagen de lucha contra el desastre con el enemigo número uno de las políticas de Obama: el gobernador de Nueva Jersey Chris Christie. Todo un jarro de agua fría para Mitt, que intentó paliarlo con un acto de fuerza republicana al día siguiente al salir con todas las estrellas, emergentes y pasadas.El otro golpe a la línea de flotación de la campaña de Romney, la defensa de las grandes fortunas, vino con el apoyo del alcalde de Nueva York al Presidente. Aunque por motivos de cambio climático, a nadie se le escapa que Michael Bloomberg, antaño miembro del GOP, representa el sector de millonarios blancos que tradicionalmente han apoyado a candidatos republicanos y las recetas con las que se presenta Romney a las elecciones.A la sorpresa de octubre, que esta vez se ha presentado en forma de huracán, se le unen los buenos datos en creación de empleo. El presidente está sacando pecho al anunciar que las políticas de su administración han propiciado 29 meses seguidos de creación de empleo y, aunque ese crecimiento aún es débil, ha calado entre el electorado que se está saliendo de la crisis. Esto, unido a la percepción que la crisis se debe a la mala gestión de Bush, está decantando la balanza en favor del Presidente.A todas estas cuestiones de índole interna se le suman los éxitos del Presidente en política exterior, éxitos que pueden parecer modestos, pero que por ello agradan más a la comunidad internacional, ya que el multilateralismo que ha imperado bajo la administración Obama ha reconstruido las maltrechas relaciones entre Estados Unidos y buena parte de sus aliados y competidores. Por ello, haciéndose eco de la tradición anglosajona, hoy El País en su editorial ha solicitado el voto para el Presidente. El Presidente tiene más luces que sombras en estos cuatro años de mandato y, aunque no ha conseguido colmar sus elevadísimas expectativas, ha trasladado a la Casa Blanca una filosofía de buenas relaciones internacionales, ha evitado que la crisis bancaria e hipotecaria heredada de Bush se convirtiese en depresión y ha iniciado la senda de la recuperación.La alternativa, pues personalmente creo que significa un salto al vacío. Como señalaba el editorial de El País, así como no pocos de sus correligionarios, no sabemos a qué atenernos con Romney. No sabemos si será el moderado Gobernador de Massachusetts que introdujo reformas tan progresistas como la sanitaria o el radical que fue en las primarias para acercarse al Tea Party. No creo que, en la senda de una débil recuperación económica, sean tiempos para experimentos y menos para la dieta Merkel que planea poner en funcionamiento Mitt Romney si llega al 1600 de la avenida Pensilvania. Gran parte de la opinión pública echa en cara a Obama no ser el idealista al que auparon hace ya cuatro años, pero para un servidor el Obama que vemos hoy es más interesante que el de ayer. Forjado por el ejercicio del poder y por la dificultad de gobernar con un Congreso en manos republicanas, el Presidente ha demostrado que sabe hacer algo más que buenos discursos. Es, sin duda el candidato por el que yo votaría, hoy mucho más que en 2008.