Revista Cultura y Ocio
El voyeur ¡Je Je¡ hoy me he acordado de aquella noche echados sobre los escalones oscuros en el jardín del instituto. El pelo castaño suelto y recién lavado, con flequillo pero ya un poco crecido, cubría tus cejas demasiado jóvenes aún no depiladas y tus ojos marrones o grises ¡diablos¡ no lo recuerdo… ¡miel¡ ahora sé ¡unmm¡ quisiera volver a verlos. No olías a nada, solo a ti. Los labios cerrados, gorditos y tiernos, daban a tu cara ovalada ese aspecto tan serio e interesante pero que cuando se abrían para sonreír te descubrían cómplice, radiante y mía… como yesca para el alma. Llevabas puesto un típico vestido tuyo, blanco y suelto bajo el pecho, ceñido a este por un elástico corpiño; facilísimo a mis manos torpes …y tu cara cerca. Un imbécil voyeur se acercó gritando, quería asustarnos y vernos de cerca ¡idiota¡ tu rostro cambió al asombro, a la vergüenza y un poco al miedo ¡animal¡ he maldecido toda mi vida a esos estúpidos que no tiene suficiente con el mal de excitarse expiando a otros si no que humillar psicológica o físicamente al indefenso supera su gozo; sin saber siquiera ¡necios¡ porqué ni qué coño es lo que sienten. Nos duró poco el sofoco, le dimos unas cuantas voces y lo mandamos a la mierda. Marchamos de allí abrazados, queriéndonos más si cabe, tú a mi lado izquierdo, yo feliz de ti.
© f. buendía