La docilidad, en el periodismo como en la vida misma, es tierra de cultivo para los mansos. Disponer a gentes que le compliquen la vida al gobernante al frente de los medios de comunicación públicos ha de ser empresa quimérica. Quizá por eso, lo más acertado en estos casos es tirar de mansedumbre, entendiendo por ello que el perro nunca morderá a quien le da de comer.
A lo largo de mi trayectoria laboral he conocido a profesionales admirables. De ellos procuré aprender cuanto pueda llevarme en mi particular zurrón. Uno de ellos, y con el que lamento no haber tenido nunca el honor de trabajar, esValentín Contreras, quien ahora apura sus últimos compases en activo. Cuando me inicié en el mundo de la radio, él era el referente informativo de cada día. Solía despachar la actualidad con una exactitud y certeza admirables. Fue pionero al poner en antena un informativo autóctono en una emisora privada en la Región: fue en Radio Murcia, de la SER. Sus opiniones siempre han sido respetadas, tanto dentro como fuera de la profesión.
Cuando en 1989 se puso en marcha la emisora autonómica Onda Regional, la misma que de forma lamentable ahora pasa por momentos no muy vibrantes, fue elegido para pilotar aquel ambicioso proyecto para el que reclutó a un puñado de probados profesionales. Muchos desde su antigua empresa y otros procedentes de medios diversos. Montó de la nada un potente altavoz informativo en el que el rigor, que siempre ha defendido, fuese sello de calidad indudable.
Pasado el tiempo, Contreras abandonó la dirección en 1994. Nunca he hablado con él sobre los motivos de una marcha que pertenecerán a su más estricta intimidad, pero intuyo que estarían trufados por posibles divergencias en los estertores de los gobernantes autonómicos de aquel entonces. Meses después, el PP llegó como se esperaba al ejecutivo regional sustituyendo al PSOE, el partido que había impulsado esa radio autonómica. Lospopulares, que rectificaron sus intenciones iniciales de echar el cerrojo a aquel medio, hicieron sus nombramientos, no contaron con Contreras –o él no quiso que contaran, al borrarse discretamente del mapa–, ubicándose éste en la edición de los informativos vespertinos y nocturnos de la emisora con una dignidad admirable. A veces, al escucharlo entrada la noche, recordaba aquellos años 80 cuando uno ambicionaba ser como él: firme ante el micrófono, seguro, preciso y limpio en la ejecución.
Se me antoja que prescindir durante dos décadas de la gestión directiva de un tipo de su calibre ha constituido un lujo asiático. Pero claro, insisto en que para todo gobernante tener en un puesto clave a alguien con criterio propio y una profesionalidad a prueba de bomba es harto más complicado que echar mano de otras eventuales alternativas, que casi siempre suelen resultar más dúctiles para la causa.