Revista Cine
La década del '40 se presenta para el cine argentino como uno de los más difíciles pero a la vez más sabrosos. A pesar de que varias productoras se ven en la necesidad de cerrar sus puertas, nacen de a poco cambios que dieron grandes títulos como "La guerra Gaucha" o "Los martes Orquideas". Pero mientras esta última tiene como referencia a la mujer-ángel, a la mujer inocente y casi aniñada e ingenua, llegan otras actrices que tiñen la pantalla con su personalidad avasallante y sensual- Zully Moreno, por ejemplo o, la que nos ocupa, Paulina Singerman.
Esta representa a Elvira Durant quien es la hija de un acaudalado dueño de una enorme tienda, ha pasado los últimos 3 años en Estados Unidos y vuelve cambiadísima, más madura, más consciente de la realidad que la rodea. El mismo día de su regreso le intriga la presencia de algunos empleados de su padre que osan interrumpir la cena de bienvenida que su familia le ha organizado y enterada entonces de que su padre ha despedido a unos cuantos viejos empleados decide ingresar encubiertamente, bajo el nombre de Elvira Fernandez, como vendedora en la tienda para develar lo que realmente sucede. Casi sin quererlo termina encabezando un movimiento de reivindicación obrera que no sólo nos mostrará una realidad muy fuerte de ese entonces (lamentablemente repetida en años posteriores, casi tan actual que duele) sino un atenuado adelanto quizá de lo que la figura de Evita fue apenas 3 años después.
Al film no le faltan grandes figuras de entonces: Enrique Roldán, Fernando Campos,Juan Carlos Thorry,Tito Lusiardo y Elena Lucena. Tintes de comedia, música de a ratos- no olvidemos que su director y guionista, Manuel Romero, también fue dramaturgo y compositor de tango- endulzan una historia que aunque disfrazada de comedia podría haber sido todo un drama. La denuncia abarca desde los despidos injustos hasta los abusos de poder. Las diferencias de clases son evidentes y muy marcadas desde las ambientaciones hasta las costumbres y formas de hablar, algo muy típico en el cine de la época. Con muchos de los diálogos que tal vez se prestan al debate- como aquel en que Elvira habla sobre la sociedad Americana en contraste con la argentina- y otras que pegan por su dureza, el film, sencillo pero sólido, algo previsible por momentos, se enlista como uno de los grandes clásicos de la década.
La genialidad con que los asesores del Sr. Duran son presentados, como representantes del sector de poder, más la enceguecedora actitud que adopta este al seguir paso a paso sus consejos son una clara muestra de la crítica más fuerte que tiene el film. No obstante su final edulcorado y típico, Elvira Fernandez vendedora de tienda es una recomendación válida para el cinéfilo gustoso de los clásicos.