Tengo covid. Otra vez. La tercera con diagnóstico, pero seguro que al menos una o dos más han caído disfrazadas de resfriado/gripe común. Porque si no hay rayita en el test no es covid. Y ya nadie se hace tests. Hemos vuelto a lo de siempre: a la tos por el aire acondicionado, a moquear por el cambio de tiempo, a estar un poquito indispuestos, al "será alergia". Y no me quejo, que yo me hago los tests por curiosidad, no por miedo, porque conozco la tecnología que hay detrás de esos aparatejos de plastiquete que parecen tan simples y no lo son. Repito, no me quejo, es más, me alegro enormemente de que el pánico de 2020 haya sido naturalizado en esta normalidad (vacunas mediante, NOSEMEOLVIDENJAMÁS).
Simplemente me maravilla comprobar, una vez más, cómo lo que no se ve no existe. Y que romper un hábito (el de las gripes de antes, con sus infusiones y sus vahos) es tan difícil como crear uno nuevo (hacerse un test de antígenos, con lo divertidos que son).
Como Mercadona.
Me explico: estamos inmersos de lleno en la nueva moda/polémica/tendencia en redes que implica a la cadena. Se ha convertido, por obra y gracia de algún influencer, en el nuevo sitio de ligoteo (según horario y piña mediante). No es la primera vez, ni la centésima, que precisamente Mercadona, con la cantidad de supermercados que hay en la superficie terrestre, es protagonista. Cuenten los reels de Instagram (no uso TikTok, no tengo edad) en que algún extranjero residente en España se maravilla de los supermercados del país (sus jamones colgados, su jugo exprimido al momento, su vino barato pero de calidad). O aquellos en que se comparan alimentos saludables vs. no saludables de determinado establecimiento. Ahora cuenten en cuántos de esos clips el establecimiento, el supermercado en cuestión, es Mercadona. Según mi conteo, el 100%. Repito, con la cantidad de Lidl, Aldi, Consum, Hiperdino (ñoh, qué precios), Supersol, Eroski, Caprabo, Supermercados Marcial, Dia, Condis, Bonpreu... que hay. Que no te digo yo en Valencia, ciudad que se puede cruzar saltando de Mercadona en Mercadona sin tener que pisar un ninot, que ahí lo entendería. ¿Calidad? ¿Casualidad? No lo creo. ¿Monopolio? De los medios, me da a mí. ¿Cuántos publirreportajes disfrazados de noticia sobre cualquier novedad en la cadena se publican en los diarios? Más intención en rellenar los medios de simpatía que los establecimientos de sabor y ofertas. ¿Cuántos hemos oído que un cajero de Mercadona cobra más que tú pero no conocemos en persona a ningún cajero de Mercadona al que preguntar? ¿Cuánto hay que escrolear en Google hasta encontrar una noticia medianamente negativa en forma de huelga o proveedores acogotados?
Y ya es mucho el tiempo que llevamos así. Mucha la gloria que ha cosechado, poca la crítica que ha cuajado. Difícil romper el hábito para poder crear un gusto nuevo. Complicado empezar a pasar a Mercadona por el test. Sale más a cuenta acercarte a la máquina del jugo de naranja natural, con una piña en una mano, el móvil en la otra y el ánimo dispuesto a celebrar.
Pero tampoco me hagan mucho caso. Que tengo covid. Y a mí el covid me da sin fiebre, pero con bien de aburrimiento.