Revista Opinión

Elecciones griegas

Publicado el 26 enero 2015 por Pelearocorrer @pelearocorrer

Las elecciones griegas han dejado dos cosas muy claras: por un lado que la democracia es un juego de extorsiones, y por otro que la izquierda no es el advenimiento del fin del mundo. Estas dos cosas, que pueden parecer extrañas, como sacadas de un sueño o de una mala película de David Lynch, son la foto filis de unos comicios en los que parecía que estaba en juego la cordura del mundo. Primera constatación: Merkel, que trató de influir en el voto de los helenos con amenazas directas en caso de que ganara Syriza, tendrá ahora que despachar con Alexis Tsipras con normalidad, la política es una farsa en el sentido carnavalesco, una puesta en escena donde nada es realmente lo que parece. Segunda constatación: el mundo no se ha detenido, los relojes no se han parado después de la victoria de Syriza, resulta que el coco no ha venido a quitarnos el sueño, de momento.

   No recuerdo en los últimos treinta años, dentro de los países de la Europa occidental, una injerencia tan poco elegante entre unos Gobiernos y otros como la que se ha ejercido durante estos meses para que los griegos no votaran a Syriza. Deberíamos preguntarles a Merkel y a Soraya qué entienden ellas por democracia. Todos sabemos que Alemania no quiere una democracia real en Grecia ni en ningún otro país deudor. Lo que Alemania quiere es que los demás paguen lo que ella no tuvo a bien pagar en 1.953.

    La comparación entre alemanes y griegos va sonando cada vez con más fuerza y levanta encendidos debates en torno a la auditoría de la deuda griega, que por otro lado está contemplada en el FMI, o sea que ni Podemos ni Syriza han inventado nada invocando a una supuesta auditoría ciudadana de la deuda: está en las reglas del juego, no están proponiendo otras. Amigos, las deudas se pueden dejar de pagar, yo lo hacía con asiduidad en la adolescencia cuando algún amigo despistado me dejaba mil pesetas para cubatas; el próximo Viernes te invito yo, solía decir, pero el próximo viernes siempre estaba yo en otros bares y con otros amigos. Acabé sin amigos y con problemas de salud; el chiste es malo y poco verosímil, lo sé, uno siempre se emborracha con los mismos amigos y las deudas del alcohol no son deudas sino exageraciones de una noche.

   Las portadas en papel de los dos periódicos más serios de este país (ABC: “El populismo se apropia de Grecia”; y La Razón: “Desgrecia”) son demoledoras, debemos agradecer al menos el ingenio a la cabecera de Marhuenda. Demoledoras por la pobreza del análisis y por quebrar unos cuantos principios deontológicos de la profesión periodística, lo que le obliga a uno a pensar: ¿pero son realmente periódicos o revistas de ciencia ficción? Ninguna de las dos portadas informa de nada objetivo, ambos rotativos han apostado por la opinión hasta en sus titulares de portada.

   Grecia está sirviendo como vestidor de la moda que vendrá, todo parece un postureo de salón más o menos predecible: El PSOE silbando al cielo como quien no quiere enterarse de nada, haciéndose el sueco mientras se hunde su otrora aliado, el PASOK; los socialistas se han desentendido de sus homónimos griegos porque no quieren verse fagocitados por ellos, alguien puede pensar que apostar por un perdedor garantiza la derrota. Y Podemos. Lo de Pablo Iglesias con el poder es amor a primera vista, un flechazo que parece más un misil teledirigido: en apenas un año ha pasado de profesor universitario a súper estrella de la izquierda; en Grecia cerró campaña con su colega Alexis, los periodistas le acosaban y el trato que recibía es ya el de candidato a la presidencia. ¡Qué ambientazo!

 


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