¡Gold, gold, gold!, ¡Oro, oro, oro!.
El grito corrió como un reguero de pólvora por todo el valle y la estampida en
busca de la riqueza no se hizo esperar. En Skagway, comenzaba la leyenda del
White Pass y la Yukon Route.
Si quieres, he preparado este archivo de audio que te puede acompañar en la lectura del artículo. Pincha en él, es independiente de la lectura.
El titular del Seattle Post del 17 de julio de 1.897 por
el descubrimiento de oro en el Klondine no hacía más que confirmar la
predicción realizada por el fundador de Skagway, el capitán William Moore. Cientos
de miles de hombres y mujeres llegaron a la localidad dispuestos a abrirse paso
a través de la ruta de Chilkoot, la más dura y agreste y dominada por los
indios nativos.
Al igual que la Torre Eiffel, el Canal de Panamá o la
Estatua de la Libertad, la Ruta del White Pass & Yukon ha sido declarada
Monumento Histórico Internacional de la Ingeniería Civil. Es este un
reconocimiento en base a los innumerables obstáculos que hubo que salvar y a la
peligrosidad en su construcción, aunado con una climatología extrema. Yo desde
aquí me sumo a ese bien ganado reconocimiento. No fue hasta que hicimos el
recorrido, en uno de sus viejos pero bien cuidados vagones, cuando tomas
verdadera conciencia de lo allí realizado. Lo mismo te puede ocurrir a ti al
leer estas líneas así que, cuanto antes puedas, debes comprobarlo por ti mismo.
Como ya os relatábamos en el anterior artículo de Skagway,
llegamos aquí como escala de nuestro crucero por Alaska, a bordo del Star de
NCL. Desde hacía tiempo, en lo que suele ser habitual en nuestra programación
de viaje, la ruta del White Pass se había marcado en rojo en nuestra agenda.
¡Esto no podemos perderlo!. Sacamos nuestros billetes en M&M Tours, esquina
de Spring St. con la 2nd. Av. (236$ de 2.011) y decidimos que la vuelta la
haríamos en el bus por lo que fue la pionera y peligrosa ruta del Chilkoot Pass.
De esta forma tendríamos dos perspectivas diferentes del valle. Sea cual fuere
la ruta, es obligatorio llevar los pasaportes porque en el recorrido saldremos
de EEUU, entraremos en Canadá y volveremos a entrar en EEUU.
Aún cuando en la actualidad los trenes son arrastrados por
locomotoras diesel, la vieja máquina de vapor, la #73, todavía cumple su
función al igual que la famosa #69. Ascender desde el nivel del mar, en
Skagway, hasta los casi 3.000
metros de altitud en unos pocos 34 kilómetros de
recorrido; sortear unas cerradas curvas y pendientes de casi el 4% y viajar
todavía en los originales vagones de 1.900, cada uno de ellos con los nombres
de los ríos y lagos que divisaremos, es un homenaje a Samuel Graves, John
Hislop, EC Hawkins y Michael J. Heney, que construyeron y financiaron la obra
así como a los 35.000 trabajadores que la llevaron a cabo, en tan solo 26
meses, y en condiciones climatológicas extremas. Una prueba de ello la tenemos
en el muelle de Skagway, donde podemos apreciar la máquina quitanieves Rotary
#1, construida en 1.898 con 12 enormes aspas, y que todavía sigue operativa.
Es verano (junio de 2.011); el tranquilo ascenso nos da
paso a una preciosa y variada vegetación, y al discurrir de un agua cristalina
por las cascadas del río. Se pueden todavía apreciar las montañas nevadas lo
que te hace pensar cuan duro fue aquello. Antes de atravesar el segundo de los
túneles horado en la roca, aún cuando todavía podemos divisar paisajes nevados,
la preciosa y variada vegetación junto a las cascadas del río va desapareciendo.
Estamos cerca de la cumbre del White Pass y, aunque hoy en día el trazado se ha
variado ligeramente, podemos observar otra de las maravillas de ingeniería: el
puente voladizo de acero que se levanta 65 metros sobre el cañón
denominado Dead Horse Gulch y que, en 1.901, era el más alto del mundo.
La orografía rocosa se mezcla con numerosos pequeños lagos
de color esmeralda. Los glaciares todavía son visibles en las montañas. La
llegada al Lago Bennett, ya en el territorio del Yukon en la British Columbia
canadiense, es admirable. Hemos disfrutado de un recorrido apasionante que
nunca jamás desaparecerá de nuestras retinas. La música que estás escuchando,
la voz ronca y profunda de Lee Marvin, es la pieza más importante de una
extraordinaria película: La leyenda de la ciudad sin nombre. Espero que con
ella y con estas líneas te haya podido transportar durante un momento a este
mágico recorrido; si no ha sido así, que sepas que yo siempre te desearésalud,
ciudadano viajero.