El interés que despiertan las elecciones americanas se debe en gran parte a las consecuencias internacionales de su resultado. En Europa, tras el inicio de la crisis del euro, los acontecimientos que tienen lugar en Alemania han cobrado una creciente importancia debido a su poder económico. Y entre esos acontecimientos no hay nada que despierte más interés que unas elecciones a la Dieta de la Bundesrepublik.Hay elementos que dotan esta elección de una mayor curiosidad, como el perfil silencioso del liderazgo alemán. No es la primera vez que trato el tema del liderazgo alemán en la UE, su indiscutible poderío económico y el declive del poder francés ha hecho que Alemania adquiera un liderazgo que no desea y que, por tanto, ejerce mal.Alemania no desea el liderazgo político de la UE. Se encontraba muy cómoda ejerciendo de locomotora económica mientras París ejercía de portavoz político. Pero la crisis del Euro y la renqueante economía gala dejaron a Alemania sin copiloto y Berlín tuvo que recoger el testigo del liderazgo político.En estas elecciones aunque la crisis del euro ha sobrevolado los debates políticos por lo que pueda costar al ahorrador alemán, muchos de los debates se centraron sobre medidas internas que puedan dilatar el bienestar alemán. Existen varios millones de alemanes que viven de los llamados mini jobs por los que el Estado paga una parte del salario y éstos no pueden rechazar las ofertas de trabajo que le surjan en varios km de distancia de su domicilio. Una serie de bonos sociales complementan el salario, de forma que así se maquilla la precariedad laboral alemana. Aunque hay que reconocer que su flexibilidad laboral y la sana colaboración entre patronal y sindicatos está siendo la clave de un éxito continental sin parangón.A pesar de ello, existe un miedo razonable a que la crisis del Club Med termine por alcanzar Alemania, al fin y al cabo la industria germana exporta más a Francia que a China. Por ello los dos grandes partidos, la CDU y el SPD, se cuidan mucho de espantar al elector moderado con planteamientos extremos. Pese a ello hay algunos aspectos que parece la pena comentar.El primero de ellos es que, como pasa en casi todos los países, Alemania no forma un bloque unificado y hay que diferenciar entre la dinámica y potente RFA y la lánguida ex DDR que fue calificada por el ex canciller Kohl como un Mezzogiorno sin mafia. El domingo 15, El País ha publicado un interesante reportaje sobre las diferencias y dificultades por las que pasa la antigua DDR, la sangría de población y cómo las cifras económicas no son tan brillantes comparadas con la otra mitad del país. Aquí el partido de izquierda Die Linke tiene su mayor granero de votos con reivindicaciones anti capitalistas y anti sistema. Y no es de extrañar porque desde la reunificación se estima que más de dos millones de ciudadanos del Este se han mudado al Oeste, muchos de los cuales son los de mayor cualificación técnica dejando la DDR a la zaga del "milagro alemán".En la otra cara de la moneda situamos a Baviera, la locomotora de Alemania, con un PIB que supera la suma del de Madrid, Cataluña y País Vasco. Allí, donde los comicios para el parlamento regional se celebraron el domingo 15, la Unión Social Cristiana (CSU) la aliada de la CDU de Merkel ha arrasado con un 49% de los sufragios presagiando el empujón que electorado conservador dará a la Canciller. Con todo, el escenario bávaro nos deja algunos análisis que pueden servir para anticipar preocupaciones nacionales.A estas alturas a pocos se le escapa que la CDU y la Canciller van a repetir victoria. Las causas son diversas, pero el problema no es saber quien ganará, sino qué coalición gobernará Alemania. El auténtico problema para Ángela no es que el SPD pueda hacerle sombra, sino si el posible descalabro del los Liberales del FPD le permitirá repetir su coalición preferida o, por contra, se verá obligada a cohabitar en una "gran colación" con los socialdemócratas.El éxito de la canciller se debe a varias causas. La primera de ellas la magnífica imagen que ha logrado trasmitir Merkel como rompeolas de la crisis mediterránea. La CDU ha vendido con éxito la imagen de una canciller que, pese a la realidad, ha evitado que los alemanes tengan la imagen de que son ellos los pagadores de la crisis. Gran parte de la opinión pública germana tiene la imagen de una Merkel que defiende sus intereses y marca las pautas a los católicos y decadentes Estados del sur. Tanto es así, que en algunos casos la imagen transmitida es que la canciller peca de blanda con los derrochones Estados del Club Med, Francia incluida.Otra característica que hace de Ángela Merkel una seria contrincante es su carácter. Mezcla de dura pero flexible le hace inmune a las críticas de sus adversarios que pueden caer groseros o desesperados por hacer mella en la canciller. A esto hay que sumarle el calificativo de camaleónica que la prensa le ha achacado en repetidas ocasiones. La Canciller no se cohíbe a la hora de adoptar las promesas o idearios de otros partidos políticos por mucho que difieran del ideario de la CDU, para luego