Este verano saltó a las primeras páginas de todos los periódicos deportivos una noticia que empañaba la imagen de líder ideal de Pep Guardiola. Ibrahimovic una de las estrellas del Barça afirmaba que “En los últimos seis meses Guardiola sólo se ha dirigido a mí dos veces. Yo no tengo ningún problema, pero él lo debe tener conmigo”.
Aunque hay que contextualizar estas declaraciones en plenas negociaciones del jugador para irse a jugar con el AC Milán. Parece que al menos los hechos si han ocurrido porque el propio Guardiola admitió a la prensa “ Si en los últimos seis meses he hablado dos veces con Ibra, será por alguna razón".
Es extraño que un líder como Guardiola tenga este tipo de comportamientos, porque sin duda es obligación del líder hacer todo lo posible por integrar a las personas en la dinámica del equipo, y sobre todo tratar de sacar lo mejor de ellas. Seguramente la actitud de jugador sueco deje mucho que desear, y no sea tan buen profesional como jugador, pero eso no es excusa para hacer dejación de la responsabilidad que uno ha asumido.
Dicho esto, creo que en España somos muy dados a convertir rápidamente en héroes a los que realizan un acto valiente, y a defenestrarlos y enviarlos al infierno mucho más velozmente cuando les conocemos un pecado.
Un líder, como cualquier otra persona, no es alguien perfecto. Al igual que el yin y el yang, dentro de nosotros hay un equilibrio inestable entre nuestro afán por hacer las cosas bien y nuestra pereza, entre nuestros fobias y nuestras filias, entre nuestras ilusiones y nuestros miedos. Al igual que para un mal jugador meter un gol no le convierte en un goleador, que Guardiola se equivoque no le hace ser un mal líder, porque dentro del yang existe el yin y los buenos profesionales cometen errores, al igual que dentro del yang surge el yin y hay veces que malas personas tienen comportamientos admirables.
Al igual que los líderes no deben dirigir por la excepción, nosotros deberíamos aprender a no valorar la calidad de un profesional o de una persona por una actuación concreta, sino tener memoria para poder analizar una trayectoria y ecuanimidad para no dejarnos llevar por nuestros intereses personales.
Todos tenemos un lado oscuro, y eso no nos hace ser malas personas, si fuéramos todos tan autocríticos con nosotros mismos, como críticos con los demás, esta crisis en la que estamos inmersos sería historia hace tiempo.