Revista Cine
Director: Andrey Zvyagintsev
Anoche soñé que veía "Leviathan", pero hoy no pude verla. Los sueños no se cumplen (pero qué dramático). Mañana será el día de la verdad. Mientras tanto, hablemos de "Elena", la tercera película dirigida por el ruso Andrey Zvyagintsev. El calor hace que estas introducciones sean algo más... escuetas.
En "Elena", a diferencia de sus películas previas, Zvyagintsev vivifica completamente la circunstancia social de sus personajes, situando la acción en un escenario contemporáneo y perfectamente reconocible (y acusable).
"Elena" es una película directa y dura, pero ejecutada con sutileza y sobriedad por parte del director, lo cual no hace más que potenciar el crítico y valiente discurso que sustenta el relato. Se pueden hacer muchas lecturas. En primer lugar se puede hablar de la miseria humana, de la ambigüedad moral a la que muchos se ven empujados para sobrevivir en las distintas y hacinadas urbes, pero acá entra en juego otra cuestión aún más reveladora y, acaso, despiadada: "Elena" es una alegoría de la Rusia presente, con todos sus males, además de ser una suerte de re-lectura sobre la lucha de clases y el abismo entre proletarios y, cómo decirlo, burgueses, acomodados. Elena es la protagonista. Elena es, en el fondo, una mujer de origen proletario que conoció a un empresario, millonario está claro, con el cual se casó y con el que vive cómodamente en un lujoso distrito moscovita (a donde los obreros llegan sólo para reparar o construir cosas, y vaya que molestan cuando caminan por ahí). Elena es madre de un hijo, completo inútil, desempleado, que a su vez tiene esposa y dos hijos (un bebé y un malandrín) con quienes vive en un apretado complejo de apartamentos ubicado en un sector industrializado de la ciudad (la fábrica está ahí al lado, suspirando sobre sus narices), que le pide dinero para enviar al hijo malandrín a la universidad (evitando, de esta forma, que lo llame el ejército). Elena le pide dinero a su esposo, llamado Vladimir (como Putin... ¿coincidencia?), quien se niega a dar dinero al inútil del hijo de Elena (que es un verdadero inútil, no nos vamos a engañar). Y Elena no puede quedarse de brazos cruzados...
"Elena" es un feroz retrato de la Rusia de Zvyagintsev; retrato que no deja títere con cabeza y que es capaz de ofender a unos y a otros, pues la familia de Elena hace bien poco por salir de su situación (prefieren pedirle dinero al esposo adinerado de Elena que buscar un maldito trabajo... displicencia o qué) mientras que el poderoso Vladimir también muestra total indiferencia y desprecio, más que a la familia de Elena, a Elena misma, quien, a pesar de ser su esposa, sigue pareciendo una sirvienta al servicio de su amo, sirvienta cuyos esfuerzos, llegado el momento, son completamente menospreciados, menosprecio que impulsa a Elena a su decisión... A fin de cuentas, hay abismos que aparentemente nunca podrán cruzarse.
En definitiva, "Elena" es una película que funciona como crudo retrato de un estado de las cosas (moral, social, político) a la vez que como la historia de una mujer dispuesta a todo con tal de ayudar a su familia, sangre de su sangre, fruto de su vientre. Elena... ¿la Madre Rusia?
Por lo demás, la narración del director es un ejemplo de síntesis y concisión, necesitando no más de cien minutos (y, como ya dije, una puesta en escena sobria pero directa) para construir y desarrollar las múltiples capas del argumento y sus elementos narratológicos. Excelente y sumamente recomendable. Hasta puede ser desoladora y desalentadora, al mostrar una realidad con semejante mirada, fría y al hueso. ¡Oh!, y aunque no me considero un entendido, pienso que el uso del tercer movimiento de la sinfonía número 3 de Philip Glass (hice mi tarea, eh) ha quedado sensacional, generando con sus contrapuntos inquietud, extrañeza y, sobre todo, ese sentido de "calculada urgencia" que precipita las acciones de la protagonista.
En definitiva (¿otra vez?), uh... excelente película, claro que sí.
Y mañana... mañana el Leviatán...
...despiértenme temprano...