Revista Cultura y Ocio

Ella: Marina, la elegida

Publicado el 13 enero 2017 por Elpajaroverde
"...no importa cuál haya sido mi relación con el muerto, o mejor: por poco que en vida haya significado yo para él, sé que en este momento (el momento que pone fin a los momentos), soy para él la más cercana. Quizá - porque soy yo quien de todos está más al borde, y a quien más fácil le será (sería) ir tras él. Ya no hay este muro: vivo - muerto, era - es. Hay confianza mutua: ¡él sabe que pese al cuerpo - soy, yo sé que pese al féretro - es! Conciliación, convenio, conspiración amistosa. Él es sólo un poco mayor. Y con cada uno que se va allá, al más allá - se va una parte de mí, de mi tristeza, de mi alma. Adelantándoseme - a casa. Casi como: "Saludos a...".
Pero, en resucitando con él, también muero con él. No puedo llorar sobre un féretro, ¡porque yo también estoy siendo enterrada! Con cierta pérdida de mi realidad terrestre pago mi afirmación en otros mundos."
Estas palabras de Marina Tsvietáieva que tomo prestadas de mi reseña de sus Diarios de la Revolución de 1917 dejan patente la dualidad permanente en la que vivió: vida-muerte, materia-alma. No serán las únicas palabras suyas que encontraremos en sus escritos a lo largo de su vida referentes a la muerte o, incluso, al suicidio. Vuelve a la idea una y otra vez, como una reafirmación de su identidad, como si le hubiera sido dada a leer de antemano la última página de la historia de su vida. Pero no es más que una constancia en la distancia, un guiño, un coqueteo, tan sólo en sus últimos días (tal vez años), la constancia acorta distancias y se torna certeza ineludible, única vía de escape, puerta de salida al lugar que estaba llamada a ocupar. Atrás quedan las vestiduras, el cuerpo que la aloja. Nace la Marina inmortal.
La que hoy os traigo es una entrada biográfica sobre Marina Tsvietáieva, considerada una de las poetas más importantes del siglo XX. Pensaréis, pues, que estoy comenzando por el final. No es así. Este es el principio, el origen de todo.
Diarios de la Revolución de 1917 fue mi primer encuentro con la gran poeta rusa. Un encuentro que me dejó cautivada y absolutamente rendida a su alma. En mi reseña, que podéis leer aquí, ya auguraba que probablemente no sería esa su única aparición por este blog. Quién me iba a decir que la ocasión para repetir con la autora se me iba a brindar en bandeja.
Ella: Marina, la elegidaA finales de 2016, de la mano de Carla Bataller Estruch, comienza a organizarse una maravillosa iniciativa que lleva por nombre Adopta un autora (en este enlace tenéis toda la información al respecto, adoptadas, colaboradores, etc.), un proyecto ilusionante al que, aunque en un principio dudo pues supone una gran inversión de tiempo, fuerzas y cierta continuidad en el tiempo, no me he podido resistir. La culpable es ella, Marina, que surgió arrolladora de algún lugar de mi memoria hasta dominar todo mi pensamiento. Ella es mi elegida, ella es mi adoptada, aunque me siento tan insignificante a su lado que creo que soy yo quien va a dejarse adoptar por ella.
Esta es la primera de una serie de entradas que dedicaré a Marina Tsvietáieva. A su vida y a su obra, ambas indisolubles, porque para Marina vivir y escribir era una misma cosa.
"No vivo para escribir versos, escribo versos, para vivir. (¿Quién podría fijarse como último objetivo escribir versos?) Escribo no porque sepa sino para saber. Mientras no escribo sobre el objeto (no lo veo), el objeto no existe. Mi medio de conocimiento es - la enunciación, en ese momento, de debajo de la pluma, surge el conocimiento."
Y ahora sí, sin más preámbulos, os presento a Marina Tsvietáieva.
Marina Ivánovna Tsvietáieva nace en Moscú el 8 de octubre de 1892. Es hija de Iván Vladímirovich Tsvietáiev, profesor de la Universidad de Moscú y posterior fundador del Museo de Bellas Artes de Moscú, y de Maria Alexándrovna Mein, virtuosa pero frustrada pianista. En 1894 nace su hermana Anastasia, a la que Marina se referirá siempre con el diminutivo Asia. Tiene además otros dos hermanos por parte de padre pero su relación con ellos será siempre un tanto conflictiva.
Dos pasiones dominan la casa familiar durante su infancia: el Museo y la Música. Marina estudia en internados, pasa temporadas en el extranjero y domina con soltura el alemán y el francés. Pese a ello y a su notable inteligencia, no destaca en sus estudios y los abandonará muy joven. También de muy joven pierde a su madre, una mujer que tuvo una gran influencia sobre ella pero con la que las relaciones no siempre fueron fáciles.
Con tan solo 18 años publica su primer libro de poemas, El álbum de la tarde, que recibe una buena acogida por parte de la crítica. Fruto de esa publicación conocerá a Maximilian Voloshin, quien se convertirá en su mentor literario por esa época y le presentará a Serguei Efrón, un año menor que ella.
Marina y Serguei se casan en enero de 1912 y, el 5 de septiembre de ese mismo año, nace su hija Ariadna, a la que Marina llamará Alia. Comienza así una de las épocas más felices y tranquilas en la vida de Marina. A finales de 1913, a pesar de ser el año en que muere su padre, escribe en uno de sus cuadernos lo siguiente:
"Nunca antes había estado tan bella, tan segura de mí misma y tan feliz como este invierno."

