el martes, septiembre 10, 2013 ¿Tienes dolor abdominal o te sientes mal? ¿Sufres con flatulencias, fatiga, nauseas, reflujo y acidez? ¿Has tenido dificultad para orinar o te duele al hacerlo? Oh, y una pregunta más, ¿de repente has expulsado trozos microscópicos de fetos desintegrados de perro por tu uretra?
Si has respondido "sí" a todo, entonces estás sufriendo de "síndrome de embarazo con cachorros". Posiblemente leas esto desde una pequeña villa rural de Bengala Occidental en la India, a poca distancia de Calcuta. Allí es donde el pánico se ha apoderado de sus habitantes durante al menos la última década. Es un trastorno que han sufrido tanto hombres como mujeres sanos y que les hace creer que están embarazados por una camada de cachorros. Estas son las observaciones de un grupo de psiquiatras locales hace unos años, que publicaron una serie de 7 estudios de casos en el International Journal of Social Psychiatry.
De la muestra aleatoria, el 73% tenía la "certeza definitiva" de que el embarazo con cachorros es real, frente al 9% que deseaban desacreditarlo por completo. Atribuían tener este problema tras haber sido mordidos recientemente por un perro. Es frecuente que el perro estuviera en celo durante el ataque ya que, como todos en la villa aseguran, la saliva de perro tiene gametos de perro. Por lo tanto, las inmaculadas concepciones de perros en humanos son inevitables.
De hecho, los psiquiatras informaron que el embarazo con cachorros es un problema tan importante que hay incluso especialistas "médicos" en la comunidad (bara ojhas) que están especializados en tratar el problema. Ofrecen remedios y realizan rituales para inducir abortos de los fetos caninos en los histéricos huéspedes. En el caso de los hombres, mueren durante el doloroso parto de los cachorros a través del pene. Los bara ojhas dan remedios para ayudar a disolver los fetos tan pronto como sea posible para que salgan poco a poco.
Reza porque no salgan al padre
Lo más lógico es pensar que es imposible que alguien se crea algo tan absurdo, pero un signo distintivo de la afección, según los psiquiatras indios, es la ausencia de ninguna consideración realista sobre la incoherencia del embarazo asexual con animales y el embarazo en hombres (hasta un grado de convicción delirante). Una mujer juró que podía oír el suave ladrido de sus cachorros en su abdomen por la noche. Los investigadores sostienen que es un síndrome cultural, como koro, el síndrome de agotamiento cerebral de Nigeria y el síndrome de Stendhal, producto de una histeria colectiva localizada en esta comunidad de Bengala Occidental. Como prueba de su creencia, casi cualquiera en la villa puede nombrar a alguien que haya muerto como consecuencia del embarazo.
Lo que es especialmente interesante es que incluso las personas bien educadas e inteligentes aceptan tales afirmaciones y son susceptibles a estos delirios, que muestran lo importante que son las actitudes culturales y las creencias para dar forma a la percepción humana de la realidad.
Puede que creer que estás gestando unos chuchos en tu abdomen parezca inofensivo, pero el problema desde la perspectiva de la salud mental es que los "pacientes" experimentan síntomas somáticos genuinos que alteran su calidad de vida, por lo que se necesita una intervención terapéutica y psiquiátrica para aliviar sus problemas. Después de que un universitario graduado se encontrara con un perro callejero que le arañó en la pierna seis meses antes, se volvió muy cauteloso con estos, ya que temía que uno le atacara. "Estaba tan preocupado con los perros que incluso en la sala de entrevistas, temía que un perro saliera debajo de la mesa." decían los autores del estudio. Para combatir su circulo vicioso de preocupaciones sobre el embarazo con cachorros, su ansiedad y necesidad obsesivo-compulsiva de buscar pedazos microscópicos de fetos caninos en su orina, se le prescribió clomipramina (un antidepresivo) y tioridazina (un antipsicótico). También se le sometió a un mes de acondicionamiento comportamental con un perro mientras que era tratado como paciente interno.
Fuente: Scientific American