El comienzo de la película merece ya una cierta consideración y atención por parte del espectador. La presentación del personaje tras una noche de alcohol y sexo y su puesta en marcha para pilotar un vuelo que para nada resultará tranquilo atrae sin más. Las secuencias del mismo, llenas de tensión, expectación y nerviosismo están sabiamente filmadas y con maestría por parte de Zemeckis, que logra sin duda llamar la atención (e incluso asustar a los más susceptibles) con las peripecias que consigue el piloto puesto a tono. Un piloto interpretado por Denzel Washington con gran acierto, que consigue equilibrar la parte despreocupada y sin principios éticos de un hombre alcohólico con la parte profunda y sentida, que le lleva a evolucionar hacia el giro final de la culpa y la aceptación. Una gran interpretación derivada de un jugoso papel.
A medida que avanza la película, la trama pierde un poco de fuelle con la recaída del personaje (parecía que al principio iba a dejar de beber) y con las escenas de Kelly Reilly que, aunque más que correcta en su interpretación, aportan poco al conjunto del film y distraen bastante de la acción central. Sin embargo, cuando llegan Don Cheadle y Bruce Greenwood dispuestos a ayudar y defender a Whip ante el tribunal de la NTSB las cosas se vuelven a poner de nuevo interesantes. No digamos cuando aparece John Goodmanpara con un poco de cocaína para salvar la situación. El actor rompe la tensión y divierte al espectador en una situación peculiar y nada atípica ante la mirada incrédula de los demás presentes. No es para nada una obra maestra pero si un notable regreso del director Robert Zemeckis al mando de actores reales. Simplemente, la actuación de Washington y las espectaculares escenas del vuelo inicial ya lo merecen.
Nota: 8Alejandra Diez.
Hay algo peor que tener miedo a volar en avión, y es tener que tragarse veinte minutos de accidente aéreo para después encontrarse con una película vacía, desaprovechada y sin interés. Esos veinte primeros minutos son espectaculares, de eso no cabe la menor duda, y Zemeckis lo sabe. Por eso, como buen director de acción que es, consigue una primera escena brillante, tensa -escalofriante para algunos- y muy bien filmada y montada. Ahora bien, ¿dónde está el resto de la película? Tenemos a un piloto alcohólico que bebe, bebe y bebe otra vez, una escena detrás de la otra, sin dar a la historia ningún gancho narrativo que suscite el más mínimo interés. El guión de John Gatins, en lugar de centrarse en la trama judicial y dar más juego al personaje de un Don Cheadle totalmente desaprovechado, se queda en un grapado de escenas reiterativas que, lejos de aportar nada, acaban aburriendo al espectador y retrasando el ansiado clímax, por otra parte, demasiado corto.
Sí, Denzel Washington está muy bien, pero que es un buen actor ya se sabe. En esta ocasión, sin embargo, la poca profundidad del personaje y su casi repentina y excesivamente marcada evolución le hacen daño, y colocan su interpretación por debajo de la del muy superior Jean-Louis Trintignant. Ni él ni las dos geniales apariciones de John Goodman, este año en todas partes, consiguen hacer despegar el vuelo de Robert Zemeckis. Lo mejor, además de Washington y la primera escena, la banda sonora de Alan Silvestri, fetiche del director, que aquí regresa al piano -inolvidable el mítico tema que compuso para Forrest Gump- para regalarnos unas piezas más intimistas y personales que sus últimos trabajos, la genial Los vengadores y la más bien ordinaria Capitán América.
Nota: 6
M. del Mar Gallardo.
Historia de superación personal, de redención y de destrucción del sueño americano. Ay... cuantas veces lo hemos visto y más si sale de la fábrica de Hollywood. De ahí, no suelen salir propuestas muy estimables y éste es, precisamente, el caso de El vuelo (Fight). Robert Zemeckis siempre ha sido un director muy académico y coquetea mucho con este tipo de películas como en las sobrevaloradas Forrest Gump y Náufrago. Y no le ha ido nada mal: sus películas arrasan en el Box Office estadounidense y ha ganado un Oscar al irlo a buscar desesperadamente, no como otros que no lo tienen... Aún así, no hay que menospreciar su buen hacer, es un artesano loable. Los primeros veinte minutos de El vuelo están llenos de inteligencia cinematográfica gracias a un montaje espléndido y un uso de la tensión muy logrado. Ahora bien, tras este potente inicio todo va en caída libre hasta un desenlace facilón que bordea el ridículo y recuerda a un telefilm de sobremesa.
La historia, alargada en más de dos horas, resulta aburrida y repetitiva. Se tarda demasiado en llegar a ese juicio ansiado y después no hay un clímax suficientemente interesante como para cerrar de forma correcta la historia. El personaje principal lleva el peso de la película él solo -el resto son meros acompañantes- y Denzel Washington -actor cansino donde los haya- ejerce esa función con entereza y realiza una interpretación sobresaliente, pero menor a la labor de John Hawkes en Las sesiones y Jean-Louis Trintignant en Amor (olvidadas en los Oscar). El guión hace aguas por todos lados: no logra mantener un equilibrio en todas sus partes, los problemas del protagonista acaban por aburrir por no interesar, las tramas paralelas están deshilachadas del conjunto y uno acaba por ver a kilómetros vista la intención moralista de la cinta. Sinceramente, que este guión esté nominado a los Oscar por encima de joyas como The Master o Siete Psicópatas (o incluso ¡Rompe Ralph!) es un insulto a la inteligencia humana. Vaya, que un anuncio de esas horrorosas campañas de tráfico es más efectiva y directa: "Si bebes, no conduzcas". O una telenovela con sus personajes esteorotipados: si cambias, te perdonan.
Nota: 4
Alain Garrido.