Hace algún tiempo elaboré un análisis histórico-crítico de la narración medular del libro Shemoth [segundo libro de la Torah judía o el Pentateuco cristiano] aunque es conocido mundialmente como el libro del Éxodo debido a la traducción del nombre que hizo la Septuaginta [traducción en latín de los textos hebreos] que lo tituló como partida.
Éste tipo de exégesis [interpretación crítica] de un texto en lo personal me fascina puesto que lejos de buscar demostrar o no los hechos y sucesos narrados en los diferentes libros sagrados analizo el motivo del por qué los encontramos: el motivo espiritual del autor.
Por cuestiones prácticas seccionaré el análisis [en varias partes, por determinar] y de igual manera buscando hacer más cómoda su lectura.
Empecemos...
La fecundidad patriarcal:
La narración inicia diciendo que llegaron setenta personas a Egipto [ver Ex 1, 5], y al afirmar que estos setenta se convierten en un pueblo, se refiere a que gracias a la bendición divina se han convertido en un pueblo temido [por el faraón]. El pueblo hebreo en Egipto evoca a la promesa de Abraham [Génesis 12, 2] y es por eso que la protección de YHWH caerá sobre ellos posteriormente.
Es un pueblo que llenó la tierra, una afirmación teológica para demostrar que dios cumple sus promesas incluso en tierra extranjera ya que históricamente el pueblo judío sólo habitó como un pequeño grupo la zona del Delta del Nilo.
Origen de Moisés [nacimiento y nombre]:
Se redactó el libro del Éxodo después del primer exilio judío y es por eso que con la explicación del origen del libertador israelita intentan llenar huecos de la memoria apoyándose con mitos babilónicos [el rey Argón II de Akkad] y egipcios [Sinohé] para buscar darle un origen concreto judío.
Dios elige a Moisés para que éste saque a su pueblo. Se presagia su futura misión: Moisés es salvado para salvar, y separará las aguas que deberían, míticamente, haberle dado muerte [de niño] y al pueblo [cuando cruza el mar].La narración se detiene en la cesta, en hebreo tebah, misma palabra con la que se designa al arca de Noé. Esto es una analogía teológica: el futuro de la nueva humanidad [con el diluvio] y el futuro del pueblo elegido [judíos] son depositados en una tebah: seres indefensos navegan en un mar de muerte.
Se cree que Moisés provenía de la familia real egipcia pero se reveló y, fruto de ello, apoyó a un pequeño grupo de esclavos y es por eso también que con la historia se pretende darle un ceno hebreo para no causar conflictos, posteriormente, con el pueblo.
El nombre de Moisés, Moshe [en egipcio Mosis] es la parte final de un sustantivo teóforo que significa hijo de, al que se le solía anteponer el nombre de un dios egipcio con el que se simbolizaba que la persona era protegida por dicha deidad.
En el relato bíblico se dice que el nombre de Moisés proviene del hebreo meshah. Tal explicación, el motivo, viene de la tradición de todo el antiguo testamento de explicar los nombres según su semejanza con sonidos de palabras hebreas, y etimológicamente lo justifican como: el sacado de las aguas.
Seguramente Moisés llevaba el nombre de algún dios egipcio pero la tradición judía lo eliminó conservando únicamente la terminación mosis [moisés]. El salvado de las aguas [que explica el nombre del libertador] se debe probablemente a que el hagiógrafo pretende simbolizar la salvación de Israel [salvados de las aguas del mar Rojo]
Huida al desierto de Madián de Moisés:
Se asemeja con el exilio que sufre Sinohé. El autor sagrado saca a Moisés de Egipto para que éste recupere espiritualmente la vida patriarcal: lo sitúa en el territorio de otro hijo de Abraham y será allí donde recupera la vida de sus antepasados y se encuentra con el dios de sus padres.
El desierto pudiera ser no un lugar geográfico sino una posición, una actitud personal. El desierto es el camino de los profetas y, por ejemplo también, el de Jesús. En todos los casos hubo un irse y un volver como una nueva persona.
Los personajes que suelen exiliarse en el desierto regresa con más conciencia de sí mismo y con una misión; ahora tiene algo para dar a otros porque la misma persona ha reflexionado, es más madura y posee más de sensibilidad además de que se encuentran con su deidad.
La zarza ardiente:
Moisés es llamado como Amós, de pastor a profeta. El ángel del señor [forma de llamar al espíritu de YHWH] se presenta como una llama en una zarza. Es una íntima teofanía altamente dramatizada para exaltar la llamada del libertador a liberar. Es una visión. El fuego es una forma normal y común entre orientales de presentar las manifestaciones de las divinidades.
La reacción natural del hombre ante dios es el temor; el temor de Moisés se relaciona con la creencia de que contemplar el rostro de dios es mortal.
Israel ya exiliado de Egipto saldrá a rendirle culto a YHWH en el Sinaí. Moisés se encontró primeramente con YHWH en una montaña [en el Horeb] simbolizando la futura experiencia de toda la nación con una montaña sagrada: lugar donde se formará como pueblo de dios.
Nombre divino:
Teológicamente los judíos ven la era mosaica como la primera en donde se le llamó a dios por un nombre propio. Un nombre para los antiguos semitas determina la naturaleza de una persona o de un ser. El nombre se identifica con la persona, le da su misión.
Ser una persona sin nombre es no ser persona, y según la percepción mosaica, ser un dios sin nombre es no ser un dios. Se necesitó que el dios que libere al futuro pueblo tenga un nombre, ya que éste le da una identidad propia.
Por eso que Moisés le pregunta el nombre a dios. Yo soy el que Yo soy. El que Hace que sea lo que existe sería la traducción bíblica popular dándole el atributo de creador y hacedor de todo: el nombre hace que el dios sea alguien real.
Al decir Yo estaré contigo [cf. Ex 3, 12] denota la incapacidad del enviado y exalta la palabra del dios que lo envía. Este nombre divino [misterioso] expresa mejor al dios hebreo que está infinitamente por encima de todo lo que podemos comprender: es el Dios escondido [escribió Isaías en el capítulo cuarenta y cinco].
El nombre de YHWH expresa la esencia, la identidad de una persona y el sentido de su vida. Dios tiene un nombre. No es una fuerza anónima.
Comunicar un nombre, para la mentalidad del autor, es darse a conocer a los otros y hacerse a sí mismo accesible capaz de ser íntimamente conocido e invocado personalmente.
Conocer el nombre de dios es intimar con él conociendo su forma de actuar y su proyecto: por eso Moisés es el primero en oírlo y al venir directamente de la deidad le da un plus especial: la misión del libertador será co-ayudar a formar el pueblo de la alianza.
Los íntimos de dios son los únicos que conocen su nombre. El nombre es una garantía para el enviado y para los destinatarios del mensaje. Se da el nombre como una invitación a creer y a confiar presentándose como una deidad que asiste donde y cuando quiere además es un ser personal, activo, cercano, poderoso y providente, compañero de quienes lo aceptan.
[Continuará...]
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