Revista Historia

El Voto de Santiago o cómo la Iglesia sangró a los españoles gracias a una leyenda

Por Ireneu @ireneuc

Que el Patrón de España es el Apóstol Santiago es algo que, por conocido, a estas alturas no llama la atención de nadie. Sin embargo, lo que no es tan conocido es la forma en que llegó a ser declarado patrón de esta olla de grillos y cómo, la Iglesia, se aprovechó de este patronazgo para enriquecerse a manos llenas a costa de los españoles hasta bien entrado el siglo XIX. Estoy hablando del conocido como Voto de Santiago.

España, durante decenios se ha dado a llamar " la reserva espiritual de Europa", y es que si hay un país donde la Iglesia Católica se encuentra especialmente a gusto, ha sido este. Y no es para menos, si tenemos en cuenta el especial trato (periodos convulsos a parte) que tradicionalmente se le ha dispensado por los gobiernos de todo tipo que ha habido en el país. Sin embargo, a parte de este favoritismo que por todo tipo de condicionantes políticos ha podido ir manteniendo siglo tras siglo y que, ya de por sí puede parecer indignante, el colmo viene cuando te enteras de que, por "gracia divina" del Apóstol Santiago, la diócesis de Santiago de Compostela estuvo cobrando una auténtica fortuna en forma de "impuesto revolucionario" llamado Voto de Santiago desde la Edad Media hasta el 1834. ¿A cuento de qué vino el cobrar este voto? La historia, oscura y rocambolesca como pocas, se remonta a, nada más y nada menos, que al siglo IX.

Durante los primeros compases de la conquista árabe de la península Ibérica, los cristianos se vieron arrinconados a la Cordillera Cantábrica, donde se organizaron como buenamente pudieron y se opusieron a los ejércitos musulmanes que, todo sea el decirlo, tampoco tenían demasiado interés en someterlos. Así las cosas, las tropas del Emirato de Córdoba se conformaban con cobrarles impuestos (parias) normalmente abusivos para tenerlos controlados, a la vez que los cristianos evitaban un enfrentamiento militar del cual, en situaciones normales, iban a salir mal parados. No obstante, parece ser que al rey Ramiro I de Asturias, se le infló lo que no suena de tanta paria y decidió presentar batalla al ejército moro.

Cuenta la leyenda (y digo leyenda porque nada de esto se ha podido confirmar históricamente) que el rey Ramiro I, el 23 de mayo del 844, se enfrentó a las huestes musulmanas de Abderramán II en la batalla de Clavijo (La Rioja) ya que estaba harto de pagar impuestos y de pagar el tributo de las 100 doncellas anuales. Estaban recibiendo la del pulpo los cristianos (para no perder la costumbre) cuando al rey Ramiro I -refugiado en el castillo de Clavijo- se le apareció el Apóstol Santiago en sueños comunicándole que entraría en combate junto a los cristianos y que vencerían a los infieles.

A la mañana siguiente, cuando entraron en batalla, el apóstol, montando un bellísimo caballo blanco, se mezcló con las fuerzas cristianas, que al ver la ayuda divina, se vinieron arriba y acabaron por vencer a los ejércitos moros, acuñando desde entonces el sobrenombre de "matamoros" para el Apóstol Santiago (ver La sorprendente veneración indígena por Santiago "mataindios").

Ramiro I, a los dos días de la victoria, decretó un edicto por el que ordenaba que Santiago fuera nombrado el Santo Patrón de España, pero no solo eso. Además, como agradecimiento al apóstol por haberlos ayudado en la batalla de Clavijo, cada labriego tendría que pagar a la Seo compostelana un impuesto en metálico (a añadir a lo que ya pagaban en impuestos) al cual se tenía que sumar una décima parte de la cosecha de cereal que obtuvieran. Una auténtica sangría.

Como he comentado antes, no hay constancia histórica ni de la batalla, ni del edicto firmado por Ramiro I, pero lo que sí hay constancia es de que este "voto" se pagó desde el siglo XII, afectando a un territorio inmenso que iba desde Galicia a La Rioja. La Iglesia, habida cuenta el fortunón que ello significaba para la diócesis de Santiago de Compostela, que había entrado en crisis tras la bajada de peregrinos por la ocupación musulmana, no se opuso de ninguna forma a cobrar dichos cánones. Cánones que iban aumentando conforme los territorios bajo dominio cristiano aumentaban lenta pero inexorablemente.

