El tiempo y el esfuerzo que se necesita para desmentir un bulo es varios ordenes de magnitud mayor que el que se invierte en inventarlo. De todas formas, hay ocasiones en las que es necesario hacer ese gasto sobre todo cuando te encuentras con alguno, como el último que se ha inventado sobre la sequía, que dice que se están destruyendo embalses y de esa forma se están agravando sus efectos.
Detrás de estos bulos y desinformaciones se encuentra algo que ya comentamos en varias ocasiones, el “hooliganismo político” y la politización del medio ambiente, que han conseguido que gran parte de la población asuma sin rechistar los argumentarios de los partidos políticos por los que sienten afinidad, y el negacionismo del cambio climático se ha convertido en un tema político, como casi todo lo relacionado con la protección del medio ambiente. Curiosamente, muchos de los políticos han interiorizado un discurso según el cual la conservación del medio ambiente y las políticas encaminadas a mitigar los efectos del cambio climático tienen como consecuencia una reducción del bienestar y la calidad de vida de los ciudadanos, cuando es justo lo contrario, ya que no puede haber bienestar ni salud en un medio ambiente enfermo y alterado.
Estos discursos y ese fanatismo político ha tenido como resultado que en los últimos años el escepticismo sobre el cambio climático haya aumentado considerablemente entre la población. Se ha llegado a situaciones tan extremas que incluso los meteorólogos de la AEMET han recibido amenazas de muerte por informar sobre el cambio climático.
Paralelamente a estos discursos políticos negacionistas surgen continuamente informaciones falsas que tienen por objeto desacreditar las políticas ambientales. Una de las últimas informaciones falsas que han corrido como la pólvora en las redes sociales es la que dice que el Gobierno de España está destruyendo presas y embalses en plena sequía, lo que agravará el problema del abastecimiento de agua para el consumo, e incluso que esa eliminación de presas es la causa de la sequía.
Obstáculo en el río Piloña (Asturias)Este bulo parte de la interpretación errónea (seguramente malintencionada) de la Estrategia de Biodiversidad de la UE para 2030, que entre sus objetivos tiene el de recuperar la naturalidad y conectividad de los ríos, permitiendo el libre flujo de agua hacía el mar. Ese flujo está interrumpido por infinidad de barreras, no sólo por grandes presas hidroeléctricas y embalses, sino por más de 1 millón de obstáculos que fragmentan los ríos europeos, aproximadamente uno por cada kilómetro de río, según la recopilación publicada en Nature en 2020.
Barreras que impiden el flujo de agua en los ríos europeos. Belletti et al., 2020
Estos obstáculos incluyen azudes, banzaos y derivaciones para molinos e industrias, la mayoría de los cuales están obsoletos y no cumplen ninguna función actualmente, y que además de impedir el paso a especies migradoras de peces, como salmones, anguilas, lampreas o sábalos, cambian la dinámica fluvial, retienen sedimentos que deberían llegar al mar, nutriendo las aguas costeras y regenerando deltas y playas, pero también reducen la calidad del agua, disminuyendo la concentración de oxígeno disuelto y aumentando su toxicidad.
Es evidente que la sequía no tiene nada que ver con la demolición de estos obstáculos, que al contrario servirán para mejorar la calidad de las aguas. El problema de la sequía, que desgraciadamente irá a más en los próximos años, está directamente relacionado con el cambio climático que está aumentando la frecuencia, duración, y severidad de las mismas.