Revista Humor
En las últimas 48 horas, tres hombres, tres, me han dicho que no entienden a las mujeres, y que conste que ninguno de ellos se refería a mí. Curiosamente mientras me relataban los hechos que les habían llevado a tal conclusión, yo me decía para mis adentros, que comprendía perfectamente a esas féminas de las que me hablaban. Tal vez el tener ovarios nos une a través de un hilo transparente y compacto.
Por alguna característica intrínseca del ser humano, nos vemos obligados a entender al prójimo, a justificar sus acciones y a etiquetar su comportamiento, como si el mero hecho de aceptar porque sí, no fuera suficiente e incluso benigno, para sobrellevar una relación. Pero no, no basta el asumir que cada uno es como es, nos calzamos zapatos de detective, nos enfundamos en una gabardina impermeable, y tras unas gafas de sol, salimos a intentar desfragmentar el proceder foráneo, a trocear todos y cada uno de los pedazos que componen una actuación opuesta.
Lo fácil, lo elemental, lo asequible y evidente, no es aceptable para nuestro contento y no es suficiente para nuestro raciocinio. Será una cuestión de masoquismo, orgullo, pundonor o inquietud científica.
En las últimas 48 horas, tres individuos, tres, cargados de testosterona, me han volcado sus quejas sobre lo poco que entienden a las mujeres, yo, con mi traje de medusa transparente, he asentido a sus lamentos, sin poder evitar despedirme de ellos pensando:
Qué raros son los jodíos.