
Gracias a Cinevista Blog, tuve la oportunidad de observar una de las películas mejor reseñadas del año 2011 y premio especial del jurado en Cannes.
Tragedia griega llevada a la cotidianidad de la Rusia contemporánea, dirigida por uno de los directores más importantes de la cinematografía actual, el ruso Andrey Zvyagintsev, que a pesar de su corta filmografía, ha firmado tres grandes obras, donde la familia, la tragedia y el retrato moral de un país, han marcado la esencia de su trabajo, alabado y aceptado por la crítica y festivales, y reconocido como uno de los herederos fílmicos de Andréi Tarkovski.
Andrey Zvyagintsev, actor de formación, ha logrado con su cine pausado, simbólico y de gran belleza visual, los premios más importantes de diversos festivales y una clara referencia del cine ruso actual junto a Sokúrov o Andrei Kravchuck.

La película que empieza (y termina) con un contundente y diciente plano; cámara fija, primer plano de un lánguido árbol y en segundo plano, en desenfoque, la ventana de un edificio, donde el sol se va inmiscuyendo poco a poco, como lo hacemos nosotros, introduciéndonos en la vida de esta pareja, de esta familia. El director ruso se decanta por un cine contemplativo, de imágenes pausadas y bien construidas conceptual y estéticamente, donde la fotografía, de su colaborador habitual Mikhail Kritchman, se empapa del ambiente otoñal, no sólo de su geografía sino de la psique de sus personajes, colores fríos, sobrios, pero llenos de sutilezas que marcan perfectamente un lirismo y metáforas, que se van deconstruyendo a medida que la narración avanza, narración que tiene reminiscencias al cine de Tarkovsky, -con la salida del sol y la puesta de éste en el mismo sitio- (y por la escena del caballo, que es una obvia referencia a Tarkovsky, que ya había utilizado Von Trier en su opera prima), pero con las cualidades del lenguaje mismo del director Zvyagintsev.Sus imágenes son sobrias y tranquilas pero esconden un choque de sensaciones y un drama tan poderoso, que se marca como toda tragedia griega, por acciones que imitan una acción noble pero que a la final recibe un castigo o la catástrofe es vista como necesaria. Y la historia de la película no se aleja demasiado de tales preceptos, y cada acción de los personajes se va configurando para generar lo que finalmente, da como resultado al final del filme.

Pero si su imagen es de gran belleza, la música de Phillip Glass, es el perfecto acompañamiento a éstas, música circular, cíclica como el argumento, dramática como cada unos de los personajes, interpretados perfectamente por esa estrella de la televisión rusa llamada Nadezdha Markina, y por los demás personajes que vienen del mundo televisivo o teatral ruso.


Poderosa narrativa y visualmente, de imágenes cuidadas y envueltas por los sonidos de Phillip Glass, con fotogramas tan bellos y dicientes como el inicio del filme,y esa especie de descenso a los infiernos del comunismo por parte de Elena, donde vemos los bloques de apartamentos en decadencia y de fondo esos colosos, la torres de energía nuclear que "resguardan" un pasado tan demoledor, como esta historia de tragedias de lo cotidiano y dramatismo e inconsciencia del amor materno. Una película donde la razón pierde frente al amor de una madre.Una de las mejores películas que han llegado a cartelera nacional, y obra cumbre de este impronunciable apellido del director ruso.Una película tan política como poética, tan bella y sutil, que el amor de madre, toma un sentido tan trágico y comprensible, pero a la final, las tragedias siempre tienen una victima, y en esta ocasión, es la razón.Zoom in: Premio una cierta mirada en el Festival de Cannes
Montaje Paralelo: Madre (2009)