Revista Cultura y Ocio

El zorro

Por Igork

Estando sobre un montículo de la colina vi un zorro cruzar un claro de hierbas altas del bosque. El zorro, indiferente, dotado de un afilado olfato, ojos profundos y orejas puntiagudas, sabía que yo estaba ahí y no le importaba nada. Sondeaba y sabía todo lo que ocurría a su alrededor y un poco más allá, en aquel momento. Él iba a alguna parte, siguiendo una dirección invisible con algún misterioso propósito. Ignorado, supe que para el zorro yo era neutro, ni malo ni bueno, como un guijarro en el camino. Por eso avanzó apartando la alta hierba por el claro, haciéndose visible. Le daba igual que lo viera fugazmente o no. Él formaba parte de un todo, de la delicada red de equilibrios del bosque, del valle, de la sierra de montañas rocosas y ríos briosos. Yo no, yo era lo vírico, el agente externo, la anomalía que en cualquier momento, por descuido o a conciencia, podía borrar el monte entero y su creación. El zorro cruzó el claro del bosque, adentrándose y desapareciendo en las tupidas y verdes tinieblas.

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