“Cada uno de nosotros es ante todo una fuerza vital”, dice Ortega. Esa fuerza vital es, en origen, arrolladora, caótica, informe. Su representante mitológico es el dios Dionysos, el dios de las borracheras, la locura y los excesos. Como contrapunto de esa fuerza vital existe el principio de realidad, que está destinado a proponerse siempre como decepcionante, a estar permanentemente por debajo de lo que la pasión dionisíaca demanda. Si cedemos a las demandas de esa pasión estaremos abocados a la locura y al extravío, pero si nos sometemos a la decepcionante realidad anularemos esa energía y caeremos en la depresión. El dios Apolo viene a hacernos una propuesta que vendría a superar este intrincado dilema: partamos de la realidad, pero para elevarnos desde ella en dirección hacia nuestros ideales.