Ella: Marina, la elegida

Sergey Efron. Autor desconocido

Sin embargo, y a pesar del intenso amor que siente por Serguei y la adoración por su hija Alia, esa tranquilidad parece no ser suficiente para colmar el alma de Marina. Inicia una serie de relaciones platónicas que se darán con mayor o menor frecuencia a lo largo de su vida. Ella misma las define como idilios cerebrales y no las considera fruto del amor sino del romanticismo. Estos idilios suelen seguir un mismo patrón: Marina conoce a alguien, lo idealiza, comienza con él (en ocasiones ella) una relación epistolar en la que lo colma de atenciones, tras un tiempo llega la decepción a veces, otras, el desencanto. Todas esas relaciones suelen desembocar en un nuevo ciclo de poemas. De entre todas ellas hay una que destaca sobremanera, la correspondencia que mantiene a lo largo de los años con el poeta Boris Pasternak, a quien sólo ve en contadas ocasiones en su vida. A ellos se unirá durante el año 1926 Rainer Maria Rilke. La correspondencia entre estos tres insignes escritores se reúne en Cartas de verano de 1926.
En alguna ocasión estas relaciones trascienden lo platónico y se tornan físicas. En 1914 Marina vive un auténtico idilio con la crítica Sofía Parnok. La relación concluye cuando descubre que ésta le es infiel con otra mujer. Fruto del dolor y rencor por la pérdida de Sofía, Marina comienza a escribir poemas más profundos y afilados, aunque sin duda en esa mejoría influye también el descubrimiento por su parte de los grandes poetas Anna Ajmátova y Alexandr Block.
Esta época coincide con un distanciamiento con su marido Serguei, no sólo por su relación con Sofía sino porque éste se alista en la Primera Guerra Mundial y parte al frente como enfermero. No obstante, se reconcilian tras su regreso y en abril de 1917 nace su hija Irina.
Seis meses después, en octubre de ese mismo año, da comienzo la Revolución Rusa, que marca una de las épocas más duras en la vida de Marina. Se encuentra en Crimea, a dónde ha ido a visitar a su hermana Asia que acaba de perder a su marido e hijos por enfermedad. Vuelve a Moscú a reunirse con Serguei y de ahí parten de nuevo a Crimea. Serguei baraja unirse al Ejército Blanco. Marina regresa a Moscú a recoger a sus hijas que en ese momento están a cargo de sus suegros. Cuando llega ya ha estallado la guerra civil. Tiene veinticinco años, se queda aislada y sin medios materiales, sola y con dos niñas pequeñas. No volverá a ver a Serguei hasta seis años después.
Marina es un ser completamente apolítico, no por falta de conciencia sino por su personalidad libre e independiente. No se considera perteneciente a ningún bando, ni en política ni en ningún otro aspecto. Su marido lucha finalmente junto al Ejército Blanco, ella realiza lecturas y escribe en alguna ocasión a favor del zar, sin embargo, sus convicciones no responden a ningún color como atestiguan estos versos de uno de sus poemas escritos en 1920:
Era blanco -más rojo se volvió.A causa de la sangre enrojeció.Era rojo - más blanco se volvió.A causa de la muerte emblanqueció.
Durante esos años Marina vive el miedo, el oportunismo, el hambre, el frío, la miseria, las humillaciones. Consigue un trabajo que le deja tiempo para escribir pero lo considera alienante y termina por abandonarlo. Malvive en una buhardilla con sus hijas. Apenas puede alimentarlas por lo que decide dejarlas en un orfanato estatal de Kúntsevo. A los pocos días tiene noticia de que Alia se encuentra enferma. Va al orfanato y contempla horrorizada las condiciones en las que viven los niños: malnutridos, hacinados, sin salir al exterior a tomar el aire por carecer de ropa de abrigo. Se lleva a Alia consigo para cuidarla y deja allí a Irina. Una decisión fatal.

