Revista Opinión
Por favor no me empuje, me puedo caer; yo en mi nube estoy bien no me va a convencer, ya conozco unos cuantos que son como usted, que me ofrecen veneno cuando tengo sed
Trozos de Cristal, Fito y Fitipaldis
Por Benda Lehbib Lebsir / Fotografías: Westernsahara / 1saharaui
Si me dejas, te contaré algo. Este verano, una conocida me quiso contar su historia, Fatimetu, me puso al tanto de un desgarrador testimonio, en un momento delicado bajo mi mirada inquieta y unos 52 grados, las telas de su estrenada jaima eran testigos de todo, incluidas mis lágrimas de impotencia.
Ella estará bien. Me dijo y rápidamente, le pregunté ¿de quién me hablas? Fati, para los amigos, conocida y muy querida en mi barrio, me habló de un sentimiento de vacío, de esa punzada en el corazón al confirmar que ya no va a volver, que de la misma manera que hace días pensaba en ella al igual que los largos 15 años que lleva sin verla, ya no volverá, pero que ella mantiene esa esperanza. “Cuando te aferras a lo imposible, siempre queda una pequeña ventana abierta al qué pasará por su cabeza? ¿Me echará de menos? ¿Se acordará de mí? Y pronto, toda esa seguridad, esa firmeza con la que me hablaba tan suya se desmorona, se hace añicos mientras yo apenas pestañeaba.
En cuestión de segundos todo cambia, se abre ante ti una pequeña historia, una realidad, una nueva aventura, un nuevo capítulo en la historia de esa vida que ayer desconocías por completo. Pero no, para Fati, las cosas no cambian, aunque ahora lo único positivo que vea sean los recuerdos del pasado. Piensa, que está empezando a construir memorias para su futuro y que allí las verá con su hija de otra manera. Te lo digo yo, por cómo me miraba. Piensa que nunca va a dejar de sonreír, aunque por momentos su rostro se vea más serio de lo normal. La sonrisa siempre estará ahí, esperando a que quiera sacarla de paseo.
Sí, ese sentimiento de vacío que todos, en mayor o menos medida hemos experimentado alguna vez. Ese sentimiento de soledad, bien por cuestiones amorosas, amistad, cambios, quién sabe. Las posibilidades son infinitas y la salida solo una. El tiempo, que todo lo cura. El tiempo que borrará ese mal recuerdo, ese sueño “regulero”, esa experiencia para anotar y dejar en el cajón…Todo pasa y todo llega, eso me lo dijeron una vez. Y con eso me quedo. ¿Estás bien? La pregunté.
–Estoy pensando en mi hija, hace que no la veo 15 años, hace que no sé de ella 6 años- cerró los ojos, y los abrió mirando hacia la puerta de su jaima, como quien busca una respuesta en el infinito, como quien espera algo que no acaba de llegar.
Y rápidamente me acerqué más a ella, traté de calmarla, la pasé un vaso de té. Y en ese mismo instante, se creó un silencio absoluto, que solo las cabras que por allí asomaban fueron capaces de romper con la situación.
Por unos momentos empecé a pensar en mi madre, en mi padre, en mis hermanos, en ¿Qué sentiría mi madre en esa misma situación? ¿Iría a contárselo a cualquiera, en busca de contacto conmigo? ¿Lloraría con la misma impotencia que Fati? ¿Y qué pasaría por la cabeza de su hija para permitirse esa “tranquilidad” absoluta? De no saber nada, absolutamente nada de su familia en 6 largos años…
Pues bien, Fati habla de ese sentimiento que te contaba, léelo y dime qué piensas. Ella es sencillez, generosidad, hospitalidad, es sin duda una de esas mujeres de las que me encanta aprender un poco. Siempre dispuesta a colaborar en todo lo que tenga que ver con los jóvenes, cercana a los suyos, y amable a más no poder con los que no la conocen de nada. Sonriente siempre, y con un “salam aleikum” cruza medio barrio para arriba y para abajo, parando con quien se encuentra en el camino, preocupándose por todos. ¡Es admirable!
