Revista Cultura y Ocio
Aunque fuera apodada como ‘viuda negra’, Elfriede Blauensteiner cometió su primer asesinato –presuntamente- sobre el conserje del edificio de apartamentos donde ella vivía, en 1981. Según ella tenía razones para ello porque era un ser despreciable, ya que maltrataba continuamente a su esposa e hijos, por lo que le ayudó a ‘suicidarse’.
El segundo crimen tampoco fue sobre su marido, sino a un anciano al que cuidaba, Otto Reinl, un diabético de 78 años con el que descubrió el que sería su ‘modus operandi’ en el futuro: jugando con la dosis de Euglucon -un medicamento para controlar el azúcar en sangre-, producía una muerte aparentemente natural. Pero el tercer desgraciado -ahora sí- sería su segundo marido, Rudolf Blauensteiner, quien probó la güadaña en forma de medicamento. Murió en agosto de 1992, después de estar en coma durante diez días. Una rica vecina de 84 años fue la siguiente en ser asesinada: Franziska Köberl dejó el mundo de los vivos contra natura en diciembre de 1992, no sin antes prestarle más de dos millones de chelines austriacos (unos 170.000 euros actuales).
Debido a que era una jugadora compulsiva y perdió muchísimo dinero en los casinos, comenzó a desarrollar una carrera criminal para apoderarse de las propiedades y el dinero de ancianos. Con ayuda de su abogado, quien prepararía testamentos cuya heredera fuera ella, después Elfriede les administraría el Euglucon mezclado con el antidepresivo Anafranil. Para contactar con las víctimas, se anunciaba en los periódicos en busca de hombres para compartir su vida. Una vez contactaba con ellos, lo demás era fácil, caían presas en sus telarañas, les administraba el cocktail fatal de medicamentos y cuando perdían el pulso vital nadie dudaría que la muerte no fuera natural debido a su avanzada edad, no antes de haber firmado su sentencia de muerte en forma de herencia.
La era ‘post anuncio’ había llegado y tejió una nueva telaraña para su próxima víctima: Friedrich Döcker, de 64 años. Se casaron al poco de conocerse y cambió la escritura de su propiedad para incluir a su ‘enamorada’. El destino de Friedrich estaba visto para sentencia, aunque le costó dejar este mundo ya que sobrevivió a una sobredosis de Euglucon, el 11 de junio de 1995 fallecería por una neumonía bilateral resultante de un fallo cardiovascular - esa fue la causa de la muerte, oficialmente- pero para entonces el nombre de Elfriede Blauensteiner ya volvía a aparecer en las páginas de contactos de la prensa local. Después de eso su viuda donó el cuerpo a la ciencia.
Alois Pilcher leyó en el periódico “Viuda, sesenta y cuatro...le gustaría compartir el otoño de su vida con un viudo.” Fue el (des)afortunado de entre muchos en ser seleccionado por la dueña de esas letras. En el punto de mira estaba un “casoplón” de 400.000 € actuales. Pero en esta ocasión la codicia le pudo y el procedimiento habitual fue más apresurado que en ocasiones anteriores. Una mañana, puso 70 dosis de Euglucon en el desayuno de Alois y cuando quedó inconsciente lo desnudó, lo abrigó con toallas mojadas y abrió las ventanas. El hombre desarrolló una neumonía y murió el 11 de noviembre de 1995. Pero la asesina no contaba con que antes de que apareciera ella en escena, la herencia de Alois Pilcher estaba adujicada a un sobrino suyo quien sospechó que la muerte de su tío no fue por muerte natural, por lo que consiguió que se exhumara el cadáver. Ese fue el principio del fin de la carrera criminal de Elfriede.
En el mes de febrero de 1997 se celebró el juicio por el asesinato de Alois Pilcher. Se convirtió en un circo mediático en el que relució el histrionismo de la asesina, que estaba acompañaba siempre de una cruz de oro con la que posaba delante de las cámaras. Además, mientras se encontraba en prisión escribió sus memorias y parte de esos escritos fueron publicados en un semanario austríaco.
Aunque admitió varios asesinatos en primera instancia, después se retractó, sin embargo, el 7 de marzo de 1997, el tribunal de Krems declaró su culpabilidad y fue sentenciada a cadena perpetua, que cumplió en la prisión de Schwarzau. Su abogado también fue condenado por complicidad. Al mismo tiempo, la policía siguió con sus investigaciones y tras conseguir las autopsias de Franziska Köberl y Friedrich Döcker, recibió otra sentencia adicional de cadena perpetua el 20 de abril de 2001, aunque los investigadores sospecharon de hasta un total de quince asesinatos.
El 16 de noviembre de 2003, Elfriede Martha Blauensteiner, murió en prisión, a la edad de 72 años, a causa de un tumor cerebral.