Ella: Marina, la elegida

Marina Tsvetaeva (1913). Autor desconocido

Alia es su ojito derecho. Una niña aguda, inteligente, que con tan solo siete años mantiene conversaciones brillantes y escribe maravillas en sus cuadernos. Ambas son inseparables, como dos mitades de un solo ser. A Irina, en cambio, nunca consigue quererla del todo. Las anotaciones en su diario de las visitas al orfanato hacen sospechar que la niña pudiese tener cierta discapacidad intelectual. El hecho es que mientras Marina se ocupa de las sucesivas recaídas de la malaria de Alia, Irina muere en el orfanato de inanición. Tiene tan solo tres años. Las cartas y anotaciones en sus cuadernos en los días siguientes dan muestra de la enorme pena y culpa que invade a Marina. Escribe: 
"La muerte de Irina es terrible porque fue - la casualidad más pura. (Si fue por hambre - ¡un poco de pan! si por malaria - ¡un poco de quinina! - ¡oh! - UN POCO DE AMOR, [la frase está inconclusa]"
y también:
"La historia de la vida y de la muerte de Irina:No se encontró en el mundo suficiente amor para una pequeña niña."
En 1922 Marina y Alia son autorizadas a abandonar la Unión Soviética y, previo paso por Berlín, conseguirán por fin reunirse con Serguei en Praga.
Allí Marina se enamorará de Konstantín Boleslávobich Rodzévich, compañero de universidad de Serguei. Éste se desahoga por carta con Maximiliam Voloshin y retrata a su esposa de la siguiente manera:
"Comuniqué a Marina mi decisión: que nos separáramos. Durante dos semanas estuvo fuera de sí [...], no lograba dormir, adelgazó. Nunca la había visto en tal estado de desesperación. Finalmente, me dijo que no podía separarse de mí porque la conciencia de mi soledad no le habría dado un momento no sólo de felicidad, sino siquiera de tranquilidad. [...] Yo habría podido ser inflexible si Marina hubiera encontrado un hombre en quien pudiera confiar. Pero estaba seguro de que el otro (un Casanova de segunda) la abandonaría después de una semana, lo que, en el estado en que se encuentra Marina, significaría su muerte."
"Marina es una criatura de pasiones. Mucho más ahora que antes -antes de mi partida. Lanzarse de cabeza a su propio huracán se ha convertido para ella en una necesidad, en el oxígeno de su vida. Quién sea la causa que desencadene ese huracán -no importa. Casi siempre [...] todo está construido sobre un autoengaño. Se inventa una persona y se crea el huracán. Si la insignificancia y las limitaciones de quien ha desencadenado el huracán se descubren pronto, Marina se abandona a una tempestuosa desesperación. Es una condición, la suya, que se alivia sólo con la aparición de un nuevo estímulo desencadenante. Qué -no importa, importa el cómo. Ni la esencia, ni la fuente, sino el ritmo, el ritmo endemoniado. Hoy la desesperación, mañana el entusiasmo, el amor, otra vez entregarse en cuerpo y alma; y pasado mañana, de nuevo la desesperación. Y todo a pesar de su inteligencia aguda, fría (puede que incluso cínicamente volteriana) [...] Todo termina siendo transcrito en un libro. Todo se reduce tranquilamente, con precisión matemática, a una fórmula. [Marina es] como una estufa enorme que, para funcionar, debe ser alimentada con leña, leña y más leña. Las cenizas inútiles son desechadas, y la calidad de la leña no es demasiado importante [...] No hace falta decir que ya hace mucho tiempo que yo no sirvo para hacer funcionar esa estufa."

