Es un cliché pensar en Grecia y asociar la cuna de la civilización occidental con sus paradisíacas playas. No obstante, Elafónisos, entre el Peloponeso y Citera, lleva al extremo lo que la imaginación más frondosa puede crear.
Sus 1900 habitantes están acostumbrados a ver las aguas del Mediterráneo más turquesa que nada en el mundo. Incluso, saben que las cadenas hoteleras hacen sus más esforzadas inversiones para ofrecer el confort acorde a semejante paisaje. Los hoteles más recomendables están en el Peloponeso, en la parte continental.

Elafónisos es un pueblo de pescadores, con una villa prácticamente insignificante. Los visitantes llegan allí en ferris, desde el continente. Estos transportes tardan unos 10 minutos en cruzar los 600 metros que separan el Peloponeso, de la isla.

Ya sea desde el pequeño puerto de Pounta, situado en el extremo sur de uno de los dedos de la península del Peloponeso, o desde Kythira, isla vecina que posee aeropuerto, los ferris trabajan incansablemente en verano, llevando y trayendo viajeros a disfrutar de este paraje de singular belleza.

Un secreto: nadie debe dejar de disfrutar de la cocina tradicional griega en las hermosísimas tabernas esparcidas por toda la isla. Frutos de mar, como el pulpo, regados con el mejor vino blanco de la zona, hacen que este lugar quede grabado en la memoria por siempre.