Revista Cine

El vocabulario en las novelas

Por Teresac
Hablábamos en Facebook sobre si determinadas expresiones son aceptables en una novela contemporánea, y viceversa, pues no es de extrañar que en una histórica te encuentres modismos demasiado actuales para la época.A lo mejor os parece una presunción lo que voy a hacer, citarme a mí misma para explicar mi punto de vista, pero si de algo presumo es del trabajo y el cuidado que pongo en mis libros. Me encanta escribir romántica histórica, porque me gusta el vocabulario elegante, las formalidades, todas las restricciones que me impone el género. Pero cuanto me he decidido a escribir contemporánea, he tomado el camino exactamente contrario, he procurado soltarme por completo y utilizar un lenguaje lo más coloquial posible, especialmente en los diálogos. ¿Supone esto bajar la calidad de la escritura? En absoluto. Simplemente adaptarla al personaje y las circunstancias.Os contaré una anécdota: en mi novela corta "Coral" de la saga "No todo fue mentira", que comienza en Vigo, aparecen dos personajes de los barrios bajos. Estos dos maleantes hablan fatal, uno sesea por influencia del portugués, y ambos se comen preposiciones y artículos, como solemos hacer los gallegos en el habla cotidiana. Pues bien, el corrector que se hizo cargo de este libro, decidió pulir el habla de los personajes, y sus frases quedaron perfectas, como de estudiantes universitarios. Comenté lo ocurrido con mi editora, y se solucionó sin mayor contratiempo, con mis maleantes hablando como debían hablar, y no como manda la Academia de la Lengua.Y ahora, para finalizar, ahí van los ejemplos. 

Esta escena es de mi última novela histórica, "El mapa de tus sueños":"–Tiene usted un gran don para contar historias, encantaría a la mismísima Scherezade. –Me temo que me he dejado llevar por mi imaginación –Mercedes bajó el rostro, ruborizada–. Mi padre siempre dice que es fruto de mis lecturas desordenadas. El me enseñó a apreciar los clásicos, ya sabe, desde Homero a Shakespeare, pero debo confesar que los alterno con novelas de aventuras, puro divertimento, e incluso folletines románticos de los que se publican en diarios y revistas.–¿Y ha pensado en hacerse novelista?–¿Yo? –Mercedes dejó escapar una breve carcajada que hizo eco en la calle vacía–. No se burle así de mí, por favor.–No lo hago.Estaba demasiado cerca, y la miraba a los ojos, serio, con apenas un rastro de humor en las comisuras de los labios. Mercedes se descubrió mirando su boca hipnotizada.–Ya hemos llegado –acertó a decir, descubriendo al fin que llevaban un buen rato parados ante la puerta de su casa–. Despertaremos a doña Milagros si seguimos hablando bajo su ventana.–Me despido entonces, hasta el lunes, en mi casa –Mercedes asintió, ofreciéndole su última sonrisa, lamentando tener que dejarlo ir. Damián pareció leer la indecisión en sus ojos y se detuvo a unos centímetros de ella, mirándola pensativo–. ¿De nuevo está tentándome? –por toda respuesta, Mercedes se humedeció los labios con la punta de la lengua–. Supongo que esa es una respuesta afirmativa.Con cuidado, como si temiera asustarla o lastimarla, la tomó por la barbilla y la besó. Un beso corto, suave, apenas una caricia, que le arrancó un suspiro de anhelo. A continuación le abrió la puerta de la casa y esperó a que entrara, cerrándola a sus espaldas.Apoyada contra la fría pared, desmayada, sin aliento, Mercedes escuchó el sonido de sus pasos alejándose por la calle solitaria." 


Y esta de mi reciente contemporánea "No soy la Bella Durmiente":

"—¿Pero se puede saber qué bicho te ha picado? ¿Qué te he hecho para que ahora te pongas tan borde conmigo?Sergio abrió los ojos y la vio parada al pie de la cama, con las manos en las caderas, sin darse cuenta de que así la enorme camiseta marcaba sus deliciosas curvas. De repente no supo por qué estaba tan enfadado. Se incorporó sobre los codos y dejó que la sábana resbalara hasta su cintura, mostrando su pecho desnudo y una línea de vello oscuro que desaparecía bajo la tela, como una interrogación. Disfrutó de la mirada admirativa de Sofía mientras la boca comenzaba a hacérsele agua.—Ven aquí y te lo explico.—¿Aquí? ¿Dónde?—Aquí cerquita.—¿Me lo vas a decir al oído?Sofía trepó a la cama, a cuatro patas, y se acercó a él juguetona. No sabía qué demonio la estaba invadiendo, y ni siquiera le podía echar la culpa a la bebida. A lo mejor tenía razón Sergio y seis meses de castidad eran demasiado tiempo.—Te diré todo lo que quieras oír si a cambio tú me enseñas lo que llevas bajo esa camiseta.—Qué descarado.Descubrió que Sergio tenía un tatuaje, un poco más abajo del ombligo, a la derecha, cerca de la cadera. Se detuvo a inspeccionarlo, pasando las yemas de los dedos con suavidad por su contorno.—Mira quién habla."La diferencia esencial está en el diálogo, como es evidente. Nada tiene que ver la pareja del siglo XIX con la del XXI, y no es solo porque entre Sergio y Sofía haya una amistad y confianza que no existe aún en la escena de Mercedes y Damián. Espero que el ejemplo os sea válido y abro debate. ¿Crees que la contemporánea, al utilizar un vocabulario actual y más coloquial, tiene menor calidad que la histórica? ¿O solo es aparente?¿Crees que los autores nos movemos mejor en uno u otro género, y que se nota cuando cambiamos, que no lo dominamos? ¿O el que es bueno, es bueno en todo lo que hace?Me encantaría leer vuestras respuestas a estas cuestiones.



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