Los cuatro líderes políticos que, muy probablemente, van a tener
protagonismo tras el 20-D.
(Fuente: elperiodico)
Revista Sociedad
Estamos a un par de días solamente de una de las Elecciones Generales más decisivas de las últimas décadas, y, sin embargo, las encuestas, sondeos y sensaciones de los entendidos parecen indicar que hay, todavía, un elevado número de votantes indecisos. Según algunas fuentes, incluso por encima del 20% de los que están seguros de que irán a votar, todavía no saben muy bien por quién.
Y es que el escenario político, esta vez, es complicado y, a la vez, apasionante. Hay dos formaciones emergentes, que no están presentes en el Parlamento actual y que, según todos los indicios, pueden alcanzar una posición importante, incluso por encima de los cincuenta escaños cada una de ellas. Ciudadanos y Podemos son los grandes protagonistas. Y parece que podrían barrer a otras dos fuerzas que ocupan espacios parecidos, pero que nunca han sabido ser algo más que fuerzas testimoniales. Estas elecciones podrían ser el final de UPyD y de Izquierda Unida. O no, que sorpresas habrá el domingo, con seguridad.
El bipartidismo de PP y PSOE, que han tenido la total hegemonía de la escena política los últimos casi cuarenta años, está muy seriamente amenazado. Las previsiones indican que podrían estar, conjuntamente, claramente por debajo del 50% de los votos. Este bipartidismo que ha venido perpetuándose a sí mismo es víctima de la esclerotización de la política, de la tiranía de la partitocracia y del aparato de los propios partidos, y de un sistema político que ha facilitado hasta límites irrespirables la construcción de auténticas maquinarias de corrupción, latrocinio y saqueo de lo público. No lo tienen todo perdido, pero deben apuntarse con premura y decisión al carro de la regeneración política. Lo que, hasta ahora y por cierto, no se ha visto con nitidez.
Ha llegado el momento de un cierto cambio de régimen, que sustituya al statu quo creado por el proceso constituyente que culminó en 1978, y que ha prestado grandes servicios a España desde entonces, pero que se ha ido agotando y quedando sin fuelle. Ciudadanos y Podemos, desde posiciones reconocibles como neoliberales a la derecha y socialdemócratas a la izquierda, representan muy bien esa esperanza de cambio, no sólo de Gobierno, sino también de régimen y de práctica política. Cabe la posibilidad de que, en unos años, puedan constituir el nuevo escenario de bipartidismo que nos acompañe las próximas décadas.
Pero el voto, que es un acto de tremenda intimidad, se mueve a menudo por emociones no siempre perfectamente identificables. En el voto del 20D reconoceremos, por lo menos, el temor y la esperanza. Algunos sienten el temor de que los nuevos actores no estén capacitados para gobernar España. Es cierto que son formaciones muy jóvenes, casi sin historia (por lo menos a nivel nacional, en el caso de Ciudadanos) y que han crecido mucho y con mucha rapidez. Esto ha provocado, inevitablemente, crisis de crecimiento, ya que han tenido que incorporar cuadros a gran velocidad y no siempre con los necesarios filtros. De otra parte, el mensaje de Podemos se ha ido atemperando, desde la dinámica prácticamente antisistema, heredera de los movimientos populares del 15M, hasta una posición mucho más asimilable a una socialdemocracia del centro o norte de Europa. Esto también ha creado confusión en algunos de sus seguidores tempranos, aunque ha atraído a muchos votantes tradicionales del PSOE. El mensaje de Ciudadanos, por su parte, resulta a menudo algo ambiguo, y difícilmente situable en el espectro tradicional español derecha-izquierda. Y las declaraciones poco contenidas y nada disciplinadas de algunos de sus representantes han creado fuegos donde no los había. Parece que los españoles tenemos ciertas dificultades para poner derecha y moderna en la misma frase.