Ella: Marina, la elegida

Konstantin Rodzevich. Autor desconocido

El idilio y posterior separación de Konstantín le inspiran Poema de la montaña y Poema sin fin, dos de sus obras maestras. El fin a la relación se pone por ambas partes. Por parte de Konstantín, porque era el Casanova que describía Serguei y, por parte de Marina, porque no quiere hacer daño a su esposo. El amor que sentía por él se ha tornado en un afecto maternal, protector. Años después lo definirá de la siguiente manera: "un encuentro precoz con un hombre magnífico entre los magníficos, que debió haber sido una amistad y se convirtió en matrimonio". Serguei y Marina no se separan y en febrero de 1925 nace su tercer hijo, Georgui Efrón, a quien sus padres apodarán Mur.
Marina consigue publicar en alguna revista de exiliados pero, si bien goza de cierta fama y respeto en Checoslovaquia, desde la Unión Soviética sólo recibe ataques y condenas. En esa época escribe también El cazador de ratas, una versión irónica y cruel de El flautista de Hamelin en la que hay claras alusiones biográficas, a su visión de la vida y a la situación del momento en Rusia.
A finales de 1925, animada por la invitación de una amiga y, ante la falta de perspectivas, toda la familia se traslada a París. Allí vivirá catorce años.
En principio es bien recibida y goza de cierta consideración, pero su aventura parisina no será como ella había imaginado. Continúa con su prolífica producción literaria. Durante esos años publica su primer gran texto teórico, El poeta a propósito de la crítica y escribe Carta de una amazona, un canto y a la vez una condena al amor entre mujeres que escribe como contestación al libro Pensamientos de una amazona de Natalie Clifford, millonaria norteamericana y abanderada del lesbianismo. Escribe también en francés pensando que su obra será así más aceptada. Intenta que le publiquen traducciones. Casi todas sus tentativas son en vano. No es afín al régimen soviético, tampoco se encuentra integrada en el grupo de escritores rusos exiliados. Esto hace que unos y otros recelen de ella y Marina cada vez se siente más aislada. A este respecto se manifiesta de la siguiente manera:
"De mis reflexiones sobre los redactores y las redacciones: De todas formas, cuando yo muera - ¡todo se publicará! Cada rengloncito, como dice Alia: ¡cada rabillito! ¿A qué los remilgos (los caprichos)? ¿O es que en vez de la gloria sencilla [falta una palabra] del sol, necesitan imprescindiblemente el escándalo de la muerte? ¿En vez de a mí a la mesa, a mí - tendida en la mesa? (Esto también - ¡publíquenlo!)"
Marina vive sumida en la vida doméstica, esa que forma parte del mundo material que tanto denosta, y completamente entregada a su hijo Mur. El comportamiento de éste con su madre es descrito como terrible y egoísta por algunas fuentes. Hay una balada francesa a la que a Marina le gusta recurrir para explicar su idea de la maternidad. Esta cuenta que la amada del hijo le pidió a éste, en prueba de su amor por ella, el corazón de su madre. El hijo arranca el corazón a la madre y, cuando va corriendo para entregárselo a la amada, tropieza y se le cae. "Y el corazón le dijo: ¿Te has hecho daño, hijo?". Probablemente el amor por sus hijos y, tal vez, la inquebrantable lealtad hacia su esposo, sea lo único capaz de competir con su modo de vivir a través de la escritura. En una nota autobiográfica que le envía a Pasternak como respuesta a un cuestionario, Marina se define a si misma con estas palabras:
"Lo que más amo en el mundo: la música, la naturaleza, la poesía, la soledad.
Absoluta indiferencia por la opinión pública, el teatro, las artes plásticas, lo visual. Mi sentido de la propiedad se limita a mis hijos y a mis cuadernos.
Si tuviera escudo, grabaría en él: Ne daigne [No te dignes]
La vida es - una estación, pronto partiré, adónde - no pienso decirlo."

