Afirman en la contraportada de este librito (108 páginas) que es delicioso. No mienten. Si me conoces bien, te sorprenderá que lo haya leído. Te lo cuento. Aunque no utilizo bicicleta desde la adolescencia, soy un acérrimo defensor de la quimera de enfocar el espacio urbano en beneficio de los ciclistas y en detrimento de los automovilistas. Lo he escrito en algunos artículos. Una ciudad dominada por bicis rebaja los niveles de ruido, peligro y contaminación. El corazón de Estrasburgo, que años atrás recorrí y disfruté a pie y en tranvía, está prácticamente reservado al uso de la bicicleta. Desde entonces, sueño con una ciudad de esas características.
Este ensayo, del pensador francés Marc Augé, era y es un regalo para un familiar que sí utiliza la bici con frecuencia; antes de dárselo, me interesó el tema y me lo leí de una sentada. Augé establece tres niveles en su libro, en el que parte de su experiencia (y, por tanto, del recuerdo de la infancia): el mito de la bici, por el que los ciclistas profesionales se convirtieron en el pasado en seres épicos, emulando a los héroes mitológicos de Homero; la crisis de la bici, merced al urbanismo predominante y de las ampliaciones de la ciudad, siempre estableciendo atajos desde el centro a los aeropuertos y estaciones de la periferia para garantizar los servicios; y la utopía de la bici, en la que el autor imagina ciudades en las que sólo se puede ser ciclista o paseante, y en las que los únicos vehículos que circulan lo hacen por prioridad (los de los bomberos, policías y médicos), situación que mejora las relaciones y la calidad de vida. Me ha gustado Augé, buscaré más ensayos. Y atentos, porque pronto se publica El metro revisitado.
El primer pedaleo constituye la adquisición de una nueva autonomía, es la escapada, la libertad palpable, el movimiento en la punta de los dedos del pie, cuando la máquina responde al deseo del cuerpo e incluso casi se le adelanta. En unos pocos segundos el horizonte limitado se libera, el paisaje se mueve. Estoy en otra parte, soy otro y sin embargo soy más yo mismo que nunca; soy ese nuevo yo que descubro.