Editorial Valdemar. 457 páginas. 1ª edición de los cuentos entre 1906 y 1929; ésta es de 2020.
Traducción de Francisco Torres Oliver, José María Nebreda y Marta Lila Murillo
De Algernon Blackwood (Shooter's Hill, Inglaterra, 1869 – Londres, 1951) había leído hasta ahora, también publicado por la editorial Valdemar, el libro John Silence, investigador de lo oculto. Lo leí en septiembre de 2007, hace ya tiempo. Me dejó una buena impresión. La apuesta me parecía atractiva: en 1908, Blackwood crea a John Silence, un detective en la estela de los clásicos Sherlock Holmes o el Padre Brown, pero que, a diferencia de estos investigadores más terrenales, se dedica a investigar casos paranormales. Más de una vez, desde entonces, había hojeado en la biblioteca de Móstoles, una antología de cuentos de terror de Blackwood, que contenía El Wendigo, que sabía que era una de sus narraciones más famosas. Sin embargo, no me decidí a leerlo porque era un libro muy antiguo, con la letra pequeña y no me fiaba de su traducción.
Al ver en las librerías de Madrid que Valdemar había publicado, había unos meses, un nuevo libro de Algernon Blackwood me apeteció solicitárselo para poder leerlo y reseñarlo. Me lo enviaron muy amablemente.
El Wendigo y otros relatos extraños y macabros está formado por 23 cuentos, tomados de nueve colecciones publicadas por Blackwood entre 1906 y 1929.
El primer cuento es La casa vacía, y en él aparece por primera vez el personaje de Jim Shorthouse, que volverá a aparecer en otros de los primeros relatos seleccionados en la antología. Imagino –el volumen de Valdemar no lo aclara– que estos primeros cuentos en los que aparece Shorthouse, que es una suerte de investigador de lo paranormal, pertenecer al libro La casa vacía y otras historias de fantasmas, publicado en 1906. El libro John Silence, investigador de lo oculto es de 1908, y este otro investigador, Jim Shorthouse, parece un antecedente claro de Silence. En La casa vacía, Shorthouse acude al llamado de una tía para investigar con ella una casa abandonada de su pueblo, donde en el pasado ocurrió un crimen, y se dice que aparecen fantasmas. La casa vacía es un conseguido cuento clásico de fantasmas, con una gran creación atmosférica.
El segundo cuento, Una isla encantada, abandona Inglaterra y nos acerca hasta Canadá, que va a ser el escenario de un número no desdeñable de relatos de este volumen. De joven, Blackwood dejó su Inglaterra natal y viajó hasta Canadá y Alaska, donde desempeñó diversos oficios. Aquellos amplios paisajes de naturaleza primigenia causarían una honda impresión en él, y se convertirán en escenarios para algunos de sus relatos y miedos más profundos. En Una isla encantada un estudiante, que se encuentra solo en una isla, recibirá la inesperada visita de unos inquietantes indios. De nuevo, es un gran relato de atmósfera, que será lo que destaque en la creación de Blackwood, en gran medida por encima de sus tramas.
Me gusta el comienzo de Un caso de oídas: «Jim Shorthouse era la clase de hombre que siempre complicaba las cosas. Todo lo que entraba en contacto con sus manos o su mente acababa en un estado irremediable de confusión.» (pág. 45). En este cuento, el narrador nos va a hablar de los sucesos extraños que tenían lugar en una habitación contigua a la suya en una pensión. Diría que J. M. James ha podido ser una influencia sobre Blackwood, ya que un cuento también de pensiones encantadas, sería La habitación número 13, del libro Historias de fantasmas de un anticuario, publicado en 1904, el primer libro de James, el que estoy seguro que Blackwood tuvo que leer.
Un caso de oídas también es un cuento de fantasmas y, aunque es un relato impecable, el lector siente que, después de dos cuentos leídos de Blackwood la sensación de que la sorpresa ha disminuido. Creo que sería recomendable leer este tipo de libros con calma, intercalando otros entre la lectura de los cuentos. Yo, por ejemplo, leí dos novelas entre medias. Al leer el cuarto cuento, Cumplió su promesa, en el que un estudiante recibe en su casa la visita de un amigo al que no ve desde hace tiempo, el lector ya sabe que ese amigo ha de ser, de nuevo, un fantasma.
Cuando le leído los libros de cuentos de un escritor fantástico actual como es el argentino Elvio E. Gandolfo, me encantaba la idea de que jugaba con los géneros y las expectativas del lector. Así en Ferrocarriles Argentinos, por ejemplo, el lector se podía acercar a un cuento de terror, el siguiente era un policía, luego uno de ciencia-ficción, luego uno costumbrista, y no ocurría como con estos cuentos de Blackwood, en los que el lector ya sabía qué camino iba a tomar la narración. Y esto no quiere decir que los cuentos de Blackwood no funcionen de forma individual, porque son realmente piezas muy logradas dentro del género.
