Mariano Vázquez.-- Esta expresión la usó el presidente-candidato Evo Morales en el multitudinario cierre de campaña del miércoles pasado en la combativa ciudad de El Alto. Y ni los candidatos opositores dudan que el domingo 12 recibirán una paliza en las elecciones generales en Bolivia.
Se espera un voto sólido al Movimiento Al Socialismo (MAS) en todas las capas sociales: desde el apoyo leal, duro, histórico de los movimientos sociales y las áreas rurales, pasando por el de importantes sectores de la clase media, hasta sectores del empresariado que se han beneficiado de la bonanza económica y la seguridad para invertir y ganar altos dividendos. El apoyo a los nueve años de gestión se observa también en el pase a las filas del oficialismo de sectores históricamente opositores al proceso de cambio.
Todas las encuestas vaticinan un triunfo abrumador del presidente Morales promediando un 60 por ciento de los votos y superando al segundo por más de 40 puntos. La oposición, que presenta candidatos emparentados con el pasado neoliberal, excluyente y represor a los movimientos sociales, se ha resignado a pelear por la jefatura de un espacio opositor, que se vislumbra apenas simbólico. Así, en las últimas semanas, el empresario del cemento y exministro de Planificación del período privatizador (1989-1993), Samuel Doria Medina, y el expresidente e hijo dilecto de Washington, Jorge “Tuto” Quiroga, se tiraron con munición gruesa acusándose mutuamente de ser funcionales al Gobierno. Reclamos de candidaturas únicas, exigencias de debate para ver quién representa la verdadera oposición y recuerdos del pasado non santo, saltaron a las tapas de los medios bolivianos. Sumadas ambas tiendas políticas, apenas superan el 20 por ciento de intención de voto.
“Es la economía, estúpido”, dijo una vez en campaña el expresidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, para graficar que los ciudadanos votan pensando en su bienestar. Y es sin duda la bonanza económica la que está definiendo el apoyo transversal a la gestión de Evo Morales. Cabe recordar que antes del 2006, Bolivia salía a mendigar, cada fin de año, a los organismos internacionales dinero para poder pagar los aguinaldos. Sus reservas internacionales eran lastimosas y se lo consideraba el segundo país más pobre del continente, luego de Haití. Gobernaba una elite para las elites adineradas y blancas. Con el quiebre histórico de las elecciones de 2005, las mayorías indígenas-campesinas-originaras, los trabajadores, el subsuelo de la patria se convirtió en protagonista de un proceso inédito en la historia de Bolivia.
Los intentos desestabilizadores, que incluyeron prácticas de separatismo regional inspiradas en la balcanización de la ex Yugoslavia, golpes de Estado, con el asesoramiento directo de la Embajada de Estados Unidos, se diluyeron y hoy la gran mayoría reconoce los logros de la gestión Morales. Los hitos son cuantiosos. En política macroeconómica: el Producto Bruto Interno se multiplicó cuatro veces, las reservas internacionales crecieron hasta los 15 mil millones de dólares, los depósitos bancarios pasaron de 3 mil a 15 mil millones. La nacionalización de los hidrocarburos generó recursos que fueron distribuidos en los nueve departamentos, en las universidades, en la gestión de bonos sociales para los niños y adolescentes en edad escolar, a los mayores de 65 años y a las mujeres para la crianza de sus hijos. Además, la extrema pobreza se redujo del 38 por ciento al 18 por ciento en apenas nueve años.
Sin perder su naturaleza antiimperialista, antineoliberal y anticolonialista, ni el apoyo de los movimientos sociales (“Gobernamos obedeciendo a los movimientos sociales”, repite Evo) el proceso de cambio suma adeptos impensados. La intención de voto no baja del 42% en ningún lugar del territorio.
Dobles vías, agua potable hasta en las zonas más recónditas, masificación de la instalación de gas domiciliario, desarrollo de las áreas rurales, tres líneas de teleférico en la ciudad de La Paz, el satélite de Telecomunicaciones Tupac Katari, la alfabetización y pos-alfabetización cumpliendo las metas de la Unesco. Son otros de los hitos sociales que se suman al control férreo de la inflación y al aumento cada año del salario de los trabajadores. Acciones que aunque parezcan lógicas son inéditas en la historia de Bolivia. Y las promesas a futuro hablan de un país sin techo de crecimiento, que se convertirá en el corazón energético de Sudamérica. Justamente la industrialización es el desafío que el gobierno se planteó para el período 2015-2020.
El bienestar económico se palpa en las calles. Es habitual escuchar la frase positiva: “¡Cómo ha cambiado Bolivia!”
La expectativa oficial es obtener los dos tercios en ambas cámaras de la Asamblea Plurinacional. Algo que parece muy posible si uno observa los multitudinarios actos en los cuatro departamentos de la llamada “Media Luna”, histórico bastión opositor al proceso de cambio y que parece rendido a los pies del Evo. La última encuesta le otorgó al Presidente un 50 por ciento de la intención de voto en el siempre díscolo Santa Cruz. Morales, que ha batido todos los récords electorales, va por uno más: ganar en los nueve departamentos del Estado.
Se viene el “Masazo”.
@marianovazkez
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