Las elecciones generales de este domingo 28 de abril han configurado un escenario político en el que la correlación de fuerzas del Parlamento se ha visto alterada sustancialmente, dejando un Partido Popular muy tocado. Para explicar estos hechos es importante que el análisis tenga en cuenta tanto el número de votos como el de escaños. Por otra parte, solo se considerarán los votos destinados al Congreso de los diputados y no al Senado, debido a que la primera de las cámaras es, con diferencia, la más importante. Esto se explica, por ejemplo, cuando recordamos que el presidente del Gobierno es elegido por el Congreso. Asimismo, aunque nuestro sistema legislativo se considere de doble lectura[1] la posibilidad de veto que tiene el Senado, puede ser superada muy fácilmente por el Congreso. Del mismo modo, no debe olvidarse que es el Congreso quien autoriza la convocatoria de referéndums, ni tampoco el papel que éste juega en la declaración de los estados de alarma, sitio y excepción. De esta manera, el Senado, ahora controlado por el PSOE, es un adorno muy caro que en la práctica solo sirve para ratificar la aplicación del 155 cuando es propuesto por el Gobierno.
En lo concerniente al análisis puramente electoral lo más destacable es la victoria del Partido Socialista que ha obtenido 7.480.755 de sufragios, lo que supone un incremento de 2.036.909 votos respecto de las últimas elecciones. En lo relativo al Partido Popular, cabe decir que 4.356.023 de personas han dejado de creer en su proyecto. Es un descalabro monumental que ha obligado a la formación conservadora a conformarse con 66 diputados. Para disponer de todos los elementos de juicio también deben recogerse las cifras de los otros tres partidos más importantes (Unidas Podemos, Ciudadanos y VOX). En este sentido, la formación morada ha perdido 1.312.235 de votos y, además, se encuentra en ese punto concreto en el que la regla D´Hondt[2] le penaliza haciéndole perder 29 diputados. Además, Ciudadanos ha conseguido 995.030 sufragios más, lo que le ha permitido sumar 25 nuevos diputados. Por último, Vox ha entrado en el Congreso con un apoyo de 2.677.173 de votos, logrando más de dos millones respecto a su testimonial presencia de las últimas elecciones, lo que se traduce en 24 diputados.
¿Qué interpretaciones se pueden hacer de estas cifras? En primer lugar hay que considerar algo importante, y es que es muy posible afirmar que estas elecciones fueron los comicios del miedo. Desde la izquierda se quería evitar que la derecha y la ultra derecha pudieran formar gobierno y retrotraernos 10, 20, 30 o más años en el tiempo. Por otro lado, la derecha estaba asustada de que los independentistas pudieran influir en el posible gobierno y que eso llegara a implicar desde el indulto a los presos catalanes hasta, en última instancia, la convocatoria de un hipotético referéndum que pudiera “romper” esa España tan importante para la derecha. Por consiguiente, el miedo ha sido el elemento que ha hecho reaccionar a los votantes de ambos bloques, registrando en estas elecciones una participación del 75,75%, casi 10 puntos más que en las últimas. Pese a ello, es llamativo que, bajo estas circunstancias, más de 8 millones de personas hayan decidido abstenerse, superando incluso los apoyos que ha recibido el PSOE.
En consecuencia, el bloque de la derecha (PP, Ciudadanos y VOX) ha sumado 11.169.796 votos. No obstante, conviene recordar que, en 2011, el Partido Popular consiguió la mayoría absoluta con 10.830.693 de votos. Por tanto, la derecha dividida en tres formaciones, solo ha logrado movilizar a 339.103 personas más que el Partido Popular en 2011. Dejando a un lado posibles variaciones en el censo, es muy destacable la capacidad que tenía entonces el PP de concentrar casi todo el voto de la derecha. Sin embargo, ahora cabe plantearse la siguiente cuestión: ¿la máxima movilización de la derecha está limitada aproximadamente a 11 millones de votos? Por el contrario, el bloque de la izquierda (PSOE y Podemos) obtuvo algunos apoyos más, en concreto 11.213.684. De esta manera, se infiere que los reclamos electorales de la izquierda han convencido más que los de la derecha. Unos reclamos que, en realidad, no dejan de ser los problemas económicos y sociales de la llamada “gente corriente”. Mientras que, el actual reclamo estrella de la derecha, es decir la exaltación, quizá desproporcionada, de la idea de España como nación, puede que no se encuentre entre las máximas prioridades de la gente. De hecho, cuando España, en 1898, perdió sus últimas colonias a casi nadie pareció importarle demasiado.
Por todo ello el bloque de la izquierda se ha impuesto al de la derecha, aunque hay que remarcar que solo le ha aventajado en 43.888 votos. Entonces, ¿cómo es posible que, con esta pequeña diferencia, PSOE y Podemos hayan conseguido 18 escaños más que PP, Ciudadanos y VOX? Esta pregunta es pertinente porque partidos como PACMA y Front Republicà han conseguido respectivamente 326.045 y 113.008 votos, pero sin alcanzar ningún escaño. Esta anomalía responde a una disfunción propia de la regla D´Hondt que supra-representa a los partidos cuando sobrepasan un determinado umbral de votos. Esta circunstancia es la que se ha dado ahora con el PSOE. En cambio la derecha, al concurrir fragmentada, ha visto como en cada circunscripción[3] ha perdido muchos diputados, lo que hace que los escaños conseguidos no se correspondan con sus votos. En conclusión, la relativamente amplia victoria en escaños de la izquierda responde a lo mismo que tradicionalmente ha hecho ganar a la derecha en otras tantas ocasiones: los defectos del método D´Hondt sumados a unas circunscripciones electorales más o menos pequeñas. Ahora bien, en este caso la habitual apelación estratégico-electoral del PSOE del “voto útil”, ha resultado ser especialmente efectiva.
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[1] Las leyes deben ser aprobadas primeramente en el Congreso (cámara baja) y luego ratificadas por el Senado (cámara alta).
[2] Es el método (proporcional) que permite convertir los votos en escaños.
[3] En las elecciones generales la circunscripción electoral es la provincia. De esta manera, cada una de las provincias tiene un número determinado de escaños en juego, que serán repartidos (mediante la regla D´Hondt) proporcionalmente entre los partidos que se presenten.