Uno tiene que votar, o que no votar de una manera reflexiva y reflexionada, aunque no creo que en circunstancias como las actuales la abstención activa sea la solución. No es viable creer que no votar va a cambiar las cosas, eso mismo se hace en las elecciones europeas y se analiza diciendo que la gente no se siente atraída por las elecciones.
Cuando alguien quiere hacer daño a los mercados, considera que hay una salida alternativa a la salida de recortes que nos proponen tanto PP como PSOE, tiene que votar a una fuerza que haya sido coherente en sus planteamientos durante los últimos años, una fuerza que represente a la izquierda en el parlamento, un movimiento político que represente la ética y que tenga legitimidad para hacer caso a lo escrito en el programa electoral.
Porque podemos caer en los cantos de sirena del: “no lo volveré a hacer más”, pero ya estamos cansados de que gane quien gane se terminen implementando políticas de derechas. Habrá que atender a otras prioridades, hacer caso a lo que nos pida nuestra conciencia cansada de tener que votar con la nariz tapada. Votar libremente, reflexionadamente a quienes han defendido en las calles y en las instituciones a los más desfavorecidos. Con los pobres, con los que no tienen nada que perder, con los de abajo queremos seguir estando y queremos seguir representándolos con mayor fuerza y oponiéndonos a las políticas neoliberales de los partidos mayoritarios.
Salud, reflexión y república