Revista En Femenino

Embarazo bioquímico

Por Clara Ingeniera @mamaingeniera

El pasado jueves me enteraba de que estaba embarazada, aunque tenía una beta bajita, no pudimos evitar emocionarnos. Petri se había implantado y yo tuve ese manchado de implantación, tan famoso, de color rosa-marrón. Tendría que repetir la beta el lunes día 5 de enero.

Me encontraba bien, pero detecté que los pechos dejaron de dolerme ese mismo jueves, cuando en Nochevieja, la noche de antes, apenas podía abrazar a maridín. Aunque eso me mosqueó un poco, no le di importancia alguna.

El viernes transcurrió con normalidad. Apenas manché durante todo el día y yo estaba feliz. Además, mi mejor amiga también está embarazada, curiosamente, de dos días más que yo. ¿Podía ser más ideal?

Por la tarde, ese mismo viernes, manché de más el salvaslip, y aunque maridín seguía tranquilo, yo ya me olía algo.

Me fui a dormir tranquilamente, esperando levantarme al día siguiente sin manchado alguno, pero a las 3 y pico de la madrugada me desperté con unos dolores brutales. Sentada en el inodoro, me retorcía de dolor a la vez que alucinaba con toda la sangre que estaba perdiendo. Fue entonces cuando, a lágrima viva, actualicé mi blog.

Llamé a urgencias de mi clínica y me dijeron que me repitiera la beta al día siguiente, pero que me hiciera la idea de que algo no iba bien. Nuestro objetivo ahora era, descartar un embarazo ectópico.

La beta del día siguiente seguía dando positiva, y más alta que la primera. Era sábado, y hasta el lunes por la tarde, no la repetiríamos.

Ha sido el fin de semana más duro de nuestras vidas, en el que yo he estado sangrando muchísimo, con dolores de regla, y temiéndonos lo peor, un ectópico.

Llegó el lunes y repetimos la beta. Mientras llegaba el resultado, me hicieron una ecografía, y el ginecólogo enseguida lo supo:

- Tu endometrio es finísimo. Aunque necesitamos la beta para confirmar, ya te puedo decir que lo has perdido. Pero oye, aunque suene duro, menos mal que no ha sido un ectópico, ha sido una pérdida limpia y eso significa que podréis volverlo a intentar cuando vosotros queráis.

Este ginecólogo es el que estaba en el quirófano el día de la punción de mi quiste, el que me daba besos. Y el lunes, fue igual de cariñoso. Me acarició la cara cuando nos despedimos y dijo que nos esperásemos hasta tener la beta.

La beta llegó y ya estaba a 8 U/L. Aún quedaba beta-hCG en mi cuerpo, pero estaba disminuyendo considerablemente, por lo que se daba por confirmado mi aborto bioquímico.

Me citaron para el próximo martes poder echar un vistazo por ahí abajo, para ver si está todo en orden. Podremos volverlo a intentar cuando queramos, pero tenemos decidido que dejaremos pasar este ciclo, y probablemente, en Febrero nos lancemos a por la pareja de embriones de calidades B y C, o lo que es lo mismo, Bonito y Campeón.

Ahora mismo estamos tristes. Sí, se que ha sido un gran paso el hecho de que se haya llegado a implantar, que jamás hemos estado tan cerca, pero, ¿quien se conforma con eso cuando lo que realmente se desea es ser madre?

Aunque haya sido un avance, nuevas dudas aparecen en nuestro camino. ¿Habrá sido ese embrión que no era lo suficientemente bueno? ¿O lo serán todos? ¿Tendré algún problema yo que no permita que un embrión permanezca implantado en mi útero?

Joder, la infertilidad es el cuento de nunca acabar. Estoy enfadada con el mundo. Intento animarme, pero a ratos me vengo abajo. Sé que el día que tenga a mis hijos en brazos (sí, serán dos), todo esto quedará en el recuerdo, pero cada batalla perdida es una cicatriz más. Siento que la infertilidad me está volviendo una persona rancia, y yo me autodenomino “orco de Mordor”. No quiero hacer nada, no quiero ver a nadie.

La semana que viene, maridín y yo, volvemos al running. Sabemos que nos irá bien hacer algo juntos que no tenga que ver con la puta infertilidad, y además, generaremos endorfinas y quemaremos los kilos de más. Quiero luchar contra mi “ranciez” e intentar volver a ser la persona que era antes.

Otra de mis tareas pendientes, es poder acompañar a mi amiga en su embarazo. Ella sigue adelante, yo no. Sabéis perfectamente como me siento, y no hablo de envidia, porque no es envidia. Estoy feliz por ella, pero triste por mí. Y ella no se merece que yo no esté ahí en estas 35 semanas que le quedan por delante. Le quiero. Es una persona muy importante de mi vida, un gran apoyo, y voy a estar ahí, en las buenas y en las malas.

Y esta ha sido la corta historia de mi primer y único embarazo hasta el momento.

El 2015 va a ser un gran año, ¿alguien lo duda?


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