Ella era el tipo de mujer que lees en libros o ves en películas; una Maga de Cortázar, una Amelie de Jean- Pierre Jeunet, una Clementine de Eternal Sunshine of the Spotless Mind, aquellas mujeres llenas de fetiches, costumbres y creencias tan extrañas, tan fuera de lo cotidiano, con un humor cambiante que a veces da gracia y otras desespera. Recuerdo haberlas visto e imaginarme siendo pareja de alguna, sintiéndome desconcertado con sus comentarios y acciones tan difusas pero siempre atraído por el alimento de su esencia pura y distinta, siempre imaginé una relación con alguien así, es cierto que la encontré y no lo recomiendo.
Se llama Jhoselyne, Josh le dicen. La conocí en una sala de la Cineteca Nacional sentados ambos en la misma fila de sillas vacías donde sólo 3 butacas nos separaban, yo con un bote extra grande de palomitas de maíz, ella con un frasco de granos de maíz naturales, es decir, simples granos crudos, fríos y duros, esos que yo dejo al final del bote pues tristemente no explotaron para volverse palomitas, pero ella los comía con tanto gusto y naturalidad que llamó mi atención y perdí el hilo de la función, ¿qué tipo de persona tendría el gusto extraño por los granos sin explosión? miles de suposiciones pasaron por mi cabeza pero ninguno fue verosímil. Decidí salir de la sala pues pasé 40 minutos observándola hasta que el frasco ella se terminó, después la trama del filme me fue completamente indescifrable por ello mi retiro, al cruzar el pasillo que conecta las salas con el jardín principal sentí un jalón de cabello que me desconcertó a tal grado que dejé caer mis anteojos, Josh los levantó, Oh disculpa, no era mi intención sacudirte de tal manera –dijo ella. No te preocupes, afirmé. Te vi mirarme durante 40 minutos, me pusiste tan nerviosa que no pude entender la película así que tuve que salir cuando te vi huir de aquí-contestó. Mi cuerpo me castigó por la acción y todo mi rostro se puso colorado connotando la vergüenza que revivía en mi interior al ser descubierto mi espío. Ella sonreía con seguridad y coqueteo; yo simplemente ni una palabra podía pronunciar, su personalidad tan fuerte me causaba miedo, y es que ustedes debieron verla.
Amaba tener la cara hacia el cielo cuando llovía y abrir la boca para sentir las gotas. Conocí a muchas personas que afirmaban amar la lluvia pero siempre se cubrían de ella, nadie como Josh que sin decirlo podía observarse nítidamente su placer y alegría al ver las gotas caer, entonces ella corría despavorida hacia la acera, se acostaba en el asfalto y duraba 20 minutos sin decir una palabra se la pasaba sintiendo el agua en su rostro y su cuerpo, otras veces bailaba bajo la lluvia, esa típica frase que todos repiten pero que tampoco hacen, ella lo perfeccionaba, bailaba y bailaba hasta que de tanto hacerlo se cansaba y comenzaba a caminar, todo dependía del tipo de lluvia, tranquila; baile, cerrada; rostro, granizo; euforia, catarsis entre gritos y movimientos bruscos, amaba los meses de septiembre y octubre porque las lluvias se desatan diariamente, su cumpleaños era en uno de ellos y lo festejaba en medio del goteo. Amaba la lluvia pero odiaba el viento, febrero el mes de desesperación y llanto, le temía arduamente al sonido que producen los arboles cuando un viento fuerte mese sus hojas, so ocultaba atrás de mi poniéndose en cuclillas y tapando sus oídos; pasaban minutos y ella no quería levantarse por más que yo alentara su tranquilidad, le molestaba también que el viendo fuerte moviera arbitrariamente su cabello, decía que no tenía derecho a invadir su espacio personal tal deliberadamente, se enfurecía y caminaba caótica a casa, dejándome atrás sin entender el sentido. Se trataba de una mujer que al caminar solía mirar hacia abajo, le molestaba la idea de pisar las líneas que dividen los cuadros de cemento, cuando hallábamos adoquines era la locura pues ella no podía quitarse la idea de que al pisar las líneas algún infortunio ocurriría, comenzado el juego no puedes parar hasta que llegues a un jardín, así podíamos tardar más de 30 minutos recorriendo un pasillo de 10 metros, eso sí, nunca perdió en el juego. Ella era libre, de esos espíritus que no tienen restricción, no temía a las equivocaciones ni a causar caos, en realidad eso le fascinaba, causar revueltas y conflictos tan triviales o complejos para sentirse atrapada y después reírse al no poder salir, darse la vuelta y caminar hacia el horizonte porque eso era ella el horizonte.
Siempre jugaba con la lluvia, horas y horas empapada pasaba la tarde cerca del agua y lejos de mí, nunca me invitó a bailar con ella, era un momento suyo y nada más, soy un tipo prejuicioso me importa mucho el qué dirán y odiaba que ella fuera tan poco preocupada en ello, la gente la miraba como bicho y luego fijaban su mirada en mi, sabían que yo era su acompañante. También aborrecía su manera de vestir, tan descubierta a veces y otras tantas como monja, un día vestido con medias de red provocando a cualquiera que sus ojos postrase en ella, otras con bermudas masculinas y gorra de beisbol, nunca se pudo vestir correctamente para una ocasión especial. Los vecinos siempre juzgaron a Jhos como desubicada, al salir de la puerta de casa se sentaba en el jardín durante 10 minutos y meditaba, decía que su alma se quedaba atrapada en los espejos del vecindario, tenía que concentrar sus energía para evitar que el gran espejo en puerta de la familia Coraza le robara el alma, una tarde al pasar por ahí comenzó a gritar que ni siquiera los Coraza, familia de paganos lograría quebrantar su espíritu. Ella soñaba de día y viajaba de noche, solía prestarme poca atención; siempre interrumpía mis charlas con ideas que brotaban de su cabeza como soda agitada, nunca pude confiar en ella, sus sueños de día y problemas tan banales ocupaban todo su tiempo dejando de lado mis conflictos reales, cuando murió mamá no se presentó, dijo que no podía mirar un cuerpo vacio, sus ojos se romperían y dejaría de viajar por la noche… nunca la necesité tanto como aquella vez, pero prefirió seguir desprendiéndose en las madrugadas –pues eso afirmaba ella- salir de su cuerpo y comenzar viajes astrales después de haber logrado dominar sus sueños lúcidos, lo peor no termina ahí, lo peor viene cuando confesó haberme engañado con un joven que conoció en una cabaña de Noruega, el encuentro surgió en un viaje astral colectivo donde acordó la cita con 7 personas en una página web.
Nunca presté mucha atención a sus juegos de niños, nunca le creí cuando decía conocer Paris y Venecia, nunca le creí cuando decía que me amaba, ni siquiera el ultimo día que la vi, cuando con llanto despavorido fue sedada en el hospital psiquiátrico.