Ella: Marina, la elegida

Ariadna Efron. Autor desconocido

La vida amorosa de Marina en esos años es mucho más tranquila pero, aunque cada vez con menos frecuencia, aún vive algún que otro de esos idilios cerebrales suyos. Anatoli Steiger, joven poeta ruso, responde de esta elegante manera a la posterior decepción de Marina tras el encandilamiento y nos da a la vez una idea de la gran dimensión y poder de la poeta:
"Es usted tan fuerte y tan rica, que a la gente con la que se encuentra, la re-crea para usted misma a su manera, y cuando el ser auténtico de esas personas, su ser verdadero, acaba por abrirse paso - usted se asombra por la nulidad de quienes  hasta hace un momento habían recibido el reflejo de la luz que usted emana - porque ha dejado de estar en ellos."
Por otra parte, la relación con su adorada Alia, por entonces ya una joven mujer, es cada vez más distante y complicada. Además, ésta empieza a acariciar la idea de volver a Rusia influida por el viraje de opiniones de su padre en los últimos años. Mur también se une a este ruego. Marina es el único miembro de la familia a la que poner un pie en la Unión Soviética le horroriza. Así expresa su sentimiento en una carta a una amiga:
"¡¿No será Rusia adonde vaya?! Donde en un pispás (¡alegremente!) - me encerrarán. Allá yo no sobreviviré, ya que indignarme - me apasiona (¡y hay por qué!)."
Tanto en Praga como en París la familia Efrón nunca vive en la capital sino en los arrabales. Sus escasos medios económicos provienen de una paga que el gobierno checo da a los escritores rusos en el exilio más relevantes y que Marina logra mantener incluso en los primeros años en París, de sus escasas publicaciones y de las ayudas de algunos amigos. Serguei, aquejado de tuberculosis desde joven, funda un par de revistas sin éxito y estudia cine en la universidad, pero apenas contribuye a sostener a la familia. Sin embargo, últimamente es él quien ingresa dinero en casa.
En los últimos años Serguei ha ido cambiando sus ideas políticas de forma radical. Se une al movimiento euroasiático y comienza a trabajar para una organización promovida por la Unión Soviética. Como consecuencia de sus actividades clandestinas, en 1937 se verá involucrado en los asesinatos de Ignace Reiss, policía secreto que había desertado durante una misión en Francia, y Lev Sedov, hijo de Trotski. Se facilita su regreso a la Unión Soviética aunque la versión oficial será que se ha ido a España a luchar con las Brigadas Internacionales contra el General Francisco Franco. Alia se había ido meses antes. Marina se queda sola en París con Mur, quien insiste en seguir a su padre y hermana. Asia, a la que sólo ha visto una vez en todos sus años de exilio, también se encuentra allí. En 1939, Marina regresa junto a su hijo a la tierra que la vio nacer. Nada más llegar recibe el primero de los muchos golpes que le esperan: su hermana Asia ha sido deportada a un campo de concentración en Siberia.

