Revista Cine

Ellas

Publicado el 26 septiembre 2011 por Josep2010

Resultará una obviedad para todas las amables personas que frecuentan este bloc de notas pero no estará de más, por si aparece algún espontáneo, reafirmar que el cine es una fuente de satisfacciones y de sorpresas que se van conformando al compás del tiempo acumulado en las sienes del espectador: en no pocas ocasiones una película vista hace años despierta nuevas sensaciones, buenas o malas, porque el paladar del cinéfago se ha ido construyendo con la experiencia y las muchas sesiones vividas.
Si a ello añadimos que la información relativa a cada película se incrementa con los datos que sobre ella se van desvelando y que la perspectiva social es un añadido forzosamente cambiante, es lógico que la revisión de viejas conocidas comporte como mínimo un buen rato.
Uno siempre afronta esas revisiones con el ánimo un poco encogido sobre todo cuando se trata de películas que pertenecen a la infancia, esas sesiones de cine de tarde "apta para todos los públicos" repletas de gloriosas representaciones de lo que luego supe se denomina "Serie B", alguna mejores que otras, muchas de ellas inolvidables por el impacto que conseguían en el ánimo cándido de la chiquillería enmudecida por la magia de la pantalla.
EllasDespués, mucho después, uno va y se entera que, en año tal como 1954 y con esta cosecha de películas en competencia, una de las que más taquilla hizo no obtuvo premio alguno de la academia y consiguió, además del taquillazo, permanecer en la memoria colectiva de todos cuantos la vieron, aquel año o bastantes más tarde, en afortunadísimo reestreno (buena costumbre perdida gracias a la pantalla doméstica): me refiero a Them! (titulada en España al modo explicativo fruto de la habitual estupidez como La humanidad en peligro) dirigida por el veterano Gordon Douglas sobre un guión de Ted Sherdeman escrito basándose en una idea de George Worthing Yates, todos ellos muy atentos a las órdenes del productor David Weisbart de la Warner Bros cuya primera intención fue ¡atenta la parroquia! realizar el rodaje en 3D y en color, y acabó con recorte de presupuesto organizando un rodaje en blanco y negro escatimando gastos, para acabar consiguiendo la fortuna del año.
Queda como recuerdo de la primigenia intención un extraño título en color y la filmación de "ellas" en ocasiones muy cercanas, hecho el guión técnico pensando en el 3D.
En el desierto la policía descubre una autocaravana destrozada y halla deambulando solitaria una niña pequeña en estado de shock; un restaurante de la zona aparecerá destrozado del mismo modo y su dueño muerto, pero no falta el dinero: sólo parece que se han llevado un barril de azúcar. Se oyen unos ruidos extraños en la noche y un policía queda guardando el lugar. A la mañana siguiente, el hombre ha desaparecido sin dejar rastro.
La película se inicia como un misterio a resolver por la policía y hasta bien entrado el metraje se mantiene la tensión que se convertirá en pánico al saber que los daños y desapariciones de humanos se deben a hormigas gigantescas, fruto, según elucubraciones de un sabio entomólogo, a mutaciones experimentadas a causa de pruebas nucleares subterráneas en el desierto unos pocos años antes.
Vista la película desde este siglo XXI que vivimos tiene un defecto: las hormigas son de cartón, madera y lana.
Por lo demás, sin disponer de grandes medios, Gordon Douglas sabe mantener el ritmo apropiado y estrujar al máximo todo cuanto tiene a su alcance: los intérpretes cumplen sin alharacas ni excesos y la historia se mantiene viva porque el que manda sabe mantener el pulso ágil y contar justo lo necesario sin avanzarse ni precipitarse: hay una mezcla de géneros formal que nos llevará de la intriga policial hasta la ciencia ficción que deriva en catástrofe valiéndose de lo que luego, años más tarde, podríamos definir como señales identitarias, como la intervención de las fuerzas armadas y el cierre de las calles mediante toque de queda para intentar prevenir los males del pánico urbano, así como la presentación de enormes animales en situaciones en las que su actividad no está ni mucho menos prevista con el añadido de una posible expansión al orbe entero.
Pasados más de cincuenta años resulta evidente que la inesperada recaudación obtenida provino en buena parte por la inquietud que el pueblo estadounidense sentía a mediados de la década de los cincuenta por las repercusiones de la bomba atómica, esa arma terrible que su ejército había usado y que seguía experimentando: tengo para mí que en ésa década el estadounidense medio sentía algo más que un temor a una invasión por parte de un enemigo focalizado en los soviéticos: también debió expresar de forma inconsciente a través de manifestaciones artísticas como esta película el sentimiento de culpa por la atrocidad de soltar la bomba atómica aniquilando, devastando, dos ciudades enteras del Japón, por mucho que fuera su enemigo en la última contienda mundializada: resulta evidente el remordimiento popular expresado mediante el temor de ver contra sí la infame tecnología armamentística: así, esas hormigas gigantescas, descendientes de habitantes milenarios del globo terráqueo, reconvertidas por la imprudente mano del hombre, amenazan con eliminar su existencia.
Del mismo modo que, como vimos hace tiempo Jack Finney negaba una y otra vez que su novela tuviera motivaciones políticas, parece claro, pasado tanto tiempo y vista la historia en perspectiva, que la aventura ideada por George Worthing Yates expresaba con claridad una cuestión que procuraba insomnio a algunos: ésa sí sería una buena explicación para el inesperado éxito comercial, porque pese a las buenas virtudes de esta película, que las tiene, sus elementos individualizados no se pueden comparar, ciertamente, con la pléyade del mismo año.
Lo que no obsta para que sigamos disfrutando de una película que sigue manteniendo el interés entre otras cosas porque el mensaje subyacente permanece inalterable y la forma en que el mismo nos llega sigue siendo redonda, mal que a esas hormigas no les sentaría nada mal una revisión infográfica: lo malo es que el acompañamiento sería de pena y seguramente el mensaje quedaría debilitado y deslavazado.
Algunos dirán que es una película "de culto" sobre todo para cinéfilos amantes de la ciencia ficción y otros, simplemente, podrán asegurar, como quien suscribe, que es un imperdible que ha superado holgadamente el paso del tiempo.
Tráiler


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