Revista Salud y Bienestar

Elogio del laberinto

Por Doctorcasado


Elogio del laberinto
Foto de David Marquina Reyes

Nunca los laberintos estuvieron más de moda, nunca se construyeron tantos ni se erigieron como estructura social básica. En origen el arquetipo del laberinto significaba prueba, en su seno se escondía un tesoro a menudo guardado por monstruos y peligros. La estructura del símbolo está presente en casi todas las culturas como lugar intrincado que complica el camino hasta el punto de hacer casi imposible hallar la verdadera ruta. Nos muestra una imagen de complejidad y dificultad que de alguna forma todos hemos vivido alguna vez en nuestras vidas. Nos recuerda que en ocasiones no es fácil discernir el camino correcto, aventurar una salida o conseguir una respuesta.
Nuestras grandes megaciudades tienen mucho de laberintos al ser sumatorios de redes complejas que se imbrican entre si. La red de metro, la de transporte de superficie, la red eléctrica, la de agua potable, la de alcantarillado, el trazado de calles, las edificaciones y estructuras... A parte tenemos las redes de comunicación que tejen nuestros teléfonos y ordenadores, radios y televisiones. Una maraña de conexiones que unen incontables nodos. Si lo contemplamos a suficiente distancia veremos claramente el laberinto. Quizá caminando por la calle o reposando tranquilamente en el sofá no sea tan evidente pero no hay duda de que jamás la humanidad había creado antes una complejidad mayor, un laberinto tan enorme y globalizado.
Ante este enorme reto caben varias preguntas: ¿dónde está la entrada? ¿y la salida? ¿cómo orientarnos dentro de él? ¿qué peligros deberemos enfrentar? ¿cómo salir bien librados de la prueba? Disponemos de varios mitos que nos ayudan a responderlas pero son solo orientaciones, el grado de complejidad que enfrentamos es tal que nos obligará a cada cual a dar sus correspondientes respuestas, dado que el laberinto de cada cual es diferente. Sumamos al externo el personal construido sobre una base educativa y cultural que nos determina los muros interiores, los pasadizos y conexiones que separan sensaciones, ideas, emociones y sentimientos. Nuestro protagonista es la atención, el héroe que dotado de una pequeña antorcha deberá avanzar por los pasillos buscando una salida.
Uno de los mayores retos lo constituyen las distracciones que nos asaltarán de todos los modos posibles. En su largo viaje Ulises se encontrará con diferentes personajes y escenarios que tratarán de distraerlo y desviarlo de su misión. ¿Qué es la vida sino una sucesión de contratiempos? No faltarán apetitosas tentaciones, propuestas imposibles de rechazar o promesas de éxito que esconderán traiciones, puñaladas y perdidas irreparables. Encontraremos bifurcaciones que conduzcan a la vida y a la muerte, callejones sin salida, trampas llenas de afiladas cuchillas. Tampoco obviaremos la humedad, los bichos y criaturas que se arrastran, las cucarachas y roedores. Y como no, los personajes que irán apareciendo, a veces agradables y seductores, otras de aspecto nauseabundo o aterrador.
Muchos no pueden soportar la prueba y tratan de escapar de la misma por atajos que conducen siempre a pozos de sombra. Se apoyan en falsos amigos como el alcohol y otras sustancias, el exceso de trabajo o cualquier vicio que otorgue unos instantes de placer y desconexión. Quizá por eso sea tan frecuente encontrar muertos vivientes arrastrando sus pasos por la calle, con la mirada perdida o ahogada en un teléfono móvil. La figura del zombi es enormemente popular porque nos muestra claramente el final de mucha gente perdida, la posibilidad de perdurar muertos en vida, lo que a fin de cuentas es del todo imposible.
Uno de los aspectos más característicos es el paisaje sonoro. Es casi imposible permanecer en completo silencio. Si no nos acosan los anuncios desde cualquier pantalla, lo hará algún aparato escupiendo música o cualquier tipo de emisión. Y en los momentos de supuesta quietud, incluso la nocturna, será finalmente nuestra mente la que no cese de hostigarnos con pensamientos circulares. Dentro de las voces que podremos escuchar se incluyen la de los falsos profetas y vendedores de bebedizos, herederos de aquellos brujos antiguos pero fogueados por el engaño y las técnicas de telemarketing. Dudo mucho que alguien consiga explicar el gran éxito que logran al precio de despistar aun más a los atribulados caminantes.
El primer paso que podemos dar para salir del laberinto es darnos cuenta de que estamos en él. Algo que sabemos desde que Platón nos ilustró con el mito de la caverna, algo que muchos nos han ido recordando a lo largo del tiempo sin que al parecer tuvieran mucho éxito.
No les puedo decir qué pasará, sobre todo al caminar todos como humanidad de la mano, hecho que los más ricos y poderosos se empecinan en ignorar. No se vislumbra una clara salida, toda vez que el entero planeta parece estar involucrado en este ardid. Pero, tal vez, alguno consiga encontrar un momento de silencio, quizá de lucidez, a lo mejor de comprensión. Me gustaría creer que en la perspectiva que se obtiene al subir a la cima o en la clarividencia que nos sale al camino cuando la vida nos da una de sus lecciones hallemos las claves necesarias para dar un paso coherente y acercarnos un poco más a la salida. Dado que cada paso de cualquier ciudadano en la dirección correcta nos acerca a todos a la misma. No se trata de huir sino de comprender, no hay que salir de ningún sitio sino aprender a estar. A fin de cuentas la palabra más difícil de conjugar ha sido y sigue siendo el verbo ser.
Cuando levanten los ojos de este texto y miren de frente la vida que les toca vivir acuérdense de esto. Todo lo tienen ahí delante pese a que las formas que se muestran no son capaces de irradiar todo el esplendor que contienen dado que nuestra visión se mantiene velada. Sonrían y aprecien el misterio, tal vez algún día esos velos sean levantados, en ese momento entenderemos.


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