Revista Libros
El vuelo de las cigüeñas de María Isabel Molina. Editorial Edelvives, 2007, (Alandar, 88). 126 pp., 9.90 €.
Por Anabel Sáiz Ripoll.
La Edad Media, con sus claros y sombras, es un periodo histórico lleno de riqueza y que, contra lo que nos pudiera parecer, no está tan alejado del sentir actual. Los hombres y mujeres medievales sufrían y penaban, amaban y luchaban con tanta fuerza y determinación como pudiéramos hacerlo nosotros y, eso sí, con muchos elementos en contra.
La historia no es una secuencia de fechas y citas más o menos ordenadas, más o menos aburridas, más o menos interesantes. No. La historia es mucho más y, buena prueba de ello, es la novela histórica que goza de muy buena salud.
El vuelo de las cigüeñas, de María Isabel Molina, es un relato destinado a los jóvenes desde los 12 años y aun a los adultos porque el hecho que relata bien puede interesar a todas las edades. Enmarcada en un momento tan apasionantes y convulso como el S. IX, toma como punto de referencia el reinado del rey Alfonso III de Asturias y el traslado, desde Córdoba de las reliquias de los mártires Eulogio y Leocricia.
Dulcidio es un sacerdote mozárabe que se ha hecho cargo de Gonzalo, puesto que, en su niñez, perdió a su padre en un ataque normando. Gonzalo ha aprendido muy bien el oficio de copista y es el encargado de acompañar a Dulcidio a Córdoba para hacerse cargo de las reliquias como fruto de un acuerdo de paz con el emir de Córdoba.
María Isabel Molina, como suele, ofrece un fragmento de la intrahistoria puesto que en Córdoba no todo el mundo, no todos los cristianos, ven con buenos ojos ese acuerdo. De manera muy plástica la escritora ahonda en los usos y costumbres de los cristianos cordobeses y de los cristianos castellanos, tampoco deja fuera aspectos lingüísticos y culturales que nos ayudan a entender mejor ese momento especial de la historia.
En Córdoba, Gonzalo encuentra no solo muchas novedades, ya que corre aventuras y su vida corre peligro, sino que también conoce el amor, gracias a Meriem, la hija de la llamada Dama Blanca y el mayordomo del emir. La Dama Blanca es una mujer cristiana, de rasgos albinos, que fue objeto de un trueque entre cristianos y musulmanes y que ha conservado no solo su religión sino que se la ha transmitido a su hija. Por un momento, el lector supera los prejuicios que pudiera tener y entiende que solo una sociedad tolerante y permisiva puede desarrollarse. La historia entre Meriem y Gonzalo tiene un final feliz, aunque deberá recorrerla el lector.
El vuelo de las cigüeñas es, como estamos diciendo, un retrato admirable de la sociedad del S. IX a la que dota de vida y emoción. María Isabel Molina logra insuflar vida nueva a unos personajes que bien pudieron haber existido.