Ella: Marina, la elegida

Sofía Parnok. Fotografía de нет информации

En Moscú, se aloja junto a su familia en una especie de cuartel para espías encubiertos. Dos meses después detienen a Alia. En noviembre de ese mismo año el detenido será Serguei. Ambos son afines al régimen y sus detenciones obedecen a motivos oscuros de la NKVD, futura KGB.
Marina se queda nuevamente sola con Mur. Comienza un duro peregrinaje en busca de alojamiento. Apenas recibe ayuda de nadie. Por mediación de Pasternak consigue trabajo como traductora pero sus ingresos apenas le permiten subsistir. Se encuentra completamente desesperada. Llega incluso a enviar un telegrama solicitando ayuda al mismísimo Stalin, de quien en 1936 en una carta a una confidente se había expresado así: "yo que no puedo firmar una carta de saludo al gran Stalin, porque no fui yo quien lo calificó de grande y - aun si fuera grande - esa grandeza no es la mía". Ni siquiera el encuentro con su admirada Anna Ajmátova consigue animarla. Éste resulta un tanto decepcionante. Sin embargo, fruto de los dos días que pasan juntas, la gran Ajmátova escribe el poema Réplica tardía fechado en 1940:
Invisible, doble, bromista,
tú estás escondida en las profundidades de los montes,
eres la que se oculta en la casa del estornino,
y la que sobrevuela las cruces de la muerte.
La que grita desde la Torre Marinkina:
"Ahora que he vuelto a casa,
campos nativos, protegedme
de lo que va a ocurrirme."
El abismo ha devorado a todos los que quise,
y mi familia ha sido saqueada.
Aquí estamos, tú y yo, juntas, Marina,
caminando a medianoche por la ciudad
y tras nosotros hay millones como nosotras
y jamás existió un cortejo más callado.
Nos acompañan las campanas fúnebres
y el gemido salvaje que propaga en Moscú
la tormenta de nieve que borra nuestras huellas.
Marina tratará por todos los medios posibles de tener noticias de su marido y su hija. Tan solo consigue cruzar alguna carta con Alia. Persiste en su búsqueda de una habitación que la cobije. En 1941 abandona Moscú con uno de los grupos de escritores que son alejados del frente. Algunos son alojados en Chístopol, otros, entre los que se encuentran Marina y su hijo, continúan hasta Elábuga. Intenta sin embargo que la acojan en Chístopol y encontrar allí algún empleo. Tiene noticia de que se va a abrir un comedor en Litfond y solicita un trabajo como lavaplatos. No obtiene respuesta. Nadie parece querer ayudar a la esposa de un represaliado.
Tras el arresto de Alia, Marina había escrito:
"De mí. Todos me consideran valiente. No conozco a una sola persona más temerosa que yo. Tengo miedo de todo. De los ojos, de la oscuridad, de los pasos, pero sobre todo - de mí misma, de mi cabeza - si esto es una cabeza - que con tanta abnegación me ha servido en el cuaderno y tanto acaba conmigo - en la vida. Nadie ve - nadie sabe, - que hace ya un año (aproximadamente) busco con los ojos - un gancho, pero no hay, porque en todo lados hay electricidad. No hay "arañas"... Hace un año que me pruebo  - la muerte. Todo es - monstruoso y - terrible. Tragar - es asqueroso, saltar - es hostil, repulsión inmemorial por el agua. No quiero dar miedo (después de la muerte), creo que ya tengo miedo de mí misma - después de la muerte. No quiero - morir, quiero - no ser. ¡Tonterías! Mientras sea yo necesaria... Pero, Dios, ¡qué poco, qué nada puedo!"