Dicho esto, estas son sus palabras literalmente, sé que te gustará, y seguramente al igual que yo también podrás sentirte identificad@ con el texto y como tú, otros muchos Al fin y al cabo la vida nos da este tipo de lecciones para que salgamos reforzados. Sí, lecciones de la vida, porque de todo se aprende. No lo dudes. Es urgente, buscar una solución a un problema como el de Fati, que los jóvenes que residimos en España no perdamos el contacto con las familias biológicas, que vayamos, les veamos, estemos con ellos, les disfrutemos y que nos disfruten a nosotros. Estar en España, no es sinónimo de olvido. Te dejo con ella, con sus palabras, seguro que acabas dándome la razón…
“Ella estará bien. Si me preguntas cómo está no sabría que decirte … me culpo por sus lágrimas, de su soledad, de la mía y por no saber dónde estará. El tiempo siempre va para adelante, no para atrás, ella estará bien… Es una mujer fuerte, la he visto caer, levantar la cabeza, limpiarse las heridas y seguir caminando, aunque tiene una herida que sangra más por dentro…pero ella estará bien. O eso espero
Espero que no haya perdido la sonrisa, que se la ponga cada día y mire al espejo asegurándose de ello, a pesar de que sus ojos desvelan una tristeza escondida… lo sé, ese instinto maternal nunca engaña. Pero ella estará bien.
Te contaría que ha cambiado, que ya es una mujer pero te mentiría si te dijera que se pone su melhfa, que está rodeada de saharauis, que aún recuerda a su familia, que ha dejado de ser una cabezota, porque de pequeña era la más cabezona de todos.
Cuánto te mentiría si te dijera que ya no me acuesto cada noche pensando en ella…pero ella estará bien. Sabe desenvolverse con la intensidad de quien no tiene miedo, con la verdad de un niño, con la generosidad del peregrino. Fíjate si no sabe de nosotros, que hace poco, un conocido de la familia la encontró por las redes sociales y cuando le mencionó su familia no volvió a hablarle.
Hay algo que me preocupa, el día que ya no hable más de ella porque sepa que no quiere saber nada de mí, ese día… ¿estaré bien yo?”
“La vida es para quien se conforma. La poesía, para quien sueña y desea… y no tiene miedo de contarlo”
Trozos de Cristal, Fito y Fitipaldis
Por Benda Lehbib Lebsir / Fotografías: Westernsahara / 1saharaui
Si me dejas, te contaré algo. Este verano, una conocida me quiso contar su historia, Fatimetu, me puso al tanto de un desgarrador testimonio, en un momento delicado bajo mi mirada inquieta y unos 52 grados, las telas de su estrenada jaima eran testigos de todo, incluidas mis lágrimas de impotencia.
Ella estará bien. Me dijo y rápidamente, le pregunté ¿de quién me hablas? Fati, para los amigos, conocida y muy querida en mi barrio, me habló de un sentimiento de vacío, de esa punzada en el corazón al confirmar que ya no va a volver, que de la misma manera que hace días pensaba en ella al igual que los largos 15 años que lleva sin verla, ya no volverá, pero que ella mantiene esa esperanza. “Cuando te aferras a lo imposible, siempre queda una pequeña ventana abierta al qué pasará por su cabeza? ¿Me echará de menos? ¿Se acordará de mí? Y pronto, toda esa seguridad, esa firmeza con la que me hablaba tan suya se desmorona, se hace añicos mientras yo apenas pestañeaba.
En cuestión de segundos todo cambia, se abre ante ti una pequeña historia, una realidad, una nueva aventura, un nuevo capítulo en la historia de esa vida que ayer desconocías por completo. Pero no, para Fati, las cosas no cambian, aunque ahora lo único positivo que vea sean los recuerdos del pasado. Piensa, que está empezando a construir memorias para su futuro y que allí las verá con su hija de otra manera. Te lo digo yo, por cómo me miraba. Piensa que nunca va a dejar de sonreír, aunque por momentos su rostro se vea más serio de lo normal. La sonrisa siempre estará ahí, esperando a que quiera sacarla de paseo.
