Revista Viajes

El Yaque es otro mundo

Por Viajaelmundo @viajaelmundo
Bajo la sombra y la brisa

Bajo la sombra y la brisa

El avión aterrizó puntual en el aeropuerto Internacional del Caribe Santiago Mariño, en la Isla de Margarita. Eran poco antes de las nueve de la mañana de un día azul intenso, lleno de un calor arropado por la brisa. Tenía tres años sin ir a la isla y había olvidado lo mucho que me gusta esa sensación al descender del avión en el medio de la pista: entrecierras los ojos, buscas la entrada, bajas con cuidado y todo te despeina. Me gusta, mucho.

No me tardo en el aeropuerto; así que en menos de diez minutos estoy esperando un taxi que me lleve hacia El Yaque, a unos cinco u ocho minutos de ahí. Me entusiasmaba mucho la idea de quedarme en el pueblo, al menos por dos días, no tan solo por su playa que es una de las mejores del mundo para practicar windsurf y kitesurf, lo que la convierte en una referencia obligada, si no también por su gente.

El Yaque siempre ha sido una de las playas más visitadas en la Isla de Margarita y desde hace un año la atención de muchos se ha volcado a este pedacito de tierra, gracias al documental “El Yaque, pueblo de campeones”, de Javier Chuecos, en el que cuenta la vida de cuatro deportistas venezolanos, campeones mundiales de windsurf y originarios de El Yaque. Las historias de Gollito Estredo, Yoli de Brendt, Ricardo Campello y Cheo Díaz se nos vuelven cercanas y conmovedoras, y uno va hasta allá sabiendo que te los puedes encontrar en cualquier parte.

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Tranquilidad

Tranquilidad

No conozco El Yaque, pero me seduce de inmediato. Me invita a caminar descalza y sin prisa. En sí, el pueblo tiene una sola calle, pero ha ido creciendo y es una fiesta de hoteles, restaurantes y posadas que vibran en torno a una playa siempre llena de brisa fresca. “Lo único que le falta a El Yaque es que en la entrada pongan un aviso que diga que aquí también se habla español”, me dicen con los días. Y es cierto. Parece un mundo aparte. El Yaque está lejos del caos, del ruido, del apuro. Su gente es amable y curiosa, aquí no hay prisas.

La playa es poco profunda y provoca caminarla entera, varias veces. En su orilla se mezclan los olores de la cerveza fría, los tostones fritos, empanadas y ostras. Los niños corren de un lado a otro preparando sus velas, los peñeros salen desde el muelle en dirección a otra isla, la de Coche, para llevar a los viajeros a llenarse de otros paisajes. No falta quien desfile con los pies llenos de arena mostrando collares, perlas, zarcillos y artesanías. No falta quien pregunte de dónde vienes y si te gusta lo que ves.

Así me quedé hablando con José. Me dio a probar una ostra y me comí casi tres docenas. “¿Conoces a los muchachos? Gollito es primo mío, pero no está ahorita. Están viajando. Ellos se la pasan por aquí”, me dice. Está claro que me gustan las ostras y le digo que ahí estaré al día siguiente, para una nueva conversación y otro banquete. Lo mismo le dije a Carmen, que se sentó a contarme cómo hacen las empanadas de mariscos y las venden tempranito en la plaza, para luego llevar el resto a la playa, donde se encuentra conmigo. Esa empanada poderosa lleva camarones, calamares, pulpo y otras sutilezas afrodisíacas que le arrancan carcajadas a Carmen mientras me cuenta. Varios kioscos más allá, Lucía me prepara unos tostones fritos con queso y mucha salsa. Me hace prometer que devolveré el plato porque no tiene muchos y están caros. Se lo regreso vacío media hora más tarde, con los sabores arremolinados en la boca. No hago otra cosa que no sea ver el mar y comer.

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Cuando cae la tarde en El Yaque, todo se vuelve más sereno aún. Me gusta caminar descalza, escuchar el mar y ver cómo todo comienza a ir a un ritmo más lento. De algún rincón salta un merengue, las olas leves rompen del otro lado, la brisa está ahí, siempre, despeinando todos los sentidos. Hay paz en El Yaque y se siente sin mucho esfuerzo.

Toma nota:

  • Si no tienes carro, la mejor opción para llegar a El Yaque es en taxi. La tarifa (noviembre 2013) es de 120 Bs en el día y 150 Bs en la noche. El trayecto se cubre en 10 minutos, o menos. Una vez allá, todo se puede hacer caminando.
  • Desde El Yaque se puede ir hasta la Isla de Coche por Bs. 120 ida y vuelta y andar allá a sus anchas. También está la opción de un full day, mucho más costoso, pero con todo incluido (yo prefiero lo primero)
  • Hay varias opciones de hospedaje y para todo tipo de presupuesto. Solo conozco la posada Stevie Wonderland.
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