adaptarlos a su propia agenda política. Es una maestra en ese juego. Un claro ejemplo lo supuso su cambio radical de parecer sobre la política energética del país tras el desastre nuclear de Fukushima. Tras el desastre, la canciller anunció que cambiaría por completo la agenda energética del país para proceder al apagón nuclear lo antes posible, apropiándose de uno de los puntos programáticos medulares de Los Verdes. No fue el único ejemplo. También hizo suyas las propuestas hechas por el SPD para la protección social o el repentino cambio de parecer respecto a la tasa Tobin que grava las transacciones financieras. Pero la ventaja de Merkel no solo se debe a sus propios méritos, sino que ha tenido mucha ayuda por parte de la oposición. Como viene siendo la tónica general del continente la socialdemocracia se encuentra un tanto perdida y el caso alemán no es distinto. El partido socialdemócrata más antiguo de Europa ha ido a la zaga de la canciller en su lucha contra la crisis del euro, lo que le resta credibilidad a la hora de presentarse como una alternativa seria. No solo la socialdemocracia alemana se encuentra perdida, sino que su propio candidato ha realizado hasta hace bien poco una campaña errática y plagada de errores de cálculo que hicieron a la SPD temer lo peor. Entre las meteduras de pata de Peer Steinbrück se encuentra el valorar que el puesto de canciller tenía un sueldo demasiado bajo o que la Canciller disfrutaba de popularidad por el hecho de ser mujer. Quien se anticipaba como un gran contrincante por su altura en los debates y su experiencia en finanzas ha empezado muy mal la campaña. A todo hay que añadir que el candidato socialdemócrata tiene a su mayor enemigo no en las filas de la CDU, sino en el presidente de su propio partido, Sigmar Gabriel, quien no ha dudado en torpedear y criticar constantemente su campaña. A pesar de ello hay que comentar que el SPD ha empezado a escalar en las encuesta tímidamente tras el único debate cara a cara con la Canciller. Las encuestas dieron un empate técnico algo favorable al candidato del SPD. Éste empezó en baja forma y se fue viniendo arriba cuando se tocaron temas como el espionaje (y la convivencia del BND con la NSA) o el sonado fracaso del Drone made in Germany. Ahí la canciller se mostró claramente a la defensiva. Pero aunque el SPD ha empezado a escalar en las encuestas, no lo hace en detrimento de la CDU, sino de su socio: Los Verdes. Esta tendencia también la encontramos en la derecha. La CDU se ha consolidado fuertemente como partido vencedor de las elecciones, pero tampoco lo hace a costa de sus contrincantes de izquierdas, sino de su socio, los liberales del FPD. De hecho no es ningún misterio qué partido ganará el próximo domingo las elecciones federales, sino si éstos estarán en condiciones de reeditar la coalición actual. Puesto que las encuestas sitúan por debajo del obligado 5% para entrar en el Bundestag a los liberales del FPD. La impresión del electorado liberal es que el gobierno de Angela Merkel ha invertido cuantiosos recursos en políticas sociales sin que el FPD pudiese frenarlas con efectividad, de ahí su tendencia a la baja. Un primer disparo serio de advertencia lo vimos el pasado domingo en los resultados bávaros que dejaban al FPD con un pobre 3% del electorado. La canciller desearía repetir la coalición con la que gobierna cómodamente desde 2009, y también esa sería la opción preferida por el electorado de derechas, que podría modificar su voto para asegurar la permanencia del FPD en la Dieta Federal. Una opción que inquieta a los estrategas de la CDU puesto que es muy difícil cuantificar los efectos de ese trasvase de votos. Los liberales están llevando la campaña hacia ese terreno, llamando al miedo de que una "gran coalición" animaría presupuestos más generosos con las políticas sociales. Pero por lo general parece que los votantes alemanes se decantan mayoritariamente por la reedición de la "gran coalición" entre la CDU y el SPD que ahonde en las políticas sociales ante un país que tiene millones de trabajadores precarios, pero sin desviarse de la estabilidad presupuestaria. Para el electorado germano la consecución de ambos objetivos se alcanzaría con la combinación de los dos grandes partidos que, además, aseguraría una enorme estabilidad parlamentaria. Peer Steinbrück, el candidato socialdemócrata, ha repetido en no pocas ocasiones que su objetivo es no pactar con Merkel en una nueva "gran coalición" sino formar gobierno con los verdes y ha descartado un tripartito o cualquier componenda con el partido La Izquierda (Die Linke). Pero a estas alturas la distancia con la canciller es insalvable y sotto voce el SPD ve la reedición del gobierno con la CDU como un buen premio de consolación.Por tanto, a pocos días de la elección de la Dieta Federal, la incógnita residen en si los Liberales del FPD obtienen el 5% necesario para entrar en la Dieta o, como parece, se quedará a las puertas. Una mera cuestión de matices que marcará la salida de la crisis del euro y, por ende, el modelo de integración europea que Alemania está diseñando.