Revista Opinión
Hace nueve días, la escritora y periodista mexicana Elena Poniatowska, nacida en París en 1932, era galardonada con el Premio Cervantes, el más importante de las letras hispanas, por su “brillante” trayectoria literaria y una dedicación “ejemplar” al periodismo siempre desde un “firme compromiso con la historia contemporánea”. Poniatowska es autora de más de 40 libros (ensayos, cuentos y testimonios traducidos a más de 20 idiomas) y se ha convertido en la cuarta mujer que gana el Premio Cervantes, después de las españolas María Zambrano (1988) y Ana María Matute (2010), y de la cubana Dulce María Loynaz (1992). Autora de obras emblemáticas que describen el siglo XX desde una proyección internacional e integradora, Poniatowska constituye, según el jurado, “una de las voces más poderosas de la literatura en español en estos días”.
El Premio Cervantes, considerado el Nobel español y creado en 1975 por el Ministerio de Cultura –remunerado con 125.000 euros–, reconoce la figura de un escritor que, con el conjunto de su obra, haya contribuido a enriquecer el legado literario hispano. José Manuel Caballero Bonald destaca el compromiso de la escritora con la realidad histórica mexicana, así como su indagación en la lengua. Defensora de causas sociales que vive en México desde 1942, Poniatowska ha visto recompensada su trayectoria con múltiples galardones, entre ellos el Nacional de Periodismo de México (fue la primera mujer que lo obtuvo), el Mazatlán de Literatura, el Alfaguara de novela, el Nacional de Ciencias y Artes, el Rómulo Gallegos y el Biblioteca Breve. Es hija de la mexicana Paula Amor y del descendiente del último rey de Polonia, el príncipe Jean E. Poniatowski, por lo que su familia paterna la bautizó como La princesa roja.
Tras una formación inicial en lengua inglesa y castellana, en 1949 fue enviada a estudiar en un internado religioso de EEUU y, al regresar a México en 1953, comenzó a trabajar en el periódico Excélsior, donde. a través de una entrevista diaria. retrató la realidad de su país en los años cincuenta. A partir de 1954, publica su primer libro, Lilus Kikus, y alterna su trabajo periodístico con su creación de ficción. En 1959, entrevista a Guillermo Haro, astrofísico mexicano, y, nueve años después, se casa con él. Es el momento en que se produce la masacre contra el movimiento estudiantil en la Plazade las Tres Culturas de México, registrada el 2 de octubre de 1968, del que escribe La noche de Tlatelolco: testimonios de historia oral, con el que gana el premio literario Xavier Villaurrutia, galardón que rechaza.
Poniatowska ha cultivado casi todos los géneros –reportajes, crónicas, ensayos, novelas, testimonios…–, combinando el periodismo y la literatura y jalonando su carrera de innumerables premios de prestigio. Asimismo, es distinguida con el doctorado honoris causa por varias universidades. En 2007, el gobierno de la Ciudadde México instaura el Premio Iberoamericano de novela que lleva su nombre, en reconocimiento a “su ambición literaria, la subversión y el talento infinito de esta gran dama de las letras”, a la que muchos consideran ya “un clásico vivo”.
Se trata de una de las escritoras más comprometidas de la izquierda intelectual latinoamericana. Su voracidad periodística la coloca muy cerca de personajes que ella abraza, desde el presidente venezolano, Hugo Chávez, hasta el Subcomandante Marcos. Hay quien insiste en que Elena Poniatowska es más una magnífica cronista y periodista que una novelista de pura raza. El veredicto del Premio Cervantes hace un énfasis especial en su periodismo como parte de la obra reconocida. Según Christopher Domínguez, Poniatowska posee en ficción un grupo de “buenas obras” mal escritas, que se apagan por “el maniqueísmo metodológico de quien asume la pureza del alma proletaria”. Y su “simpleza de alma, ese buen corazón suyo errático y valiente que la rige y luego la salva de la obcecación impuesta por su estalinismo mental” la conduce en muchas ocasiones, según este crítico de la revista Letras Libres, a la novela social, a la manera decimonónica. Otros, como los miembros del Premio Cervantes, consideran su obra como merecedora de este galardón.
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