Este panorama de corruptela genera preguntas como: ¿Hasta dónde llega la influencia del yo? ¿Todo el mundo es consciente de lo que conlleva pensar en uno mismo, o las consecuencias que tienen las acciones personales? Definitivamente, nada está puesto al azar, ni ocurre por accidente como muchas veces queremos creer.
Para entenderlo, imaginemos a alguien cometiendo una simple irregularidad. En el momento de la acción parece que sólo es un acto personal, incluso muchas veces el infractor levanta la cabeza, mira a los lados y al verse solo se siente aliviado y a salvo, considera que no ha cometido ningún delito, porque nadie le ha visto. Sin embargo, las acciones conllevan infinidad de consecuencias, la repercusión va mucho más allá de la propia persona que las lleva a cabo, y el perjuicio suele ser incalculable.Muchas a veces, los representantes sociales animan a la sociedad a actuar contra una persona o una empresa particular, convenciéndola para que vaya contra ese objetivo como si esa acción no fuera a tener ninguna repercusión, como una simple acción política. Sin embargo, sea lo que sea, tiene sus consecuencias.Veamos otro ejemplo, el brutal acto de violencia de los ultras que se llevaron por delante a un aficionado al fútbol. En el momento de los hechos parecía tratarse sólo de un encontronazo entre dos bandas ultras, pero las derivaciones son muchos mayores de lo que se ve a simple vista. Los efectos afectan a la familia del fallecido, la familia de los detenidos, los aficionados de los clubes, el equipo de fútbol, la imagen del país… en decir, miles y miles de personas.Por lo tanto, no podemos menospreciar la magnitud de una acción personal, que nos lleva a la siguiente pregunta ¿si los personajes públicos cometen una infracción, lo consideran sólo como una acción inocente, que no afecta a nadie más? ¡Grave error! Sobre todo, creerse que están por encima de las cosas, porque no sólo están favoreciéndose de forma individual, sino que descalabran el futuro de miles y miles de personas inocentes, mucho más honestas que ellos mismos.Imaginemos esta otra situación, cuando los gobernantes toman una decisión que repercute directamente sobre la estabilidad de las pequeñas empresas, y obligan a muchos empresarios a echar el cierre. ¿Se dan cuenta del daño que causan, o de la repercusión de esas decisiones? Parecerá que no tenían más remedio y es probable que así sea, pero la contaminación abarca un terreno demasiado grande para no pensárselo dos veces, para buscar en ello réditos políticos eventuales, a costa a de miles y miles de personas inocentes, sin poder de decisión.imagen: morguefile.com Si te ha gustado este artículo, compártelo. Gracias.Tweetear
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