De esta forma, el Voto de Santiago se implantó durante siglos para alegría de todos los " paganos", a pesar de que había serias dudas sobre su autenticidad y las nuevas diócesis entraban en pleitos por no tener que pagar a Santiago de Compostela unas contribuciones basadas en leyendas. No obstante, el voto recibió un sonoro espaldarazo de mano de los Reyes Católicos, los cuales, tras la compra de Granada (ver ¿Qué fue de Boabdil después de rendir Granada?), instauraron el llamado "Voto de Granada" (pagado también a Santiago) apelando a la oficialidad del voto compostelano. Evidentemente, si los Reyes Católicos nombraban el Voto de Santiago y los privilegios de Ramiro I, ello significaba que existían...¡a ver quién les llevaba la contraria!

Así las cosas, el Voto de Santiago (defendido a capa y espada por la potentísima Orden de Santiago) se siguió abonando pese a los denodados esfuerzos y pleitos de las otras órdenes, las cuales intentaron desbancar el patronazgo oficial de Santiago como forma de limitar el ingente poder que acumulaba la sede compostelana y sus entidades acólitas. Pero sin grandes resultados.

Los pleitos contra el Voto de Santiago, debido a esta más que dudosa autenticidad, siguieron constantes, aunque el "original" del edicto de Ramiro I que se utilizaba para corroborar el voto "curiosamente" desapareció en 1534 de la Real Chancillería de Valladolid en uno de estos pleitos, quedando tan sólo copias de él. Copias que, historiográficamente, demostraban que los diversos edictos eran falsificaciones " oficiales " encaradas a legitimar una serie de impuestos que de otra forma no hubiera sido lícito pagar.

Justamente por ese interés de los reyes en el mantenimiento de los equilibrios político-eclesiásticos, los Austrias se movieron entre una ligera oposición al voto y un total apoyo a la causa "santiaguista". Tal fue el caso de Felipe IV que, no solo confirmó el pago del Voto de Santiago en una gran parte de la península (la Corona de Aragón estuvo siempre exenta de su pago), sino que institucionalizó la ofrenda anual al santo compostelano que consistía en, además de las correspondientes misas el día 25 de julio (presididas por el rey si eran año jacobeo), en una aportación de 1.000 escudos de oro para la diócesis. No hace falta decir que la Iglesia la aceptaba de mil amores.

Los siglos pasaron, y pese a los pleitos y quejas generalizadas del pueblo, de diócesis y de órdenes ajenas a las santiaguesas, el Voto se siguió cobrando hasta 1812, en que la entrada en vigor de la Constitución de Cádiz por los liberales, abolió dicha prebenda para la Iglesia. No obstante, la involución conservadora de Fernando VII (ver ¡Muera la libertad!... y no era una broma) hizo que cuando volvió en 1813, éste lo volviera a imponer y que cuando los liberales retomaron el poder en 1821, lo volvieran a quitar. Enfrascados en este quita y pon del Voto, en cuanto el "rey felón" volvió en 1824, lo volvió a endiñar hasta 1834, en que una vez muerto, la reina regente María Cristina (ver Fernando VII, el Borbón que competía con el negro del Whatsapp ) lo eliminó ya definitivamente... aunque no del todo, ya que aún colea.

Efectivamente, aunque se eliminó la tasa impositiva, la ofrenda anual y el abono de los 1.000 escudos de oro (actualizada a pesetas y reducida a una cantidad simbólica) se siguieron haciendo hasta la Segunda República en que, habida cuenta que España en aquel momento se había convertido en un estado laico, el gobierno renunció a hacer ningún tipo de ofrenda (ni religiosa, ni pecuniaria) al Santo Patrón.

Franco, emulando al reaccionario Fernando VII, tras la Guerra Civil volvió a implantar la ofrenda oficial -según él España continuaba estando en deuda con el Apóstol Santiago- siendo él mismo el que presidiría la misa compostelana en los años jacobeos, costumbre que, tras la muerte del dictador, traspasó al rey Juan Carlos I, el cual ha presidido todos los habidos hasta la actualidad. Felipe VI, por su parte, aún no ha tenido la oportunidad, ya que el último fue el 2010 y el próximo año santo compostelano es el 2021.


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