Lo sé, tengo debilidad por Elie Saab y no soy objetiva, pero sus diseños me hacen soñar, evocan a una mujer segura de si misma, elegante y femenina, enmarcan la silueta de forma delicada, romántica, y lo hacen apostando por la sencillez sin artificios y la belleza en estado puro.
La primavera estalla en una intensa paleta cromática, y tinta ricos tejidos de seda, gasa, tul, encajes... El libanés dibuja a una mujer seductora, romántica y delicada. Algunas de sus propuestas nos trasladan al barrio parisino de Montmartre, entre pinceladas impresionistas y coloridas, otros monocolor a un bosque místico, donde moran las hadas, ninfas y demás personajes mitológicos, o simplemente a un campo florido repleto de luz y de vida. Todos revelan un exquisito y minucioso trabajo de horas y horas cuadrando pequeños detalles y puntadas casi imposibles. Muchos pensarán que peca de cierto acomodo, que busca el preciosismo estético sin más pretensiones, sin profundidad intelectual y reflexión, en cierto modo es indiscutible que eso se ha convertido en su sello de identidad, pero se trata de una pureza y una belleza atemporal difícil de superar, y a la que esta vez se le suma algún detalle innovador, como la incorporación de un armazón interior que dota de forma a los vestidos y evita que languidezcan o la propia explosión pictórica. Una delicia para los sentidos.