Ella: Marina, la elegida

Marina Tsvetaeva, 1911. Fotografía de Max Voloshin


A Marina ya sólo le queda su preocupación por Mur, un adolescente que cada vez se alejará más de ella y la necesitará menos.
El 31 de agosto de 1941 Marina se ahorca y deja para siempre el cuerpo que le dio forma en vida. Antes escribirá tres cartas: una para quienes encuentren su cadáver suplicándoles que acompañen a Mur a Chístopol a reunirse con Nikólai Aséiev, un poeta al que aprecia y con el que ha mantenido cierta amistad; otra para el propio Aséiev rogándole que junto a su mujer se haga cargo de Mur y lo cuide como a un hijo; la tercera es para Mur y dice así:
Murlyga:
Perdóname, pero en adelante habría sido todavía peor. Estoy gravemente enferma, esto ya no soy yo. Te amo enloquecidamente. Entiende que no podía seguir viviendo. A papá y a Alia diles - si los ves - que los amé hasta el último minuto y explícales que caí en un callejón sin salida.
En las cartas que Mur envía para informar a sus allegados describe el suceso de la siguiente manera:
"La causa del suicidio - un estado nervioso muy grave, una situación sin salida - la imposibilidad de trabajar en lo suyo; además, para M. I. eran muy difíciles de soportar las condiciones de vida en Elábuga - la mugre, la fealdad, la estupidez. [...] La entiendo perfectamente y le doy la razón. [...] Para ella en adelante habría sido un sucedáneo de vida, un "arrastrar la existencia"."
Aséiev no se hará cargo de Mur. Éste se incorporará al ejército en 1944 y morirá el 7 de julio de ese mismo año.
Seguei Efrón tan solo sobrevive  mes y medio a su mujer. Es fusilado en octubre de 1941.
Ariadna (Alia) es el único miembro de la familia que sobrevive al estalinisimo. Su liberación definitiva se producirá en 1955. Cuenta cuarenta y cuatro años. Dedicará gran parte de su vida a la edición de los poemas de su madre.
Los restos mortales de Marina Tsvietáieva reposan sin nombre en el cementerio de Elábuga. Su nombre, junto a su alma, está impreso en cada uno de sus escritos que, como ella misma vaticinó, se publicaron tras su muerte.

Ella: Marina, la elegida

Casa-Museo de Marina Tsvietáieva, Moscú. Fotografía de Vladimir OKC


Con tan sólo dieciséis años, en una carta a un amor de juventud, escribió:
"Ni una sola persona que se encuentre conmigo ha de partir de mi lado con las manos vacías.
¡Tengo infinitamente tanto de todo!
Basta con saber tomar, optar."
No, no creo que nadie que se cruce con ella pueda partir sin llevarse algo, irse igual que cuando llegó. Si con esta entrada y las sucesivas que sobre ella escriba soy capaz de ofreceros aunque sólo sea  una millonésima parte de todo lo que es Marina, mi objetivo estará cumplido. La opción de tomar, por supuesto, es vuestra.
Bibliografía:
Los nombres de Antígona. Benjamín Prado. (Contiene biografías de Anna Ajmátova, Marina Tsvietáieva, Carson McCullers, María Teresa León e Isak Dinesen). Aguilar, 2001. 398 páginas. ISBN: 84-03-09241-5.
Confesiones: Vivir en el fuego. Marina Tsvietáieva. (Autobiografía póstuma a partir de cuadernos y cartas de Marina Tsvietáieva). Presentado por Tzvetan Todorov. Traducción de Selma Ancira. Galaxia Gutemberg / Círculo de Lectores, 2008. 598 páginas. ISBN: 978-84-8109-715-3 / 978-84-672-3020-8.

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