Algo diferente en sus presupuestos me resulta Con la intención de robar, que más que un cuento de fantasmas es un cuento de posesiones diabólicas, en el que también aparece Jim Shortouse.
En Smith: Un suceso en una casa de huéspedes, volvemos al tema de las pensiones y a lo que ocurre en las habitaciones cercanas. Su construcción me ha resultado similar a alguna de las narraciones de H. P Lovecraft, como por ejemplo La música de Erich Zann. De hecho, Lovecraft comenta las obras de Blackwood con profusión en su estudio sobre el género de terror titulado El horror sobrenatural en la literatura, donde mostraba su admiración por el maestro inglés. Con esta antología he podido comprobar que Blackwood es una de las influencias más claras en la obra de Lovecraft.
Me desconcierta un poco Skeleton Lake: un suceso en el campamento, que me parece que es el cuento más corto del conjunto, y acaba por no ser un cuento de fantasmas sino de violencia.
En El que escucha volvemos al cuento de pensiones, pero esta vez más que un cuento de apariciones, es un cuento de posesiones y locura, que me acaba pareciendo original y conseguido.
En la página 157 llegamos a uno de los centros volcánicos de este libro, a Los sauces, que más que un relato sería ya una novela corta, pues sobrepasa las 60 páginas del formato de página amplia de Valdemar. De hecho, he visto esta historia publicada de forma independiente como si se tratase de una novela. Según H. P. Lovecraft, Los sauces, publicada en 1907 es «el mejor cuento sobrenatural en la historia de la literatura inglesa». No sé si cabe mayor elogio. He leído Los sauces y podría simplemente dar la razón a Lovecraft, con tan solo el permiso del propio Lovecraft, que es el escritor de El color surgido del espacio, que es otra completa maravilla de relato de terror. En Los sauces dos amigos hacen un viaje en canoa por el Danubio y tienen que parar a acampar en una de las solitarias islas que se forman en su interior, un extraño lugar en el que tal vez se estén conjurando fuerzas cósmicas. De nuevo diría, que Los sauces ha influido bastante en la obra de Lovecraft, ya que puede ser un claro antecedente de su «terror cósmico».
A Los sauces le siguen algunos relatos que son más flojos e inocentes que los leídos hasta ahora, como El baile de la muerte o La víspera de la fiesta de mayo.
El cuento de fantasmas de la mujer es diferente y más interesante, porque está narrado por una mujer. No hay muchos personajes femeninos, ciertamente, en este libro de Backwood.
En la página 263 llegamos al otro volcán en erupción del libro, la novela corta El Wendigo, que supera las 50 páginas en el formato de Valdemar. Volvemos a los grandes bosques canadienses, a los cazadores que han de enfrentarse a los espacios primigenios del planeta. En este caso, un cazador y su ayudante tendrán que vérselas con «el Wendigo», un ser primordial y mitológico que habita esos parajes. Lo mejor del relato es que el Wendigo siempre se muestra en la distancia, de forma sutil. Otro gran logro narrativo.
Igual que me ocurrió al acabar Los sauces, el cuento que sigue a El Wendigo, que se titula El embrujo del mar, me parece flojo y prescindible. El incendio del páramo es original, pero el libro aún no consigue remontar.
En El hechizo de la nieve, Blackwood parece convertirse en un narrador más joven e ingenuo. No es un mal cuento, pero no está a la altura de las grandes piezas de este libro.
En Transferencia el libro remonta. De hecho, diría que a partir de este cuento, los terrores de Blackwood me parecen más modernos y sutiles, trascendiendo al simple cuento de fantasmas. Me ocurre igual con Cómplice, que es relato original sobre un turista que puede vislumbrar la violencia que va a sufrir otra persona.
Luces antiguas sobre un pequeño bosque hostil y encantado está bien, pero no a la altura de los grandes cuentos del libro.
La otra ala, donde el protagonista es un niño que explora la gran mansión de sus antepasados me parece un texto destacado y moderno. Igual me ocurre con El ocupante de la habitación, donde al añadir un nuevo elemento como es el suicidio el cuento cobra nuevos vuelos.
En El valle de las bestias volvemos a los grandes bosques canadienses y sus secretos. Esta vez el tratamiento de la historia es diferente al de otras narraciones, y se convierte en un relato original y sugerente sobre el poder de la naturaleza.
La bolsa de viaje tiene algún elemento original, dentro de los planteamientos de Backwood, pero acaba resultando previsible.
En resumen, El Wendigo y otros relatos extraños y macabros contiene dos novelas cortas muy potentes, que son Los sauces y El Wendigo, y algunos cuentos destacados dentro del codificado género del género de fantasmas. Me ha sorprendido ver que Algernon Blackwood es una de las influencias más claras en la obra de H. P. Lovecraft. Como ya he señalado, recomendaría leer este libro intercalando otros entre medias. Sin embargo, también debo decir que, dejando aparte las antologías, este libro de Valdemar, con un solo autor, se ha convertido en uno de mis favoritos de la editorial.