Sí, ese sentimiento de vacío que todos, en mayor o menos medida hemos experimentado alguna vez. Ese sentimiento de soledad, bien por cuestiones amorosas, amistad, cambios, quién sabe. Las posibilidades son infinitas y la salida solo una. El tiempo, que todo lo cura. El tiempo que borrará ese mal recuerdo, ese sueño “regulero”, esa experiencia para anotar y dejar en el cajón…Todo pasa y todo llega, eso me lo dijeron una vez. Y con eso me quedo. ¿Estás bien? La pregunté.
–Estoy pensando en mi hija, hace que no la veo 15 años, hace que no sé de ella 6 años- cerró los ojos, y los abrió mirando hacia la puerta de su jaima, como quien busca una respuesta en el infinito, como quien espera algo que no acaba de llegar.
Y rápidamente me acerqué más a ella, traté de calmarla, la pasé un vaso de té. Y en ese mismo instante, se creó un silencio absoluto, que solo las cabras que por allí asomaban fueron capaces de romper con la situación.
Por unos momentos empecé a pensar en mi madre, en mi padre, en mis hermanos, en ¿Qué sentiría mi madre en esa misma situación? ¿Iría a contárselo a cualquiera, en busca de contacto conmigo? ¿Lloraría con la misma impotencia que Fati? ¿Y qué pasaría por la cabeza de su hija para permitirse esa “tranquilidad” absoluta? De no saber nada, absolutamente nada de su familia en 6 largos años…
Pues bien, Fati habla de ese sentimiento que te contaba, léelo y dime qué piensas. Ella es sencillez, generosidad, hospitalidad, es sin duda una de esas mujeres de las que me encanta aprender un poco. Siempre dispuesta a colaborar en todo lo que tenga que ver con los jóvenes, cercana a los suyos, y amable a más no poder con los que no la conocen de nada. Sonriente siempre, y con un “salam aleikum” cruza medio barrio para arriba y para abajo, parando con quien se encuentra en el camino, preocupándose por todos. ¡Es admirable!
Dicho esto, estas son sus palabras literalmente, sé que te gustará, y seguramente al igual que yo también podrás sentirte identificad@ con el texto y como tú, otros muchos Al fin y al cabo la vida nos da este tipo de lecciones para que salgamos reforzados. Sí, lecciones de la vida, porque de todo se aprende. No lo dudes. Es urgente, buscar una solución a un problema como el de Fati, que los jóvenes que residimos en España no perdamos el contacto con las familias biológicas, que vayamos, les veamos, estemos con ellos, les disfrutemos y que nos disfruten a nosotros. Estar en España, no es sinónimo de olvido. Te dejo con ella, con sus palabras, seguro que acabas dándome la razón…
“Ella estará bien. Si me preguntas cómo está no sabría que decirte … me culpo por sus lágrimas, de su soledad, de la mía y por no saber dónde estará. El tiempo siempre va para adelante, no para atrás, ella estará bien… Es una mujer fuerte, la he visto caer, levantar la cabeza, limpiarse las heridas y seguir caminando, aunque tiene una herida que sangra más por dentro…pero ella estará bien. O eso espero
Espero que no haya perdido la sonrisa, que se la ponga cada día y mire al espejo asegurándose de ello, a pesar de que sus ojos desvelan una tristeza escondida… lo sé, ese instinto maternal nunca engaña. Pero ella estará bien.
Te contaría que ha cambiado, que ya es una mujer pero te mentiría si te dijera que se pone su melhfa, que está rodeada de saharauis, que aún recuerda a su familia, que ha dejado de ser una cabezota, porque de pequeña era la más cabezona de todos.
Cuánto te mentiría si te dijera que ya no me acuesto cada noche pensando en ella…pero ella estará bien. Sabe desenvolverse con la intensidad de quien no tiene miedo, con la verdad de un niño, con la generosidad del peregrino. Fíjate si no sabe de nosotros, que hace poco, un conocido de la familia la encontró por las redes sociales y cuando le mencionó su familia no volvió a hablarle.
Hay algo que me preocupa, el día que ya no hable más de ella porque sepa que no quiere saber nada de mí, ese día… ¿estaré bien yo?”
“La vida es para quien se conforma. La poesía, para quien sueña y desea… y no tiene miedo de contarlo”
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