Adoro los pequeños ensayos como El misterio de la creación artística, de Stefan Zweig, El arte de la mentira política, de Jonathan Swift, Hamlet y Don Quijote, de Iván Turguenev, Una humilde propuesta, de Jonathan Swift, reseñados aquí, de temática variada como veis pero estupendamente escritos y que, a mi entender, nos van engrandeciendo como lectores y como personas. El pequeño ensayo de hoy, publicado por Editorial Sequitur, tiene un título muy sugerente, ¿no creéis?... Elogio de la estupidez.
Le damos al botoncito de on del televisor en ciertas franjas horarias de determinados canales de televisión y nos damos cuenta de que un sin fin de sesudos personajes hacen elogio de la estupidez a cada minuto. Y encima con elaborada pedantería.
¿Qué tendría Ritcher que contar a propósito de la estupidez en el siglo XVIII?, me preguntaba. Y con el ensayo me puse... Y no deja el bueno de Ritcher títere con cabeza. El elogio está en boca de la propia Estupidez que comienza con la exposición de algunos de su grandes logros, como la preservación no solo de la salud física sino de la del alma...
"Yo, la Estupidez, para mostrarme a los hombres con mi mejor aspecto lo mismo adopto la apariencia más respetable que cualquier otra."
Jean Paul Ritcher (1763-1825)
No se salva nadie. Entre ejemplos ilustrativos de la Estupidez nos encontramos a los juristas, a los filósofos, a los escritores de novelas, a los doctores, a los eclesiásticos... y, por supuesto, a los gobernantes. (Y estaréis conmigo que a la vista de la actual situación podemos considerar que esto últimos siguen en su mayoría perteneciendo al grupo de los elegidos por la Estupidez.) Pero también los gobernados...Es un placer de ejercicio literario el leer este breve ensayo (169 páginas), disfrutando ese lenguaje cuidado, elaborado, lleno de ironía, sarcasmo, cinismo y sentido del humor y reflexionado sobre el interesante, inteligente e ingenioso análisis que de esta gran torpeza de entendimiento hace Ritcher, un hombre que no acabó de encontrar su sitio en un mundo que no logró comprenderlo y al que él nunca llegó a entender.¿Cuándo un pueblo soporta las injusticias de su dirigentes con menos impaciencia que cuando es incapaz de verlas? ¿Cuándo obedece las órdenes inútiles con más gusto que cuando las obedece ciegamente, y cuando no posee el juicio suficiente para apreciar en la severidad del Estado en el que se encuentra ni la dureza del que la aumenta incluso con más crudeza? (...) Su miopía le impide elevar los ojos hacia el trono y ver en su dominador ni más ni menos que a un dominador."
Marcapáginas 98
Y cuenta, además, el libro con una interesante y esclarecedora introducción de Hermann Hesse sobre el autor y su compleja personalidad... ¡Una lectura muy recomendable, sin duda!"Jean Paul tuvo una profunda intuición de los que nosotros buscamos actualmente como felicidad, como perfección, como armonía del alma bajo nuevas imágenes y con nuevas teorías, una intuición del equilibrio de las funciones del alma, de la armonía pacífica y fecunda del saber e intuir, del pensar y sentir."
"Si Jean Paul hubiese sido en la vida el hombre que fue como poeta, si hubiese podido saber y aplicar también a su vida los conocimientos profundos, la honda sabiduría y los secretos más entrañables de la vida que poseía como poeta, hubiese sido un hombre ejemplar, feliz, un hijo de los dioses."