En un mes, 23 de abril, Francia celebrará la primera ronda de su elección presidencial. Marine Le Pen lidera las encuestas.
A pesar de ser acusada de ultraderechista la mayor parte de su programa económico nacionalista y antiglobalización es izquierdista, obrerista, heredero de los comunistas más puros, y similar al de Podemos en España.
Las izquierdas postcomunistas como el chavismo podemita se distinguen solamente de Le Pen en que:
1.- No rechazan la UE.
2.- Expresan islamofilia para atraerse votos de las crecientes poblaciones musulmanas, de las que defienden incluso el wahabismo que las arrastra a la preilustración.
Al contrario, Le Pen y el recién reelecto holandés Geert Wilders, son los más claros anti-UE y antiislamistas.
Es casi imposible que el Frente Nacional de Le Pen alcance la presidencia francesa en la segunda vuelta electoral, en mayo, pero su mensaje queda y crece, como el de Wilders, que ha obtenido veinte escaños la semana pasada, subiendo solamente cinco, cuando los sondeos le daban treinta.
Suponiendo que algún día vencieran ambos, su salida de la UE sería mucho más difícil y costosa que el Brexit, lo que la hace poco previsible.
Lo que seguirá creciendo será el enfrentamiento ideológico, político, quizás violento, entre pro y antiislamistas.
Erdoğan, presidente turco, anuncia futuras guerras religiosas europeas mientras reclama que los inmigrantes musulmanes tengan cinco hijos, ¿combatientes?
Las poblaciones de origen observan, mientras, el terrorismo islamista, su delincuencia juvenil, y las exigencias de ayudas sociales, respeto a costumbres medievales, derecho a la poligamia, áreas de sólo sharía, incluso la prohibición de que se paseen perros cerca de las mezquitas.
La aparente derrota de Gilders y la previsible de Le Pen impiden ver que está arraigando de antiislamismo en toda Europa: quizás Erdoğan tenga razón.
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SALAS