Decía en fechas recientes D. Alfredo Pérez Rubalcaba, que el pasado día 12 de Enero era una fecha importante para el inicio de una nueva etapa en el PSOE. No niego capacidad política al cántabro, aunque cuestione un poco más sus verdaderas intenciones; de hecho manifestó que buscaba un proyecto político capaz de atraeer a una mayoría de votantes; uno, en su ignorancia, pensaba que tales planes se hacían pensando en el bienestar de la ciudadanía, antes que en captar adeptos a la formación, lo que convertiría la política en un campeonato de fórmula uno en vez de un espacio donde debatir ideas, propuestas y alternativas de solución a los problemas reales que tiene la gente de la calle. Digo, que, considerando la capacidad e intelecto de don Alfredo pe punto, me sorprende que sea la persona idónea para regenerar un partido que arrastra las consecuencias de las decisiones improvisadas que tomó, en su día, un jefe de gobierno mediocre.
En primer lugar y considerando que el acrónimo del partido termina copn la E de español, resulta poco confortante que la división vasca de la formación se alinee con las tesis de Bildu, mientras el Sr. Navarro, en Cataluña, defiende de forma abierta una consulta popular sobre el derecho de su pueblo a decidir. De tales polvos vienen estos lodos, y esta es la consecuencia de la política llevada a cabo por Zapatero en la que abandonó la compañía de los populares en grandes pactos de estado, para obtener mayorías puntuales con las sanguijuelas nacionalistas; pocos políticos existen que hayan hecho tanto daño a la gobernabilidad de un país con una idiosincrasia tan variopinta como particular.