Vivir es un ejercicio constante de elegir entre opciones o posibilidades. Estas elecciones son la base de la libertad. Somos libres, nos decimos libres, nos creemos libres simplemente porque elegimos. Elegimos amistades, elegimos estudios, elegimos trabajo, elegimos pareja, elegimos ser padres, elegimos administradores de la finca donde vivimos, elegimos… Sí, constantemente elegimos. La pregunta que me hago es la de si cuando opto por algo dejando otras opciones afuera estoy siendo libre en sentido pleno. Aquí ya tengo mis dudas.
Creo que como en tantas otras cuestiones me engañan en las elecciones. Las amistades, cuando somos niños, más que elegidas son inconscientes tablas de salvación a las que nos aferramos para evitar la temida soledad; sólo cuando vamos creciendo nos desprendemos deliberadamente de algunas por su toxicidad o por su irrelevancia para con nosotros. En la elección de formación hay demasiada conducción por parte de nuestra familia, de nuestros educadores e incluso del conjunto de la sociedad que entiende que es el momento de más médicos, más fontaneros, más informáticos, menos pilotos de aerolíneas o menos azafatas de congresos precisamente porque los congresos han desaparecido, los hospitales están a tope, los viajes en avión son algo que se practicaba con gusto antaño, el mundo digital es una realidad no sólo virtual sino muy tangible y, desde luego, que llegue y siga saliendo agua por los grifos de nuestra casa-prisión-refugio es no sólo importante sino absolutamente necesario.
Incluso la elección de pareja está subordinada no pocas veces a una serie de tangibles circunstancias que muchas veces escapan a nuestro control y casi siempre a nuestra racionalidad. Sin embargo que suceda tal cosa cuando se tocan los terrenos del afecto me parece fantástico. En un mundo en el que primamos la dirección racional en todo, que en lo más importante sea la pasión irracional la que empuje nuestro obrar es maravilloso. La elección de aquella persona que va a dirigir la finca donde vivimos durante un período fijado de tiempo se diría que es libérrima aunque viene supeditada dicha optatividad por los requisitos fijados en los estatutos de la finca y a lo decidido por los miembros comuneros en cuanto a posibilidad de la elección, imposibilidad de renuncia al cargo, orden de prelación , etc., etc,
Muy semejantes a la elección de Presidente de la Comunidad de Vecinos vienen a ser esas otras elecciones, digamos, más políticas. Sí, me refiero a las elecciones de los administradores de las Fincas Grandes donde vivimos, o sea, nuestras Comunidades Autónomas o/y la que suponemos engloba y acoge en su interior a éstas, es decir, España. Mi pregunta es: ¿somos libres de elegir a quienes durante cuatro años seguidos van a señalarnos las lindes por donde hemos de conducirnos? Si los electores somos libres de hacerlo como no se cansan de manifestar los elegidos, ¿cómo casa eso con afirmaciones como las que se lanzan irrespetuosamente a la cara unos a otros sobre que determinadas opciones políticas no volverán a tener representación en el Parlamento?¿Es que son adivinos o es que van a establecer condiciones que coarten a los ciudadanos la libertad de elección? ¿No debería de ser al revés: que sean los ciudadanos quienes con el ejercicio de su libérrimo voto establezcan quienes se sientan en esos escaños y quienes no?
Creo que a las personas que sostenemos el tinglado con nuestro esfuerzo diario y que en nuestra vida personal nos vemos constreñidos por un sinfín de apreturas y dificultades no se nos debiera tratar de idiocia como hacen aquellos que están ahí por gracia nuestra. No me parece de recibo que los gobernantes convoquen comicios sólo cuando las encuestas electorales les favorecen y pretendan escabullirse de los condicionamientos legales que ¡ellos mismos! establecieron en su día. A eso lo llamo yo manipulación y fraude. Creo que si por definición ya mi voto personal vale muy poco diluido en el café de los millones de votos que entran en la taza electoral, al menos debiera procurarse no engañar al Cuerpo Electoral y quienes lo formamos estar atentos y no dejarnos confundir por la incontenible, vana y vacía de contenido verborrea de algunos.