Por: Orlando Sánchez Maroto*
Toda la Masonería española (y uso esta expresión en toda la extensión del término, y no, como pretende continuamente el equipo de comunicación de la GLE, como sinónimo de dicha obediencia) está asistiendo atónita en estos días a la sorprendentemente competida campaña.
Ésta se está desencadenando por el oficio de Gran Maestro de dicha obediencia, cuyo desenlace final está previsto que se produzca el próximo 10 de marzo, jornada electoral en la que algo más de mil maestros instalados están llamados a elegir entre los tres candidatos en liza: Óscar de Alfonso, que se presenta a la reelección, y hasta hace bien poco parecía tenerla totalmente garantizada; Ramón Viñals, que ahora mismo no parece tener opciones de victoria; y Manuel Torres, cuya candidatura, que empezó con muy poco ruido, ha ido tomando notoriedad hasta el punto de que algunos, dentro y fuera de la GLE, a estas alturas empiezan a pensar que quizás las diferencias entre los mencionados Torres y de Alfonso sean finalmente menores de lo esperado al inicio de este proceso electoral.
La campaña, que al principio se presentaba como un paseo militar para de Alfonso, se ha ido volviendo cada vez más disputada, y los hermanos de la GLE han ido cruzándose en las redes sociales ataques cada vez más agresivos (y, por qué no decirlo, cada vez menos masónicos), para sorpresa y desagrado del resto de los masones españoles de otras obediencias, que temen que la mala imagen que se está dando en foros públicos acabe afectando a todos sin distinción en lo que respecta a los profanos.
Los argumentos de los hermanos partidarios de los dos candidatos con más opciones, Torres y de Alfonso, que inicialmente se centraban en el currículum masónico, en la gestión en los últimos años y en el carácter de los candidatos, han llegado al punto de dar pábulo a rumores sobre ofertas económicas para retirar candidaturas, sobre grupos de poder en la sombra que quieren hacer descarrilar candidaturas que no se pliegan a sus intereses.
Incluso una acusación directa a Diario Masónico por parte de Óscar de Alfonso de estar al servicio del Gran Oriente de Francia y de apoyar la candidatura de Manuel Torres.
La campaña está adquiriendo unos tintes de guerra total impropios de unas elecciones en el seno de una asociación sin ánimo de lucro, en la que el oficio de Gran Maestro no tiene más retribución directa que la satisfacción personal del servicio a los hermanos y el reconocimiento de éstos.
Salvo excepciones, los hermanos del resto de obediencias españolas, si bien contemplamos con estupor el espectáculo desde extramuros de la GLE, no estamos tomando partido por ninguno de los candidatos ni haciendo recomendaciones de voto, que es lo justo y lógico en esta situación. Lo fraterno en estos casos es desear suerte a los hermanos de la GLE en este proceso y sabiduría a los maestros instalados a la hora de ejercer su derecho al voto. También se debe destacar como algo modernizador y positivo la transparencia con la que la GLE está llevando a cabo el proceso electoral, al menos en lo que respecta a la confrontación de proyectos.
Ahora bien, la transparencia, si tiene alguna utilidad, es precisamente la de permitir que sean visibles tanto las virtudes como los defectos; la dinámica en la que ha entrado en los últimos días la campaña electoral no está siendo nada edificante y amenaza con dejar heridas profundas dentro de la GLE y una imagen lamentable de la masonería española en general.
Lo primero (evitar las profundas heridas) es competencia de la propia GLE y sus miembros. Los candidatos, el organismo encargado de supervisar las elecciones, los maestros instalados electores y los hermanos de la GLE tienen en su mano reconducir el proceso a formas más masónicas, constructivas y amables de contrastar las propuestas, y desde aquí les animo a ello, por el bien de todos.
Sobre la imagen que estas elecciones en el seno de una obediencia puedan arrojar sobre todo el panorama masónico español, lo único que podemos hacer los hermanos de otras obediencias es tratar de seguir haciendo pedagogía y divulgación. Por suerte, la realidad es que la Masonería española no se reduce a la GLE: hay obediencias masculinas, femeninas y mixtas; masones varones y masonas mujeres; masones creyentes, masones agnósticos y masones ateos; no todas las elecciones masónicas son así siempre; y si hay algo que nos enseña la Masonería es que las elecciones no deben ser una fuerza destructora de la unión en la diversidad, sino una fuerza constructiva que permite un acceso ordenado a los oficios atendiendo a las sensibilidades en el seno de las organizaciones, con respeto a la pluralidad y a las legítimas diferencias de puntos de vista. Si hay alguien en este mundo capaz de elevarse por encima las mezquindades de la política interna, esos son los verdaderos masones. Hagamos que por tal nos reconozcan nuestros hermanos.
* Exención de responsabilidad: el autor de este artículo expresa en el mismo su opinión personal, y solo él es responsable de las mismas. Dicha opinión no tiene por qué reflejar las posiciones de ninguna organización ni de este medio. El autor no es miembro de ninguna de las organizaciones mencionadas en el texto.