Ahora que el gigante que es Iberia despide a 4.500 trabajadores y se propone absorber a su participada, la rentable y pequeña Vueling, y cuando Artur Mas lanza su aventura independentista, podríamos establecer cierta relación entre ambas compañías y la España constitucional y Cataluña.
No es que Cataluña sea más eficiente que España al completo, porque Mas ha fracasado gobernando y por eso adelanta elecciones y reta con el independentismo.
Es que allí hay políticos-economistas y a la vez empresarios que podrían dirigir el país, como el barcelonés Josep Piqué, el presidente de Vueling que en cuatro años duplicó los pasajeros de la compañía, mientras Iberia perdía un tercio de su flota de aviones.
Algunos españoles muy, muy notables, creen que Josep Piqué, excomunista converso al capitalismo moderno y globalizado, y exministro en varios departamentos con José María Aznar, podría demostrar que un catalán puede gobernar España sin los complejos provincianos de los nacionalistas.
Porque pocos catalanes se han atrevido a dirigir el país, un territorio quince veces mayor que el suyo, y actualmente con 6,7 veces más población.
Tendríamos que volver al siglo XIX, al General Prim o a Pi i Margall para ver catalanes a la cabeza de España, mientras otras regiones daban distintos jefes de Gobierno.
El convergente Miquel Roca quiso serlo llevando de segundo a Florentino Pérez, el actual presidente del Real Madrid, pero tras el primer fracaso de su Partido Reformista en 1986, desistió definitivamente.
Ante el giro secesionista de Artur Mas hay quien arriba, muy arriba, piensa que le vendría bien al país un catalán que se lanzara al “vueling” y demostrara que los nacionalismos sólo son expresión de los complejos de inferioridad de quienes, como no se atreven a ser cabeza de león, se creen importantes como cabeza de ratón.
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