El investigador Bob Goldman realizó una encuesta bianual entre 1982 y 1985. El público objetivo de esta encuesta eran deportistas de elite, a los que se les preguntaba si se doparían sabiendo que esta droga les garantizaría una medalla de oro pero supondría una alta probabilidad de morir en los siguientes 5 años. El resultado es realmente sorprendente. El 50% de los encuestados respondieron que se doparían a pesar de los riesgos. Todo por una medalla de oro.
Este es el famoso dilema de Goldman: el yin y el yan. ¿Donde está el equilibrio?: ¿luchar por un sueño a cuenta de nuestra vida? o ¿no tener metas ni objetivos en la vida?. Al parecer la respuesta de estos deportistas demuestra que la cosa está dividida. ¿O todo, o nada?.
Nos han enseñado a vivir deprisa. Rápido, rápido, que parece que todo se acaba. Hay que “triunfar” rápido, llegar “lejos”, hay que “ser mucho”, hay que “tener mucho”, ... ¿Qué es el triunfo?, ¿qué es llegar lejos?, ¿qué es ser mucho?, ¿qué es tener mucho?. Son preguntas que no nos solemos hacer pero que parecen cruciales a la hora de poder reconocer el camino que queremos recorrer. No hacerse las preguntas es vivir una tiranía autoimpuesta. Asumir por buena una inercia que nos conduce a todos al mismo sitio: un embudo motivo de las prisas. Salir de aquí puede ser más lento que recorrer un camino de una única dirección y con muchas curvas.
Muchas veces la comodidad que nos ha venido dada provoca que nos volvamos un tanto “conformistas”. ¡Que a gustito se está en este sitio!. ¡Da pereza moverse!. Pero ocurre una cosa; el hombre necesita su tensión interior para encontrar el significado. Una tensión interior que resulta de la diferencia entre los objetivos por alcanzar y los objetivos alcanzados. Si la tensión interior es negativa, será señal de que nos hemos acomodado en un sillón que no nos merecemos. Un lugar que tendremos que ganarnos, y que para ganarlo tendremos que poner unos objetivos a la altura de lo que queramos alcanzar. Si la tensión interior es negativa significará que nos hemos rendido, que damos por bueno lo conseguido, el motor se parará.
Ambas situaciones tienen ventajas e inconvenientes, pero en su equilibrio está la respuesta. Es como cuando te preguntan: ¿a quién quieres más, a papa o a mama?. Yo los quiero a los dos, ¿por qué tengo que elegir?. Quiero metas y objetivos, quiero esa tensión que me mantiene despierto, necesito la adrenalina de la velocidad. Pero ojo, hay controles de velocidad ... y ahora quitan puntos. ¿Donde están los límites de las metas?, creo que es es una pregunta que sólo se puede responder de una manera muy personal. Pero es una pregunta obligatoria, de esas que si no respondes restan.
¿Cuántos se la han hecho?.