Revista Opinión
Las elecciones han tenido el resultado que podía esperarse: subida del PP (aunque moderada) y desmoronamiento del PSOE, ya que muchos de sus votos han ido a parar a otros partidos como IU o UPyD. A mí particularmente me parece algo natural. La gente está cansada de un gobierno que no termina de resolver la situación económica. Más bien, al contrario, su mensaje es que los ciudadanos habrán de afrontar próximamente nuevas pruebas y que hay que tener sosegados a los mercados, los grandes protagonistas de esta historia.
Me parece muy bien que la gente vote al PP, cada uno es libre de hacerlo a la opción política que prefiera. De hecho, en Andalucía sería hasta higiénico un cambio de, después de treinta años de gobierno socialista y que alguien barriera debajo de las alfombras. Me temo que el caso de los Eres es solo la punta del iceberg. Lo que no puedo entender es que los ciudanos no castiguen la corrupción en lugares como Valencia o que un personaje tan deplorable como Sandokan haya conseguido tanto apoyo en Córdoba, con la promesa de construcción masiva de edificios. Es como si la gente lo que quisiera es volver atrás, a los tiempos dorados de la burbuja inmobiliaria y no fuera capaz de mentalizarse de que eso no debe repetirse, que hay que conseguir que este país produzca algo más que edificios.
Mientras tanto, las movilizaciones del 15 de mayo continúan adelante. Hay que quitarse el sombrero ante quienes continuan acampados desde hace ya diez días, con todas las incomodidades que ello conlleva. He de decir con conocimiento de causa que el ambiente que se está viviendo en estos sitios es de ebullición democrática y continua de ideas. Las asambleas son de participación totalmente libre.
El único error está siendo no emitir un comunicado de mínimos, unas reivindicaciones claras y posibles de cumplir por quienes obstentan el poder. En Egipto la condición sine qua non para abandonar las movilizaciones era que Mubarak se fuera. En España deben establecerse también condiciones. La primera de ellas debería ser el establecimiento de un debate para profundizar en reformas de nuestro sistema democrático, en establecer cauces de participación más continuos. Votar cada cuatro años y desentenderse de lo que hacen los políticos ya no sirve. Yo también propondría el estudio de reforzar los derechos constitucionales al trabajo y a la vivienda haciendo que pasen a formar parte del grupo de derechos fundamentales. ¿Algo muy utópico? Tanto como justo.
Lo mejor de todo es que la gente sigue allí. Cansados pero animados por lo que significa este movimiento. Al menos los políticos se han enterado de que hay gente que piensa por sí misma, que no les sigue con la misma candidez que quienes llenan sus mítines.