Revista Libros
En Las Dos Torres, Theoden pronunciaba esta frase: Ningún padre debería enterrar a su hijo, tras el dolor por la pérdida de Boromir. Ningún padre debería, pero eso es lo que hizo la poeta norteamericana Mary Jo Bang cuando su hijo Michael murió de sobredosis, en junio de 2004, a los 37 años (una edad que me resulta familiar porque es la que yo mismo tengo ahora), y Mary, tras enterrarlo, dedicó un año a escribir una elegía, un homenaje al hijo desaparecido para exorcizar la culpa, la nostalgia y los demonios. Esa elegía se convirtió en un poemario galardonado con el National Book Critics Circle Award. Este libro es poesía pura porque nace de la necesidad, de esa terapia que consiste en aliviar el martirio mediante la escritura. Jaime Priede nos proporciona la clave de sus metáforas en el prólogo: Bulle el léxico por la carga de doble sentido. Surgen juegos fónicos en los lugares menos esperados. Todos conocemos el dolor de perder a alguien. Por ese motivo, además de por sus intensos poemas, el lector empatiza desde los primeros versos con la agonía y el tormento de la poeta. Veamos un ejemplo en este fabuloso texto:
FUISTE ERES ELEGÍA
Frágil como un niño es frágil.
Destinado a no durar siempre.
Destinado a convertirse en otro
para la madre. Aquí estoy
sentada en una silla, pensando
en ti. Pensando
en cómo era
hablar contigo.
Cómo a veces era maravilloso
y otras veces horrible.
Cómo las drogas cuando había drogas
deshacían lo bueno casi por completo
pero no por completo
porque lo bueno siempre podía ser visto
brillar como brilla el lamé
en el escaparate de una tienda
llamada Las Cosas
Hermosas Nunca Duran Siempre.
Te amé. Te amo. Eras.
Y eres. La vida es experiencia.
Así de simple es todo. La experiencia es
la silla en que nos sentamos.
Sentarse. Pensar
en ti donde eres un vacío
que llenar
por la añoranza. Te amaba.
Te amo como amo
todas las cosas hermosas.
La auténtica belleza rara vez es auténtica.
Eras. Eres
en mayo. Mayo mirando
hacia junio que llega.
Así es como mido
el año. Todo Fue Culpa Mía
es el título de la canción
que he estado cantando.
Incluso cuando me pedías calma.
No he tenido calma alguna,
he estado llorando. Creo que tú
me has perdonado. Todavía me pones
la mano en el hombro
cuando lloro.
Gracias por eso. Y
por tu inefable sentido
de la continuidad. Eras. Eres
la cosa más brillante en el escaparate de la tienda,
lo más singular y hermoso que he visto en mi vida.
[Traducción de Jamie Priede]